El 8 de octubre de 2013, el Papa Francisco convocó
la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el
tema: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la
evangelización. La Secretaría General del Sínodo inició la preparación con
el envío del Documento Preparatorio, que tuvo una amplia acogida
eclesial en el pueblo de Dios, sintetizada en el presente Instrumentum
Laboris. El Santo Padre, considerada la amplitud del tema, ha establecido
un itinerario de trabajo en dos etapas, que constituyen una unidad orgánica. En
la Asamblea General Extraordinaria de 2014, los Padres sinodales evaluarán y
profundizarán los datos, los testimonios y las sugerencias de las Iglesias
particulares, a fin de responder a los nuevos desafíos de la familia. La
Asamblea General Ordinaria de 2015, mayormente representativa del episcopado,
reflexionará en un segundo momento —insertándose en el precedente trabajo
sinodal— sobre las temáticas afrontadas para individuar líneas operativas
pastorales.
SÍNODO DE LOS
OBISPOS
III ASAMBLEA
GENERAL EXTRAORDINARIA
LOS DESAFÍOS
PASTORALES
DE LA FAMILIA
EN EL CONTEXTO
DE LA EVANGELIZACIÓN
DE LA FAMILIA
EN EL CONTEXTO
DE LA EVANGELIZACIÓN
INSTRUMENTUM
LABORIS
Ciudad del
Vaticano
2014
2014
ÍNDICE
El conocimiento de la Biblia sobre la
familia (9-10)
Conocimiento de los documentos del Magisterio (11)
La necesidad de sacerdotes y ministros preparados (12)
Acogida diversificada de la enseñanza de la Iglesia (13-14)
Algunos motivos de la dificultad de recepción (15-16)
Promover un mejor conocimiento del Magisterio (17-19)
Conocimiento de los documentos del Magisterio (11)
La necesidad de sacerdotes y ministros preparados (12)
Acogida diversificada de la enseñanza de la Iglesia (13-14)
Algunos motivos de la dificultad de recepción (15-16)
Promover un mejor conocimiento del Magisterio (17-19)
El nexo entre Evangelio de la familia
y ley natural (20)
Problematismo de la ley natural hoy (21-26)
Contestación práctica de la ley natural sobre la unión entre hombre y mujer (27-29)
Una deseable renovación del lenguaje (30)
Problematismo de la ley natural hoy (21-26)
Contestación práctica de la ley natural sobre la unión entre hombre y mujer (27-29)
Una deseable renovación del lenguaje (30)
La familia, la persona y la sociedad (31-34)
A imagen de la vida trinitaria (35)
La Santa Familia de Nazaret y la educación al amor (36-38)
Diferencia, reciprocidad y estilo de vida familiar (39-42)
Familia y desarrollo integral (43-44)
Acompañar el nuevo deseo de familia y las crisis (45-48)
Una formación constante (49)
A imagen de la vida trinitaria (35)
La Santa Familia de Nazaret y la educación al amor (36-38)
Diferencia, reciprocidad y estilo de vida familiar (39-42)
Familia y desarrollo integral (43-44)
Acompañar el nuevo deseo de familia y las crisis (45-48)
Una formación constante (49)
Responsabilidad de los pastores y
dones carismático en la pastoral familiar (50)
La preparación al matrimonio (51-56)
Piedad popular y espiritualidad familiar (57)
El sostén a la espiritualidad familiar (58)
El testimonio de la belleza de la familia (59-60)
La preparación al matrimonio (51-56)
Piedad popular y espiritualidad familiar (57)
El sostén a la espiritualidad familiar (58)
El testimonio de la belleza de la familia (59-60)
a) La
crisis de la fe y la vida familiar
b) Situaciones
críticas internas a la familia
Dificultad de relación / comunicación (64)
Fragmentación y disgregación (65)
Violencia y abuso (66-67)
Dependencias, medios de comunicación y redes sociales (68-69)
Fragmentación y disgregación (65)
Violencia y abuso (66-67)
Dependencias, medios de comunicación y redes sociales (68-69)
c) Presiones
externas a la familia
La repercusión de la actividad
laboral en la familia (70-71)
El fenómeno migratorio y la familia (72)
Pobreza y lucha por la subsistencia (73)
Consumismo e individualismo (74)
Contra-testimonios en la Iglesia (75)
El fenómeno migratorio y la familia (72)
Pobreza y lucha por la subsistencia (73)
Consumismo e individualismo (74)
Contra-testimonios en la Iglesia (75)
d) Algunas
situaciones particulares
El peso de las expectativas sociales
sobre el individuo (76)
El impacto de las guerras (77)
Disparidad de culto (78)
Otras situaciones críticas (79)
El impacto de las guerras (77)
Disparidad de culto (78)
Otras situaciones críticas (79)
Las convivencias (81-82)
Las uniones de hecho (83-85)
Separados, divorciados y divorciados vueltos a casar (86)
Los hijos y quienes se quedan solos (87)
Las madres solteras (88)
Situaciones de irregularidad canónica (89-92)
Acerca del acceso a los sacramentos (93-95)
Otras peticiones (96)
Acerca de los separados y los divorciados (97)
Simplificación de las causas matrimoniales (98-102)
El cuidado de las situaciones difíciles (103-104)
No practicantes y no creyentes que piden el matrimonio (105-109)
Las uniones de hecho (83-85)
Separados, divorciados y divorciados vueltos a casar (86)
Los hijos y quienes se quedan solos (87)
Las madres solteras (88)
Situaciones de irregularidad canónica (89-92)
Acerca del acceso a los sacramentos (93-95)
Otras peticiones (96)
Acerca de los separados y los divorciados (97)
Simplificación de las causas matrimoniales (98-102)
El cuidado de las situaciones difíciles (103-104)
No practicantes y no creyentes que piden el matrimonio (105-109)
Reconocimiento civil (110-112)
La evaluación de las Iglesias particulares (113-115)
Algunas indicaciones pastorales (116-119)
Transmisión de la fe a los niños en uniones de personas del mismo sexo (120)
La evaluación de las Iglesias particulares (113-115)
Algunas indicaciones pastorales (116-119)
Transmisión de la fe a los niños en uniones de personas del mismo sexo (120)
Conocimiento y recepción del
Magisterio sobre la apertura a la vida (123-125)
Algunas causas de la difícil recepción (126-127)
Sugerencias pastorales (128)
Acerca de la praxis sacramental (129)
Promover una mentalidad abierta a la vida (130-131)
Algunas causas de la difícil recepción (126-127)
Sugerencias pastorales (128)
Acerca de la praxis sacramental (129)
Promover una mentalidad abierta a la vida (130-131)
a) El
desafío educativo en general
El desafío educativo y la familia hoy (132)
Transmisión de la fe e iniciación cristiana (133-134)
Algunas dificultades específicas (135-137)
Transmisión de la fe e iniciación cristiana (133-134)
Algunas dificultades específicas (135-137)
Una visión general de la situación (139-140)
Las peticiones dirigidas a la Iglesia (141-145)
Las respuestas de las Iglesias particulares (146-150)
Tiempos y modalidades de la iniciación cristiana de los niños (151-152)
Algunas dificultades específicas (153)
Algunas indicaciones pastorales (154-157)
Las peticiones dirigidas a la Iglesia (141-145)
Las respuestas de las Iglesias particulares (146-150)
Tiempos y modalidades de la iniciación cristiana de los niños (151-152)
Algunas dificultades específicas (153)
Algunas indicaciones pastorales (154-157)
CCC Catecismo de
la Iglesia Católica
CDF Congregación
para la Doctrina de la Fe
CTI Comisión
Teológica Internacional
CV Caritas in
Veritate, Carta Encíclica de Benedicto XVI (29 de junio de
2009).
