Mateo presenta tres dichos de Jesús (Mt 11,25-30) que tuvieron un origen
independiente. Su intención al reunir estas tres sentencias se explica cuando
las leemos en el contexto de la pregunta acerca de Jesús (Mt 11,3) y de las
reacciones de sus contemporáneos (Mt 11,19.20-24; 12,38-45).
En este contexto de rechazo e incredulidad sólo los pequeños son capaces de acoger la revelación del Padre (Mt 11,25), manifestada en las acciones y palabras de Jesús.
En este contexto de rechazo e incredulidad sólo los pequeños son capaces de acoger la revelación del Padre (Mt 11,25), manifestada en las acciones y palabras de Jesús.
EVANGELIO:
25 En aquella ocasión Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado. 26 Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. 27 Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer.
28 Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. 29 Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. 30 Pues mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Revelación
a los pequeños (Mt 10,25-26): Se presenta
una oración de alabanza, que lleva el sello de la oración de Jesús. La
introducción es breve y se dirige al Padre como señor del cielo y de la tierra.
El hecho de que Jesús llamara a Dios Padre (Abba) refleja la confianza y la
cercanía que tenía con él. Los primeros cristianos conservaron esta palabra (Mc
14,36; Gal 4,6-7; Rom 8,15), que se encuentra detrás de casi todas las
oraciones de Jesús (Mc 14,36 y par.; Jn 12,27-28; Lc 23,34; Lc 23,46; Jn 17).
Los sabios y entendidos son, en el contexto de este evangelio, los maestros de
la ley y los fariseos, que conocen la ley de Moisés, pero han rechazado a
Jesús; en cambio los sencillos han sabido recibir la revelación de Jesús y le
han acogido. La palabra usada para designar a los que han aceptado la revelación del Padre es “nepios”
(nhpivo"), lo que en sentido literal significa niño muy pequeño,
pequeñito, primeros años de la infancia, son los que tienen alma de pobre, no
apegado a las cosas y los que están abiertos a la confianza de Dios.
El
Padre y el Hijo (Mt 11,27): Esta sentencia está relacionada con la anterior y
trata de explicar en qué consiste la revelación a los sencillos. El Padre
conoce al Hijo en profundidad y lo manifiesta en dos momentos culminantes de su
vida, en los que a través de la voz celeste revela su condición de Hijo único y
amado: el bautismo (Mt 3,17) y la transfiguración (Mt 17,5). Por su parte, el
Hijo es el único que conoce verdaderamente al Padre y el único que puede
revelarle a través de sus gestos y palabras. Esta revelación que el Hijo hace
del Padre es la que el Padre ha manifestado a los sencillos.
El
yugo suave de Jesús (Mt 11,28-30): Esta última sentencia es muy parecida a la
invitación a hacerse discípulos de la sabiduría, que leemos en los libros
sapienciales: venid a mí (Eclo 24,19; 51,23); tomad mi yugo (Eclo 6,24-25;
51,26); encontraréis descanso (Eclo 6,28). Entre los fariseos del tiempo de
Jesús se hablaba de tomar el yugo de la ley para referirse a la decisión de
tomar la ley como norma de vida. Este yugo se había convertido en un pesado
fardo para el pueblo (Mt 23,4). Por eso Jesús invita a los sencillos a que se
hagan discípulos suyos, siguiendo sus pasos en obediencia filial a la voluntad
del Padre. En el v.28 Jesús dice que los que vengan a Él, que estén cansados y
agobiados, Él los aliviará. El evangelista utiliza el verbo “anapaúo”, que
significa también reposar, confortar, refrescar y descansar. Jesús nunca dice
que “le quita las cargas” como muchos han malinterpretado el texto, simplemente
los aliviará porque cada quien tiene que poner sus méritos propios a despojarse
de esas cargas y con Jesús son llevaderas. Él respeta nuestro libre albedrío.
La
aceptación y el rechazo de Jesús seguían siendo un hecho en tiempos del
evangelista, el cual, a través de este párrafo dirige una invitación a los
cristianos de su época para que acojan con sencillez a Jesús, y vivan siempre
unidos a él, teniéndole como modelo y maestro.
CURIOSIDADES PARA CLARIFICAR EL TEXTO
Veces
en las que aparece el verbo “anapaúo” en
la Biblia Mt 11,28; 26,45; Mc 6,31;
14,41; Lc 12,19; 1Co 16,18; 2Co 7,13; Flm 1,7,20; 1Pe 4,14; Ap 6,11; 14,13
Verbo
“anapaúsis” (Recreación, descanso, reposo): Mt 11,29; 12,43; Lc 11,24; Ap 4,8;
14,11