INTRODUCCIÓN
“El
Creador de Adán es llevado como niño, el Incontenido se hace contenido en
brazos de un viejo. Aquel que mora en el seno ilimitado del Padre, está
circunscrito por su propia voluntad en la carne, no en la divinidad”. Romano el Meloda XVI, 1.
“A Simeón que estaba a punto de abandonar este
mundo falaz, fuiste presentado como niño, cuando él te conocía como Dios
perfecto, y se quedó atónito por tu inefable sabiduría, y con él también toda
la naturaleza angélica quedo sorprendida
por la gran obra de tu Encarnación, porque veía a Aquel que es inaccesible como
Dios, accesible a cada uno como hombre, conversar con nosotros y escucharnos a
todos.” Himno Akatistos.
“Tú
que con tu nacimiento has santificado el seno de la Virgen y has bendecido como
convenía los brazos de Simeón, has venido y nos has salvado también a nosotros,
Cristo Dios.
Conserva
en la paz a tu pueblo y haz fuertes a aquellos que nos gobiernan, oh único
Amigo de los hombres” Himnos Apolytikion y Kontakion
“Salve, oh
llena de gracia, Madre de Dios y Virgen, puesto que de ti ha salido el Sol de
Justicia, Cristo Dios nuestro, que ilumina a aquellos que yacían en las
tinieblas.
Alégrate
tu también, oh justo anciano que has recibido entre los brazos al Salvador de
nuestras almas, que nos hace donación de la Resurrección.” Himno Akatistos
EL NOMBRE
La iglesia bizantina le da el nombre significativo a
esta fiesta del Santo Encuentro, entre el hombre viejo, Simeón y el Hombre
Nuevo, Cristo, entre Dios y el hombre.
Los nombres de Purificación de María o de
Presentación u oferta del Niño en el templo, están muy presentes tanto en la liturgia como en la
homilética, pero con menos relieve que el encuentro con Simeón.
LA VIRGEN
Este icono tiene pocas variantes.
La
Virgen esta siempre en el centro de la escena frente a Simeón en actitud de dar
o de haber dado ya a su Hijo.
La
Virgen entregando el Niño a Simeón o el Niño ya en brazos de Simeón, señala a
que tradición bizantina pertenece.
La
Madre con el Niño en brazos es tradición bizantina griega, el Niño ya en brazos
de Simeón es tradición bizantina rusa-eslava.
Los
pueblos eslavos y ruso reciben de la iglesia griega la salvación: Cristo.
La
Madre de Dios va con las manos tapadas, veladas, en señal de adoración a su
Hijo y Dios que ha querido así disponer de ella.
María
se halla colocada en primer plano delante del santuario de Dios representado
por el altar cubierto por el baldaquino
que simboliza el Templo, lo cual no es casual.
La
Iglesia bizantina en uno de sus himnos más populares, el Himno Akhatistos,
canta: “Al ensalzar tu parto, oh Madre de Dios, te celebramos todos cual templo
animado, habiendo morado en tu seno el Señor, que en una mano todo sostiene, El
te santificó, te glorificó, enseñó a todos a exclamar a ti: Salve, oh
habitáculo de Dios y del Verbo; salve oh Santa entre todos los santos, salve,
oh arca indorada del Espíritu Santo”.
Ella
está en el centro porque encarna el candelabro sobre el que brilla la luz, es
esa “lampara resplandeciente, aparecida a aquellos que están en las tinieblas,
puesto que habiendo proporcionado la Luz inmaterial, guía a todos al
conocimiento divino, iluminando de esplendor las mentes” (Akathistos).
Su
manto es rojo, símbolo del sufrimiento, que marcará su humanidad y que Simeón
le profetizo: “A ti una espada te traspasará el alma”.
Tiene
su vestido azul para recordar su profundo valor teológico y funcional: Madre de
Dios y presencia misericordiosa e intercesora entre el Hijo y Dios para toda la
humanidad, de la que es primicia. Esto también se simboliza cuando la túnica es
verde. Ella esperó y en ella se cumplió todo lo dicho por parte del Señor.
CRISTO.
Este parece desaparecer entre edificios y
personajes, pero no es así.
Su
actitud no es la de un niño, sino más bien la de un adulto o aun mejor la de un
legislador, de un rey. Tanto si esta en brazos de María como de Simeón estos le
sirven de trono.