DCE Deus Caritas
Est, Carta Encíclica de Benedicto XVI (25 de diciembre
de 2005).
DV Dei
Verbum, Constitución dogmática sobre la divina revelación,
Concilio Ecuménico Vaticano II.
EG Evangelii
Gaudium, Exhortación Apostólica de Francisco (24 de
noviembre de 2013)
FC Familiaris
Consortio, Exhortación Apostólica de Juan Pablo II (22 de
noviembre de1981)
GS Gaudium et Spes,
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, Concilio
Ecuménico Vaticano II.
GE Gravissimum
Educationis, Declaración sobre la educación cristiana, Concilio Ecuménico
Vaticano II
HV Humanae
Vitae, Carta Encíclica de Pablo VI (25 de julio de 1968)
LF Lumen
Fidei, Carta Encíclica de Francisco (29 de junio de 2013)
LG Lumen Gentium,
Constitución dogmática sobre la Iglesia, Concilio Ecuménico Vaticano II.
SC Sacramentum
Caritatis, Exhortación Apostólica post-sinodal de Benedicto
XVI (22 de febrero de 2007)
El
8 de octubre de 2013, el Papa Francisco convocó la III Asamblea General Extraordinaria
del Sínodo de los Obispos sobre el tema: Los desafíos pastorales de la
familia en el contexto de la evangelización. La Secretaría General del
Sínodo inició la preparación con el envío del Documento Preparatorio,
que tuvo una amplia acogida eclesial en el pueblo de Dios, sintetizada en el
presenteInstrumentum Laboris. El Santo Padre, considerada la amplitud
del tema, ha establecido un itinerario de trabajo en dos etapas, que
constituyen una unidad orgánica. En la Asamblea General Extraordinaria de 2014,
los Padres sinodales evaluarán y profundizarán los datos, los testimonios y las
sugerencias de las Iglesias particulares, a fin de responder a los nuevos
desafíos de la familia. La Asamblea General Ordinaria de 2015, mayormente
representativa del episcopado, reflexionará en un segundo momento —insertándose
en el precedente trabajo sinodal— sobre las temáticas afrontadas para
individuar líneas operativas pastorales.
El Instrumentum
Laboris nace de las respuestas al cuestionario del Documento
Preparatorio, dado a conocer públicamente en el mes de noviembre de 2013,
estructurado en ocho grupos de preguntas relativas al matrimonio y la familia,
las cuales han tenido una amplia difusión. Las respuestas, numerosas y
detalladas, provienen de los Sínodos de las Iglesias Orientales Católicas sui
iuris, de las Conferencias Episcopales, de los Dicasterios de la Curia
Romana y de la Unión de los Superiores Generales. También llegaron directamente
a la Secretaría General respuestas —llamadasobservaciones— de un número
significativo de diócesis, parroquias, movimientos, grupos, asociaciones
eclesiales y realidades familiares, así como también de instituciones
académicas, especialistas, fieles y otras personas, todos ellos interesados en
dar a conocer las propias reflexiones.
El
texto está estructurado en tres partes y retoma, según un orden funcional a la
Asamblea sinodal, las ocho temáticas propuestas en el cuestionario. La primera
parte está dedicada al Evangelio de la familia, en el contexto del plan de Dios
y la vocación de la persona en Cristo, horizonte dentro del cual se releva el
conocimiento y la recepción del dato bíblico y de los documentos del Magisterio
de la Iglesia, incluidas las dificultades, entre las cuales la comprensión de
la ley natural. La segunda parte trata de las diversas propuestas relativas a
la pastoral familiar, incluidos los correspondientes desafíos y las situaciones
difíciles. La tercera parte está dedicada a la apertura a la vida y a la
responsabilidad educativa de los padres, que caracteriza el matrimonio entre el
hombre y la mujer, con particular referencia a las situaciones pastorales
actuales.
El
presente documento, fruto del trabajo colegial proveniente de la consultación a
las Iglesias particulares, que la Secretaría General del Sínodo, junto con el
Consejo de la Secretaría, ha recogido y elaborado, se pone a disposición de los
Miembros de la Asamblea sinodal como Instrumentum Laboris. Éste
ofrece un amplio cuadro, si bien no exhaustivo, de la situación familiar
actual, de sus desafíos y de las reflexiones que la misma suscita.
