Nuestro orgullo y amor propio se porta como esos tigres de África que se hacen los dormidos junto al árbol donde están los micos, para que éstos se confíen y se les acerquen sin temor, y así destrozarlos.
Por eso hay que estar siempre alerta para no dejarse sorprender por los estallidos de orgullo y las demostraciones de amor propio.
Jamás nos creamos curados definitivamente de algún vicio o pecado. Puede ser que estemos curados, pero curados temporalmente, no definitivamente. Y al primer descuido reaparece la enfermedad espiritual. Siempre seremos débiles seres humanos, y por lo tanto inclinados a comportarnos imperfectamente. Solo a través de Jesús podemos seguir el camino que nos lleva a la perfección, no hay otros caminos, son solo desvíos y el demonio siempre está atento a esperar el mejor momento para atacar.
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