El
texto de Mateo 16,13-19 nos habla de la confesión
de Pedro, sin embargo hay un dato importante que el autor no ha querido pasar
desapercibido, y era el lugar a donde Jesús llega: “A la región de Cesarea de
Felipe”. La misma era ciudad situada en la falda meridional del monte Hermón,
junto a la fuente más oriental del Jordán, es la actual Banyás. Antiguamente la
ciudad y la región eran conocidas por Panias o Paneas (de donde deriva el
nombre actual) en honor del dios Pan al cual estaba dedicada la gruta donde
brota la citada fuente. Herodes el Grande, a quien Augusto había subordinado
esta región, edificó allí, junto a la gruta de Pan, un templo en honor del
propio Augusto. El hijo de Herodes, Filipo, reconstruyó y embelleció la ciudad
y le dio el nombre de Cesarea. para honrar al Emperador. Por ello, y para
distinguirla de Cesarea. del Mar, recibió el nombre de Cesarea. de Filipo con
el que la conocen los evangelios. Más adelante, cuando Agripa II gobernaba la
región, la reconstruyó de nuevo y la llamó Neronías en honor de Nerón, pero
este nombre no tuvo éxito y fue pronto olvidado. A partir de Vespasiano era más
conocida por Cesarea Paneas y desde el S. IV simplemente Panias.
Es
en esta ciudad pagana e idólatra donde Pedro reconoce a Jesús como el Mesías,
no importa el lugar donde nos encontremos, siempre el cristiano debe ser
testimonio del amor de Dios.
La
pregunta que Jesús le hace a sus discípulos,
“Y ustedes, ¿Quién dice que soy?”, nos
la repite constantemente en nuestro corazón a cada uno de nosotros. Somos muy
ligeros para responder “Jesús es el Hijo de Dios”, sin embargo no conocemos
todo el sacrificio que nuestro Señor hizo por cada uno de nosotros.
Hoy
a Jesús lo vemos como un curandero, un Dios de milagros, un Dios que nos saca
de apuros. El Padre Raniero Cantalamessa decía en su libro “Subida al Monte Sinaí”
que muchos tenemos a un “Dios domesticado”, lo utilizamos cuando nos conviene,
de resto lo tenemos preso.
Cuando
nosotros reconocemos a Jesús como el Hijo del Dios vivo, seguramente él, al
igual que hizo luego con los apóstoles, nos mostrará todo lo que ha padecido por amor al ser
humano (Mt 16,21-28).
Si
reconocemos a Jesús como el Hijo de Dios, entonces también debemos de
reconocerlo en el hermano, es difícil muchas veces cuando vemos en el otro que
es imagen de Dios y que sin embargo a nosotros no nos ven de igual manera, ese
es parte del sacrificio de todo cristiano y lo que él mismo Jesús nos enseño
del amor incluso a los enemigos.
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