Los
temas que no se encuentran comprendidos en el documento, algunos de los cuales
fueron indicados en las respuestas al número 9 (varios) del
cuestionario, serán tratados en la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de
2015.
Lorenzo
Card. Baldisseri
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Vaticano,
24 de junio de 2014
Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista
Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista
El
anuncio del Evangelio de la familia es parte integrante de la misión de la Iglesia,
puesto que la revelación de Dios ilumina la realidad de la relación entre el
hombre y la mujer, de su amor y de la fecundidad de su relación. En el tiempo
actual, la difundida crisis cultural, social y espiritual constituye un desafío
para la evangelización de la familia, núcleo vital de la sociedad y de la
comunidad eclesial. Dicho anuncio está en continuidad con la Asamblea sinodal
sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana y
el Año de la fe, proclamado por Benedicto XVI.
La
Asamblea General Extraordinaria del Sínodo sobre el tema: Los desafíos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, teniendo en
cuenta que la «Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del
Espíritu Santo» (DV 8), está llamada a reflexionar sobre el camino
que se ha se seguir para comunicar a todos los hombres la verdad del amor
conyugal y de la familia, respondiendo a sus múltiples desafíos (cf. EG 66).
La familia es un recurso inagotable y una fuente de vida para la pastoral de la
Iglesia; por lo tanto, su finalidad primaria es el anuncio de la belleza de la
vocación al amor, gran potencial también para la sociedad. Ante esta urgencia,
el episcopado, cum et sub Petro, se dispone a escuchar con
docilidad al Espíritu Santo, para reflexionar sobre los desafíos pastorales
actuales.
La
Iglesia, consciente de que las dificultades no condicionan el ultimo horizonte
de la vida familiar y de que las personas no se encuentran sólo frente a
problemáticas inéditas, se complace en constatar un ímpetu, sobre todo entre
los jóvenes, que hace entrever una nueva primavera para la familia. Testimonios
significativos al respecto pueden verse en los numerosos encuentros eclesiales,
en los que se manifiesta claramente, sobre todo en las nuevas generaciones, un
renovado deseo de familia. Frente a tales aspiraciones, la Iglesia está llamada
a ofrecer sostén y acompañamiento, a todos los niveles, con fidelidad al
mandato del Señor de anunciar la belleza del amor familiar. El Sumo Pontífice, en
sus encuentros con las familias, estimula siempre a mirar con esperanza el
propio futuro, recomendando aquellos estilos de vida a través de los cuales se
cuida y se hace crecer el amor en la familia: pedir permiso, agradecer y pedir
perdón, sin dejar jamás que el sol se oculte sobre un litigio o una
incomprensión, sin tener la humildad de excusarse.
Desde
el comienzo de su Pontificado, el Papa Francisco ha insistido: «Él [Dios] jamás
se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón» (Ángelus del 17 de marzo de 2013).
Este hincapié en la misericordia ha suscitado un notable impacto también en
relación a las cuestiones referidas al matrimonio y a la familia, en cuando,
más allá de todo moralismo, confirma y abre horizontes en la vida cristiana,
cualquiera que sea el límite experimentado y cualquiera que sea el pecado
cometido. La misericordia de Dios abre el camino a la continua conversión y al
continuo renacimiento.
1.
El Libro del Génesis presenta al hombre y la mujer creados a
imagen y semejanza de Dios; al acogerse mutuamente, se reconocen hechos el uno
para el otro (cfr. Gen 1,24-31; 2,4b-25). Mediante la
procreación, el hombre y la mujer son colaboradores de Dios, acogiendo y
transmitiendo la vida: «Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el
hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la
obra del Creador» (CCC 372). Su responsabilidad, además, se
extiende a custodiar la creación y hacer crecer la familia humana. En la
tradición bíblica, la perspectiva de la belleza del amor humano, espejo del
divino, se desarrolla sobre todo en el Cantar de los Cantares y
en los profetas.
2.
El fundamento del anuncio de la Iglesia acerca de la familia radica en la
predicación y la vida de Jesús, que vivió y creció en la familia de Nazaret,
participó en las bodas de Caná, donde enriqueció la fiesta con el primero de
sus “signos” (cfr. Jn 2,1-11), presentándose como el Esposo
que se une a la Esposa (cfr. Jn 3,29). En la cruz, se entregó
con amor hasta el final, y en su cuerpo resucitado estableció relaciones nuevas
entre los hombres. Desvelando plenamente la divina misericordia, Jesús concede
al hombre y a la mujer recuperar ese “principio” según el cual Dios los unió en
una sola carne (cfr. Mt 19,4-6), por el cual —con la gracia de
Cristo— son capaces de amarse para siempre y con fidelidad. Por lo tanto, la
medida divina del amor conyugal, a la que los cónyuges están llamados por
gracia, tiene su fuente en «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado
en Jesucristo muerto y resucitado» (EG 36),
corazón mismo del Evangelio.
3.
Jesús, al asumir el amor humano, también lo perfeccionó (cfr. GS 49),
dando al hombre y a la mujer un nuevo modo de amarse, que tiene su fundamento
en la irrevocable fidelidad de Dios. Desde esta perspectiva, la Carta a
los Efesios identifica en el amor nupcial entre el hombre y la mujer
«el gran misterio» que hace presente en el mundo el amor entre Cristo y la
Iglesia (cfr. Ef 5,31-32). Ellos poseen el carisma (cfr. 1Cor 7,7)
de edificar la Iglesia, con su amor esponsal y con la tarea de la procreación y
educación de los hijos. Unidos por un vínculo sacramental indisoluble, los
esposos viven la belleza del amor, de la paternidad, de la maternidad y de la
dignidad de participar así en la obra creadora de Dios.
4.
A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de ofrecer su enseñanza
constante sobre el matrimonio y la familia. Una de las expresiones más altas de
este Magisterio la propuso el Concilio Ecuménico Vaticano II,
en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que dedica un capítulo entero a la
promoción de la dignidad del matrimonio y la familia (cfr. GS 47-52).
