La semana pasada hablamos acerca de
los sacramentos, ahora nos toca explicar cada uno de ellos. En la edición número 191 del
6 al 12 de julio explicamos lo referente al Bautismo. El segundo
sacramento que abordaremos será el de la confirmación.
Junto al Bautismo y la Eucaristía
constituyen la trilogía de los sacramentos de iniciación cristiana.
En la iglesia del Nuevo Testamento hay
dos textos de Lucas que aluden a un segundo momento ritual de iniciación para
el don del Espíritu, que comprende la imposición de las manos y la oración, los
cuales son signos característicos del sacramento de la Confirmación (He
8,14-17; 19,1-7).
En el siglo III la organización de la
comunidad ha contribuido a una elaboración del ritual de iniciación, que ya en
el alborear del siglo IV se articula en tres grados: catecumenado, ritos
bautismales y ritos posbautismales. No son estos últimos idénticos en todas las
iglesias, varían en número, en importancia y significado, con mutuas
influencias a lo largo de los siglos. Sin embargo en todas las iglesias
coincidirán en ciertos puntos comunes y seguros.
En oriente se pensaba que único elemento ritual era la unción con el
óleo perfumado (llamado myron) y que la
imposición de las manos era desconocida por completo. Sin embargo por los
testimonios recogidos se confirma la existencia de la imposición de las manos
no sólo como presente en algunos ritos, sino incluso en la praxis más antigua.
Inclusive parece que la imposición de las manos con la invocación del Espíritu
para que llene con sus dones al bautizado, y así evitar la confusión con el
mismo rito usado en la reconciliación de los herejes, se sustituyó o se integró
con la unción mediante el myron. Para la iglesia siríaca occidental, Teodoro de
Mopsuestia recuerda también la signación del bautizado en la frente.
En occidente los ritos son más
numerosos, y se dan mayores diferencias entre
las distintas iglesias. En la iglesia de África, como atestigua
Tertuliano, a la inmersión bautismal
seguía la unción con el crisma y la imposición de manos por parte del obispo.
En la Iglesia de Milán, san Ambrosio habla de la unción de la cabeza, de
lavatorio de los pies y de sello del Espíritu Santo con sus siete dones. En la
iglesia de España encontramos la consignación en la frente del bautizado y la
imposición de la mano con la invocación del Espíritu Santo. La iglesia de
Francia conoce la unción crismal y la imposición de las manos, a la que se le
atribuye el don del Espíritu Santo. De importancia especial es el uso de la
iglesia de Roma, el esquema comprende una doble unción; por el presbítero, con
el oleo bendito y por el obispo, con el crisma en la frente del bautizado, la
signación, la imposición de las manos y el beso de paz.
Como hemos podido leer son muchos los
testimonios de muchas iglesias que ya en los primeros siglos se imponían las
manos a los ya bautizados.
El sacramento de la confirmación no es
un invento de la Iglesia Católica. En el Concilio de Trento se afirma que el
sacramento de confirmación es un verdadero sacramento y, debe ser conferido en
la edad de la adolescencia, después de una adecuada catequesis (Dz 1628).
Ahora bien, de haber hablado un poco
de los inicios del sacramento, veamos algunos datos importantes en cuanto a los
signos: el efecto es el sello espiritual y el signo es la unción.
La unción en el uso común dice
relación al aseo corporal, a remedio medicinal, a agilizar el cuerpo
(gladiadores, deportistas) y a la cosmética.
En el uso religioso y bíblico era aplicado a personas y objetos consagrados
especialmente a Dios. Su significación es variada y rica. Como lo dice el CIC,
el aceite es signo de curación, de abundancia, de alegría, belleza, santidad y
fuerza y por sobre todo es signo de consagración, de dedicación total y
exclusiva.
La confirmación es un sacramento de
vivos, es decir hay que estar en estado de Gracia para recibirlo
fructuosamente. En cuanto a los padrinos no se habla de ellos antes del siglo
VI y simboliza el acompañamiento que todo cristiano debe tener para que su vida
madure y crezca.
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