Siempre
mira hacia el que tiene delante tanto si esta en brazos de María como de
Simeón.
Él
tiene en sus manos el quirógrafo del pecado, el documento donde está escrita
nuestra deuda y cuyas condiciones nos eran desfavorables. “Quien perdona las
deudas a todos los hombres, queriendo perdonar las antiguas ofensas,
espontáneamente vino a los desertores de su gracia, y rasgó el quirógrafo del
pecado” (Akathistos).
El
profeta había advertido...”serás visitada por el Señor de los ejércitos con
truenos, estruendo, con huracán, tempestad y llama de fuego devorador” Is.
29,6. Pero en lugar del Señor de los ejércitos sólo hay un niño.
El
tema del Encuentro pone particular
acento sobre el inefable acto de amor
que el Señor ha realizado a favor de su “imagen” el hombre.
“El
se ha encarnado y por amor ha aparecido
como hombre, para atraer a sí como hombre a la humanidad”. Himno Akatistos.
Señor
Omnipotente, se ha presentado como humilde servidor, para que el hombre no se
quedase espantado ante su infinita majestad y sintiera su propia fragilidad e
impureza como Isaías 6, 1-7 en su visión, sino como Simeón corriera a su
encuentro, y teniéndole en brazos, pudiera experimentar toda su confianza.
El encuentro entre Cristo y Simeón se da
delante del altar: el altar de la Nueva alianza, el altar sobre el que se
inmola el Cordero inmaculado, el altar sobre el que sé perpetua el sacrificio
del Señor.
Cada hombre es Simeón y en cualquier momento
puede encontrar al Señor, recibir en sus propias manos al Señor de los
ejércitos uniéndose a la Eucaristía.
Es
el paso de la ley a la fe, de lo antiguo a lo nuevo, el encuentro del antiguo
Israel con el nuevo Israel.
Todos
somos hijos e hijas de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los
bautizados en Cristo de Él hemos sido revestidos. Todo es nuevo en Cristo Hijo
de Dios, Hijo del Hombre.
SIMEON.
EL DIALOGO DE LAS MIRADAS.
Simeón esta con las manos veladas y agachado
hacia Cristo en señal de adoración.
Su
rostro es iluminado por una mirada llena de ternura. Y hay un dialogo mudo que
interpreta perfectamente Romano el Meloda, en que Simeón parece decir a Cristo: “ Tú eres grande y
glorioso, has sido engendrado misteriosamente por el Altísimo, hijo todo santo
de María. Digo que eres uno, visible e invisible, finito e infinito. Según la
naturaleza pienso en ti y creo que eres hijo eterno de Dios, pero también te
confieso, mas allá de la naturaleza, como hijo de la Virgen. Por esto oso
considerarte como una lámpara: porque cualquiera entre los hombres que lleve
una lámpara alumbra pero no se quema”. Romano el Meloda.
Simeón parece decir a María: “...eres la
puerta cerrada, oh Madre de Dios, porque por ti el Señor ha entrado y ha
salido, sin que fuera abierta o sacudida la puerta de tu castidad..te profetizo
que el Señor no se ha manifestado para que algunos caigan y otros sean
levantados; el Misericordioso no siente placer alguno por la caída de los
hombres, ni hace caer a los que están de pie... está entre nosotros para
aprestarse a levantar a los que están caídos, para rescatar de la muerte a su
criatura...
...Te
predigo que será señal de contradicción. La señal será la Cruz. Este misterio
será objeto de tal contradicción que en tu espíritu se creará la
incertidumbre... cuando veas clavado en la cruz a tu Hijo y recuerdes, oh
Inmaculada, las palabras del Ángel en tu Anunciación... entonces dudarás. El
desconcierto en que el dolor te hundirá, será para ti como una espada; pero
luego llegará la curación inmediata de tu corazón”. Romano el Meloda XIV, 17.
Al
final Simeón, conmovido pide irse en paz.
El
Niño mira intensamente al anciano y con su regia mirada demuestra claramente
que aprecia su plegaria.
Hay
un nexo espiritual que lo traducen las miradas de Cristo y
Simeón y plasman admirablemente el sentido profundo del acontecimiento humano y divino.