Define el matrimonio como comunidad de vida y de amor (cfr. GS 48),
situando al amor en el centro de la familia, mostrando, al mismo tiempo, la
verdad de ese amor ante las diversas formas de reduccionismo presentes en la
cultura contemporánea. El «verdadero amor entre marido y mujer» (GS 49)
implica la entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la
afectividad, conformemente al designio divino (cfr. GS 48-49).
Además, Gaudium et Spes 48 subraya el arraigo en Cristo de
los esposos: Cristo Señor «sale al encuentro de los esposos cristianos en el
sacramento del matrimonio», y permanece con ellos. En la encarnación, Él asume
el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y dona a los esposos, con su
Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda su vida de fe, esperanza y
caridad. De este modo, los esposos son consagrados y, mediante una gracia
propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una Iglesia doméstica
(cfr. LG 11),
de manera que la Iglesia, para comprender plenamente su misterio, mira a la
familia cristiana, que lo manifiesta de modo genuino.
5.
Siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el Magisterio pontificio ha ido
profundizando la doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular Pablo VI,
con la Encíclica Humanae Vitae, puso de relieve el vínculo íntimo entre
amor conyugal y engendramiento de la vida. San Juan Pablo IIdedicó
especial atención a la familia mediante sus catequesis sobre el amor humano, la
Carta a las familias (Gratissimam Sane) y sobre todo con la Exhortación
Apostólica Familiaris Consortio. En esos documentos, el Pontífice
definió a la familia «vía de la Iglesia»; ofreció una visión de conjunto sobre
la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas fundamentales
para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia en la
sociedad. En particular, tratando de la caridad conyugal (cfr. FC 13),
describió el modo como los cónyuges, en su mutuo amor, reciben el don del
Espíritu de Cristo y viven su llamada a la santidad.
6.
Benedicto XVI, en la Encíclica Deus Caritas Est,
retomó el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina
plenamente sólo a la luz del amor de Cristo crucificado (cfr. DCE 2).
Él recalca que: «El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se
convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el
modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano» (DCE 11).
Además, en la Encíclica Caritas in Veritate,
pone de relieve la importancia del amor como principio de vida en la sociedad
(cfr. CV 44),
lugar en el que se aprende la experiencia del bien común.
7.
El Papa Francisco,
en la Encíclica Lumen Fidei,
al afrontar el vínculo entre la familia y la fe, escribe: «El encuentro con
Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la
existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio
para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran
llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale
la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más
fuerte que todas nuestras debilidades» (LF 53).
Capítulo II
Conocimiento y recepción de la Sagrada Escritura
y los documentos de la Iglesia sobre matrimonio y familia
Conocimiento y recepción de la Sagrada Escritura
y los documentos de la Iglesia sobre matrimonio y familia
8.
Nuestro tiempo eclesial se caracteriza por un amplio redescubrimiento de la
Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. El renovado interés en las Sagradas
Escrituras, en ámbito eclesial, ha marcado de modo diferenciado la vida de las
diócesis, las parroquias y las comunidades eclesiales. Sin embargo, de las
numerosas respuestas y observaciones recibidas resulta que el conocimiento, la
comunicación y la recepción de las enseñanzas de la Iglesia concernientes a la
familia tienen lugar mediante modalidades muy diversas, según las vivencias
familiares, el tejido eclesial y el contexto socio-cultural. En las zonas en
las que sigue viva una tradición cristiana y una pastoral bien organizada, se
encuentran personas sensibles a la doctrina cristiana sobre el matrimonio y la
familia. En otras partes, por motivos distintos, se encuentran numerosos
cristianos que incluso ignoran la existencia de estas enseñanzas.
9.
En general, se puede decir que hoy la enseñanza de la Biblia, sobre todo de los
Evangelios y las Cartas paulinas, es más conocida. Sin embargo, de parte de
todas las Conferencias Episcopales se afirma que queda mucho por hacer para que
tal enseñanza se convierta en el fundamento de la espiritualidad y la vida de
los cristianos también en relación a la familia. Asimismo, en no pocas
respuestas, se observa entre los fieles un gran deseo de conocer mejor la
Sagrada Escritura.
10.
En esta perspectiva, resalta cuán decisiva es la formación del clero y en
particular la calidad de las homilías, sobre lo que recientemente el Santo
Padre Francisco ha insistido (cfr. EG 135-144).
En efecto, la homilía es un instrumento privilegiado para presentar a los
fieles la Sagrada Escritura en su valor eclesial y existencial. Gracias a una
predicación adecuada, se pone al pueblo de Dios en la condición de apreciar la
belleza de la Palabra que atrae y conforta a la familia. Junto con la homilía
se reconoce como otro instrumento importante el hecho de promover en el seno de
las diócesis y las parroquias cursos que ayuden a los fieles a acercarse a las
Escrituras de modo adecuado. Se sugiere no tanto multiplicar iniciativas
pastorales, sino animar bíblicamente toda la pastoral familiar. Toda
circunstancia en la que la Iglesia está llamada a cuidar de los fieles, en el
ámbito de la familia, es una ocasión para que el Evangelio de la familia sea
anunciado, experimentado y apreciado.
11.
El conocimiento de los documentos conciliares y postconciliares del Magisterio
sobre la familia, de parte del pueblo de Dios, en general es escaso.
Ciertamente, los entendidos en ámbito teológico los conocen. Sin embargo, al
parecer estos textos no impregnan profundamente la mentalidad de los fieles.
También hay respuestas que reconocen con franqueza que, entre los fieles,
dichos documentos no se conocen en absoluto. En algunas respuestas, se observa
que a veces los documentos se perciben como realidades un poco “exclusivas”,
especialmente entre los laicos que no gozan de una preparación previa. Se nota
un cierto cansancio a la hora de tomar estos textos y estudiarlos. A menudo, si
no hay alguien preparado, que sea capaz de hacer una introducción a su lectura,
estos documentos se consideran difíciles de abordar. Sobre todo, se siente la
necesidad de mostrar el carácter existencial de las verdades que se afirman en
los documentos.
12.
Algunas de las observaciones recibidas imputan la responsabilidad de la escasa
difusión de este conocimiento a los pastores, que, según el juicio de algunos
fieles, no conocen en profundidad el tema matrimonio-familia de los documentos,
ni parece que tengan los instrumentos para desarrollar esta temática. De otras
observaciones recibidas, se deduce que los pastores, a veces, se sienten
inadecuados y faltos de preparación para tratar problemáticas relativas a la
sexualidad, la fecundidad y la procreación, de manera que con frecuencia se
prefiere no afrontar estos temas. En algunas respuestas, se
encuentra también una cierta insatisfacción respecto a algunos sacerdotes que
parece que sean indiferentes respecto a determinadas enseñanzas morales. Su
desacuerdo con la doctrina de la Iglesia genera confusión en el
pueblo de Dios. Por esto, se pide que los sacerdotes estén más preparados y
sean más responsables a la hora de explicar la Palabra de Dios y de presentar
los documentos de la Iglesia concernientes al matrimonio y la familia.
13.
Un buen número de Conferencias Episcopales observa que, si se transmite en
profundidad la enseñanza de la Iglesia con su genuina belleza, humana y
cristiana, ésta es aceptada con entusiasmo por gran parte de los fieles. Cuando
se logra mostrar una visión global del matrimonio y la familia según la fe
cristiana, se percibe su verdad, bondad y belleza. La enseñanza es mayormente
aceptada donde los fieles hacen un auténtico camino de fe, y no sienten sólo
una curiosidad improvisada sobre lo que piensa la Iglesia acerca de la moral sexual. Por
otra parte, numerosas respuestas confirman que, incluso cuando se conocen las
enseñanzas de la Iglesia sobre matrimonio y familia, muchos cristianos
manifiestan dificultades para aceptarlas integralmente. En general, se
mencionan elementos parciales de la doctrina cristiana, aunque relevantes, con
respecto a los cuales se observa una resistencia, de distintos grados, como por
ejemplo respecto al control de los nacimientos, el divorcio y las nuevas
nupcias, la homosexualidad, la convivencia, la fidelidad, las relaciones
prematrimoniales, la fecundación in vitro, etc. Muchas respuestas
confirman que, por el contrario, la enseñanza de la Iglesia sobre la dignidad y
el respeto por la vida humana es más amplia y fácilmente aceptada, al menos en
principio.
14.
Con razón, se señala que sería necesaria una mayor integración entre
espiritualidad familiar y moral, que también permitiría comprender mejor el
Magisterio de la Iglesia en ámbito de moral familiar. Alguna que otra
intervención constata la importancia de valorar elementos de las culturas
locales, que pueden ayudar a comprender el valor del Evangelio; es el caso de
gran parte de la cultura asiática, con frecuencia centrada en la familia. En
estos contextos, algunas Conferencias Episcopales afirman que no es difícil
integrar las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia con los valores sociales
y morales del pueblo, presentes en estas culturas. Con esto se quiere llamar la
atención sobre la importancia de la interculturalidad en el anuncio del
Evangelio de la familia. En definitiva, en las respuestas y observaciones
recibidas resulta evidente la necesidad de poner en marcha itinerarios
formativos concretos y posibles, que representen una introducción a las
verdades de la fe que atañen a la familia, sobre todo para poder apreciar su
profundo valor humano y existencial.
15.
Algunas Conferencias Episcopales ponen de relieve que el motivo de tanta
resistencia a las enseñanzas de la Iglesia acerca de la moral familiar es la
falta de una auténtica experiencia cristiana, de un encuentro personal y
comunitario con Cristo, que ninguna presentación —aunque sea correcta— de una
doctrina puede sustituir. En este contexto, se lamenta la insuficiencia de una
pastoral preocupada sólo de administrar los sacramentos, sin que a esto
corresponda una verdadera experiencia cristiana atrayente. Además, la gran
mayoría de las respuestas pone de relieve el creciente contraste entre los
valores que propone la Iglesia sobre matrimonio y familia y la situación social
y cultural diversificada en todo el planeta. Existe unanimidad en las
respuestas también en relación a los motivos de fondo de las dificultades a la
hora de acoger la enseñanza de la Iglesia: las nuevas tecnologías difusivas e
invasivas; la influencia de los medios de comunicación de masas; la cultura
hedonista; el relativismo; el materialismo; el individualismo; la creciente
secularización; el hecho de que prevalgan concepciones que han llevado a una
excesiva liberalización de las costumbres en sentido egoísta; la fragilidad de
las relaciones interpersonales; una cultura que rechaza decisiones definitivas,
condicionada por la precariedad, la provisionalidad, propia de una “sociedad
líquida”, del “usar y tirar”, del “todo y en seguida”; valores sostenidos por
la denominada “cultura del descarte” y de lo “provisional”, como recuerda frecuentemente
el Papa Francisco.
16.
Algunos recuerdan los obstáculos debidos al largo dominio de ideologías ateas
en numerosos países, que crearon una actitud de desconfianza respecto de las
enseñanzas religiosas en general. Otras respuestas hacen referencia a las
dificultades que encuentra la Iglesia ante las culturas tribales y las
tradiciones ancestrales, en las que el matrimonio tiene características
bastante diferentes respecto a la visión cristiana, como por ejemplo el hecho
de sostener la poligamia u otras visiones que contrastan con la idea de
matrimonio indisoluble y monogámico. Está claro que los cristianos que viven en
estos contextos necesitan un fuerte apoyo de parte de la Iglesia y las
comunidades cristianas.
17.