Romano
el Meloda ha puesto poéticamente estas palabras en la boca de Cristo y
dirigidas a Simeón: “ Amigo mío, ahora permito que dejes este mundo para
habitar en la vida eterna. Te envío ahí donde se encuentran Moisés y los otros
profetas: anúnciales que he venido, yo del que han hablado las profecías he
nacido de una virgen como predijeron: me he aparecido a aquellos que habitan el
mundo y he vivido entre los hombres como anunciaron. Pronto iré a encontrarte
rescatando a la humanidad”
ANA
Ana esta representada a menudo con el dedo de la mano derecha
levantado o hablando a José o solo consigo mismo, se capta aquí el momento en
que ella hablaba a todos del Niño. A menudo tiene en sus manos un rollo, que significa el don de la
profecía.
La
escritura no especifica lo que dijo, pero también ella mereció por su vida
santa encontrar como Simeón al Salvador.
JOSÉ
Tiene entre sus manos la ofrenda de las
palomas. Escucha en silencio y asombro lo que se dice del Niño.
A menudo los personajes de la
representación forman dos parejas, pero no están asociados entre ellos por
relación humana, es el Niño el elemento que les une: el amor del Señor.
FONDO
En
el centro de la escena pero en segundo plano se ve un cimborio o baldaquino con
el altar, tal y como esta en las iglesias bizantinas. Se representa el presbiterio de una iglesia
bizantina, esquematizando así el concepto de Templo. Dando la idea de que todo ocurre ante el Santuario del Señor.
Algunas
veces en el fondo o al lado, se yergue un edificio. Se trata de la
representación externa del Templo, reclamo visual del pináculo sobre el cual
Jesús fue tentado.
El
trono se representa a un lado. El trono hace referencia a la visión de Isaías
6,1-7.
El
altar esta colocado en el centro. Todo hombre puede encontrarse con Cristo
participando de su mesa en la Stª Comunión.
En
algunos iconos el velo purpúreo que cubre los edificios del fondo, quiere
expresar figurativamente el manto del Señor que llena todo el santuario Is. 6,
1-7 y recubre todo lo creado
LA FIESTA
Esta
fiesta probablemente tuvo su origen entre la Iglesia de Jerusalén. Las primeras
referencias sobre ella datan del siglo
IV en el Diario de Viaje de la peregrina Eteria y se celebraba el día 14 de
febrero en la iglesia de la Anastasis o Resurrección, sin particularidad alguna
excepto el sermón que comentaba la Presentación de Jesús en el Templo, pero no
se mencionan los cirios.
Según
Cirilo de Escitópolis (+ hacia 560) fue la matrona romana Ikelia (450-457) la
que sugirió celebrar la presentación introduciendo el uso de una procesión
acompañada de luces.
Cirilo
de Alejandría (+ 444) exhorta a los fieles: “ Festejemos de forma
resplandeciente con brillantes lámparas el misterio de este día” y en una
homilía jerosolimitana anónima de la misma época se puede leer: “ Seamos
resplandecientes y nuestras lámparas sean brillantes. Como hijos de la luz
ofrecemos cirios a la verdadera Luz que es Cristo”
Severo,
patriarca de Antioquia (512-518) nos hace llegar la noticia que se celebraba
esta fiesta en las iglesias de Palestina y Constantinopla donde hacia poco que
había sido introducida (Rahmani.Estudia syriaca pag.3)
Entre
finales del siglo V principios del VI, las distintas iglesias del territorio
oriental del imperio ya la celebraban.
En
la Crónica de Teofanes se lee que en octubre del 534, se había declarado una
gran peste en Constantinopla y al cesar esta Justiniano ordenó que la fiesta de la Presentación se
celebrará en la capital y en todo el imperio el 2 de febrero
También
pudo variar del 14 al 2 de febrero al afianzarse la fiesta del 25 de diciembre
en Constantinopla para que coincidiera con los 40 días de la Presentación tal y
como el evangelio lo narra.
La
fiesta se venia celebrando en Bizancio
desde el 602 en la Iglesia de la Virgen
de las Blanquernas en Constantinopla, pero nunca ha asumido la referencia mariana como ha sucedido en
occidente, fiesta de las candelas, sino que ha sido siempre una fiesta del
Señor.
En
Roma fue introducida la fiesta por el Papa Sergio I (687-701), un italosirio
procedente de la Sicilia Bizantina y es muy discutida la opinión de su
celebración en Roma para contrarrestar las fiestas paganas de las Lupercales o
de la búsqueda de Proserpina por su madre Ceres. No hay relación alguna de este
suplantamiento.
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