Muchas respuestas plantean el tema de la necesidad de encontrar nuevos modos
para transmitir las enseñanzas de la Iglesia sobre matrimonio y familia. Mucho
depende de la madurez de la Iglesia particular, de su tradición al respecto y
de los recursos efectivos disponibles sobre el territorio. Sobre todo, se
reconoce la necesidad de formar agentes pastorales capaces de mediar el mensaje
cristiano de modo culturalmente adecuado. En cualquier caso, casi la totalidad
de las respuestas afirma que, a nivel nacional, existe una Comisión para la
Pastoral de la Familia y el Directorio de la Pastoral Familiar. Generalmente,
las Conferencias Episcopales proponen la enseñanza de la Iglesia mediante
documentos, simposios y una animación capilar; así como, a nivel diocesano, se
trabaja mediante varios organismos y comisiones. Ciertamente tampoco faltan
respuestas que revelan una situación difícil para la organización eclesial, en
la que faltan recursos económicos y humanos para poder organizar de modo
continuado una catequesis sobre la familia.
18.
Muchos recuerdan que es decisivo establecer relaciones con centros académicos
adecuados y preparados sobre temáticas familiares, a nivel doctrinal,
espiritual y pastoral. En algunas respuestas, se refiere acerca de conexiones a
nivel internacional entre centros universitarios y diócesis, incluso en zonas
periféricas de la Iglesia, que resultan provechosas para promover momentos
formativos de calidad sobre matrimonio y familia. Un ejemplo, varias veces
citado en las respuestas, es la colaboración con el Pontificio
Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre matrimonio y familia de
Roma, con diversas sedes en todo el mundo. Al respecto, varias Conferencias
Episcopales recuerdan la importancia de desarrollar las intuiciones de San Juan
Pablo II sobre la teología del cuerpo, en las cuales se propone un acercamiento
fecundo a las temáticas de la familia, con sensibilidad existencial y
antropológica, abierto a las nuevas instancias emergentes en nuestro tiempo.
19.
Por último, es una consideración común que la catequesis sobre matrimonio y
familia hoy no se puede limitar solamente a la preparación de la pareja al
matrimonio; es necesaria una dinámica de acompañamiento vinculado a la
experiencia que, mediante testigos, muestre la belleza de lo que nos transmiten
el Evangelio y los documentos del Magisterio de la Iglesia sobre la familia.
Mucho antes de que se presenten para el matrimonio, los jóvenes necesitan que
se les ayude a conocer lo que la Iglesia enseña y por qué lo enseña. Muchas
respuestas ponen de relieve la función de los padres en la catequesis
específica sobre la familia. Los padres tienen un rol insustituible en la
formación cristiana de los hijos en relación al Evangelio de la familia. Esta
tarea requiere una profunda comprensión de su vocación a la luz de la doctrina
de la Iglesia. Su testimonio ya es una catequesis viviente, no sólo en la
Iglesia, sino también en la sociedad.
20.
En el contexto de la acogida de la enseñanza de la Iglesia sobre matrimonio y
familia es necesario tener presente el tema de la ley natural. Aquí se
considera el hecho que los documentos magisteriales a menudo hacen referencia a
este vocabulario, que hoy presenta dificultades. La perplejidad acerca del
concepto de ley natural —que hoy existe a gran escala—suele repercutir de modo
problemático en algunos elementos de la doctrina cristiana sobre el tema. En
realidad, lo que subyace en la relación entre Evangelio de la familia y ley
natural no es tanto la defensa de un concepto filosófico abstracto, como la
necesaria relación que el Evangelio establece con lo humano en todas sus
declinaciones históricas y culturales. «La ley natural responde así a la
exigencia de fundar sobre la razón los derechos del hombre y hace posible un
diálogo intercultural e interreligioso» (CTI, En busca de una ética universal: una
mirada nueva sobre la ley natural, 35).
21.
A la luz de cuanto la Iglesia ha sostenido a lo largo de los siglos, examinando
la relación entre el Evangelio de la familia y la experiencia común a toda
persona, es posible considerar los numerosos problemas que se ponen de relieve
en las respuestas al cuestionario respecto al tema de la ley natural. Para la
gran mayoría de las respuestas y observaciones, en los distintos contextos
culturales, hoy el concepto de “ley natural” resulta ser, como tal, bastante
problemático, incluso incomprensible. Se trata de una expresión que se entiende
de modos diferentes o sencillamente no se entiende. Numerosas Conferencias
Episcopales, en contextos extremadamente distintos, afirman que, aunque la
dimensión esponsal de la relación entre hombre y mujer generalmente se acepta
como una realidad vivida, esto no se interpreta conformemente a una ley
universalmente dada. Sólo un número muy restringido de respuestas y
observaciones pone de relieve una adecuada comprensión de dicha ley a nivel
popular.
22.
Asimismo, de las respuestas y observaciones resulta que el adjetivo “natural”
suele ser interpretado según un matiz subjetivo de “espontáneo”. Las personas
son orientadas a valorar el sentimiento y la emotividad; dimensiones
consideradas “auténticas” y “originales” y, por tanto, que “naturalmente” hay
que seguir. Las visiones antropológicas subyacentes recuerdan, por una parte,
la autonomía de la libertad humana, no necesariamente vinculada a un orden
objetivo natural, y, por otra, la aspiración a la felicidad del ser humano,
entendida como realización de los propios deseos. Por consiguiente, la ley
natural se percibe como una herencia anticuada. Hoy, no sólo en Occidente, sino
progresivamente en todas partes en la tierra, la investigación científica
representa un serio desafío al concepto de naturaleza. La evolución, la
biología y las neurociencias, al confrontarse con la idea tradicional de ley natural,
llegan a la conclusión de que ésta no se puede considerar “científica”.
23.
También la noción de “derechos humanos” se ve generalmente como una referencia
a la autodeterminación del sujeto, no anclada en la idea de ley natural. Al
respecto, muchos observan que los sistemas legislativos de numerosos países se
encuentran con que tienen que reglamentar situaciones contrarias al dictado
tradicional de la ley natural (por ejemplo, la fecundación in vitro,
las uniones homosexuales, la manipulación de embriones humanos, el aborto,
etc.). En este contexto, se sitúa la creciente generalización de la ideología
denominada gender theory, según la cual el genderde
cada individuo resulta ser sólo el producto de condicionamientos y necesidades
sociales, dejando de este modo de tener plena correspondencia con la sexualidad
biológica.
24.
Además se señala ampliamente que lo que establece la ley civil —basándose en el
positivismo jurídico, cada vez más dominante— se convierte también en
moralmente aceptable en la mentalidad común. Lo que es “natural” lo suelen
definir solamente el individuo y la sociedad, que se han convertido en los
únicos jueces para las decisiones éticas. La relativización del concepto de
“naturaleza” se refleja también en el concepto de “duración” estable en
relación a la unión matrimonial. Hoy, un amor se considera “para siempre” sólo
en relación a cuánto puede durar efectivamente.
25.
Si, por una parte, se asiste a una pérdida de significado de la “ley natural”,
por otra, como refieren varias Conferencias Episcopales de África, Oceanía y
Asia oriental, en algunas regiones es la poligamia lo que se considera
“natural”, así como también se considera “natural” repudiar a una mujer que no
pueda dar hijos —y, entre estos, hijos varones— al marido. En otros términos,
emerge que, desde el punto de vista de la cultura generalizada, la ley natural
ya no se puede considerar universal, puesto que ya no existe un sistema de
referencia común.
26.
En las respuestas se pone de manifiesto la convicción generalizada del hecho
que la distinción de los sexos posee un fundamento natural en la existencia
humana. Existe, por tanto, gracias a la fuerza de la tradición, de la cultura y
de la intuición, el deseo de mantener la unión entre el hombre y la mujer. La
ley natural, pues, es universalmente aceptada “de hecho” por los fieles, aunque
no se vea la necesidad de justificarla teóricamente. Puesto que el venir a
menos del concepto de ley natural tiende a disolver el vínculo entre amor,
sexualidad y fertilidad, entendidos como esencia del matrimonio, muchos
aspectos de la moral sexual de la Iglesia hoy no se entienden. En esto se basa
una cierta crítica a la ley natural, incluso de parte de algunos teólogos.
27.
Considerando el escaso uso que se hace actualmente de la referencia a la ley
natural en numerosas realidades académicas, las contestaciones mayores
provienen de la práctica afianzada del divorcio, de la convivencia, de la
contracepción, de los procedimientos artificiales de procreación y de las
uniones homosexuales. Entre las poblaciones más pobres y menos influenciadas
por el pensamiento de Occidente —aquí se hace referencia, en particular, a
algunos Estados africanos— se han puesto de relieve otros tipos de contestación
de esta ley, como los fenómenos del machismo, la poligamia, los
matrimonios entre adolescentes y preadolescentes, el divorcio en caso de
esterilidad o, en cualquier caso, de falta de descendencia masculina, así como
el incesto y otras prácticas aberrantes.
28.
En casi todas las respuestas, incluidas las observaciones, se registra el
número creciente de casos de familias “ampliadas”, sobre todo por la presencia
de hijos de partners diferentes. En la sociedad occidental, en
nuestros días son también numerosos los casos en los que los hijos, además de
tener padres separados o divorciados —ya se hayan o no se hayan vuelto a casar—
se encuentran con que los abuelos están en la misma situación. Asimismo,
especialmente en Europa y en América del Norte (pero también en Estados de Asia
oriental), se hallan casos en neto crecimiento de uniones matrimoniales que no
están abiertas a la vida, así como de personas que se plantean su vida comosingles.
También aumentan netamente las familias monoparentales. En esos mismos
continentes se asiste simultáneamente a un vertiginoso aumento de la edad
matrimonial. Muchas veces, en especial modo en los Estados del norte de Europa
y de América septentrional, los hijos se perciben como un obstáculo al bienestar
de la persona y de la pareja.
29.
Digna de mención es la voluntad de reconocer a nivel civil, en particular en
algunas zonas de Asia, las uniones denominadas “multipersonales” entre
individuos de orientaciones y de identidades sexuales distintas, basadas sólo
en sus propias necesidades y en sus carencias individuales y subjetivas. En
síntesis, se suele acentuar el derecho a la libertad individual sin compromiso:
las personas se “construyen” sólo en base a sus propios deseos individuales. Lo
que se juzga cada vez más “natural” es más que nada la “autorreferencialidad”
de la gestión de los propios deseos y aspiraciones. A esto contribuye
notablemente la influencia insistente de los medios de comunicación y el estilo
de vida que exhiben algunas figuras del deporte y del espectáculo; aspectos,
éstos, que ejercen su influencia también en los países en los cuales la cultura
familiar tradicional parece haber resistido (África, Oriente Medio y Asia
centro-meridional).
30.
La exigencia subyacente al uso tradicional de la expresión “ley natural”
impulsa a mejorar el lenguaje y el marco conceptual de referencia, a fin de
comunicar los valores del Evangelio de modo comprensible al hombre de hoy. En
particular, de la gran mayoría de las respuestas y, todavía más, de las
observaciones, emerge la necesidad de hacer mayor hincapié, decididamente, en
el papel de la Palabra de Dios como instrumento privilegiado en la concepción
de la vida conyugal y familiar. Se recomienda una mayor referencia al mundo
bíblico, a sus lenguajes y formas narrativas. En ese sentido, es digna de
relieve la propuesta de tematizar y profundizar el concepto, de inspiración
bíblica, de “orden de la creación”, como posibilidad de releer de modo
existencialmente más significativo la “ley natural” (cfr. la idea de ley
escrita en el corazón en Rom 1,19-21 y 2,14-15). Se propone,
asimismo, la insistencia en los lenguajes accesibles, como por ejemplo el
lenguaje simbólico que utiliza la liturgia. Se recomienda también la atención
al mundo juvenil, que hay que asumir como interlocutor directo, incluso sobre
estos temas.
31.
La familia es reconocida en el pueblo de Dios como un bien inestimable, el
ambiente natural de crecimiento de la vida, una escuela de humanidad, de amor y
de esperanza para la sociedad. Sigue siendo un espacio privilegiado en el que
Cristo revela el misterio y la vocación del hombre. Junto a la afirmación
compartida de este dato originario, la gran mayoría de las respuestas afirma
que la familia puede ser ese lugar privilegiado, dejando entender —y a veces
constatando explícitamente— que existe una distancia preocupante entre la
familia en las formas como se la conoce hoy y la enseñanza de la Iglesia al
respecto. La familia se encuentra objetivamente en un momento muy difícil, con
realidades, historias y sufrimientos complejos, que requieren una mirada compasiva
y comprensiva. Esta mirada es lo que permite a la Iglesia acompañar a las
familias como son en la realidad y a partir de aquí anunciar el Evangelio de la
familia según su necesidades específicas.
32.
Se reconoce en las respuestas que durante muchos siglos la familia ha tenido un
rol significativo en el seno de la sociedad: en efecto, ésta es el primer lugar
en el que la persona se forma en la sociedad y para la sociedad. Al ser
reconocida como el lugar natural para el desarrollo de la persona, es también
el fundamento de toda sociedad y Estado. En síntesis, es definida como la
“primera sociedad humana”. La familia es el lugar en el que se transmiten y se
pueden aprender desde los primeros años de vida valores como la fraternidad, la
lealtad, el amor por la verdad y el trabajo, el respeto y la solidaridad entre
las generaciones, así como el arte de la comunicación y la alegría. Es el
espacio privilegiado para vivir y promover la dignidad y los derechos del
hombre y la mujer. La familia, basada en el matrimonio, representa el ámbito de
formación integral de los futuros ciudadanos de un país.
33.
Uno de los grandes desafíos de la familia contemporánea consiste en el intento
de su privatización. Existe el riesgo de olvidar que la familia es la «célula
fundamental de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la
diferencia y a pertenecer a otros» (EG 66).
Es preciso proponer una visión abierta de la familia, fuente de capital social,
es decir, de virtudes esenciales para la vida común. En la familia se aprende
lo que es el bien común, porque en familia se puede hacer experiencia de la
bondad de vivir juntos. Sin familia el hombre no puede salir de su
individualismo, ya que sólo en ella se aprende la fuerza del amor para sostener
la vida, y «sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a
los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la
utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir
juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar» (LF 51).
34.
Será preciso reflexionar sobre lo que quiere decir hoy promover una pastoral
capaz de estimular la participación de la familia en la sociedad. Las familias
no son sólo una entidad que el Estado debe proteger, sino que deben recuperar
su papel como sujetos sociales. En este contexto, son numerosos los desafíos
para las familias: la relación entre la familia y el mundo del trabajo, entre
la familia y la educación, entre la familia y la salud; la capacidad de unir
entre ellas a las generaciones, a fin de que jóvenes y ancianos no sean
abandonados; el desarrollo de un derecho de familia que tenga en cuenta de sus
específicas relaciones; la promoción de leyes justas, como las que garantizan
la defensa de la vida humana desde su concepción y las que promueven la bondad
social del matrimonio auténtico entre el hombre y la mujer.
35.
Un cierto número de respuestas hace hincapié en la imagen de la Trinidad
reflejada en la familia. La experiencia del amor mutuo entre los esposos ayuda
a comprender la vida trinitaria como amor: mediante la comunión que viven en
familia los niños pueden entrever una imagen de la Trinidad. Recientemente, el
Santo Padre Francisco recordó en sus catequesis sobre los sacramentos que
«cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del Matrimonio, Dios, por
decirlo así, se “refleja” en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el
carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por
nosotros. También Dios, en efecto, es comunión: las tres Personas del Padre,
Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y
es precisamente este el misterio del matrimonio: Dios hace de los dos esposos
una sola existencia» (Audiencia general del 2 de abril de 2014).
36.
De manera casi constante, en las respuestas se subraya la importancia de la
familia de Nazaret como modelo y ejemplo para la familia cristiana. El misterio
de la Encarnación del Verbo en el seno de una familia nos revela que ésta es un
lugar privilegiado para la revelación de Dios al hombre. De hecho, se reconoce
que precisamente la familia es el lugar ordinario y cotidiano del encuentro con
Cristo. El pueblo cristiano mira a la familia de Nazaret como ejemplo de
relación y de amor, como punto de referencia para toda realidad familiar y como
consuelo en la tribulación. A la familia de Nazaret la Iglesia se dirige para
encomendar a las familias en su realidad concreta de alegría, esperanza y
dolor.
37.
Las respuestas recibidas ponen de relieve la importancia del amor vivido en
familia, definida como “signo eficaz de la existencia del amor de Dios”,
“santuario del amor y de la vida”. La primera experiencia de amor y de relación
tiene lugar en familia: se subraya la necesidad de que cada niño cuente con el
calor y el cuidado protector de los padres y viva en una casa donde habita la
paz. Los niños deben poder percibir que Jesús está con ellos y nunca están
solos. La soledad de los niños a causa de la mayor fragilidad de los vínculos
familiares está presente, en particular, en algunas áreas geográficas.
Asimismo, las correcciones deben tener como finalidad que los niños puedan
crecer en un ambiente familiar donde se viva el amor, y los padres realicen su
vocación a ser colaboradores de Dios en el desarrollo de la familia humana.
38.
Se subraya con insistencia el valor formativo del amor que se vive en familia,
no sólo para los hijos, sino para todos sus miembros. Así, se define a la
familia “escuela de amor”, “escuela de comunión”, “escuela de relaciones”, el
lugar privilegiado donde se aprende a construir relaciones significativas, que
ayuden al desarrollo de la persona hasta llegar a la capacidad de entregarse.
Algunas respuestas subrayan que el conocimiento del misterio y la vocación de
la persona humana está vinculado al reconocimiento y a la acogida en el seno de
la familia de los diferentes dones y capacidades de cada uno. Emerge aquí la
idea de la familia como “primera escuela de humanidad”: en esto se la considera
insustituible.
39.
El papel de los padres, primeros educadores en la fe, se considera esencial y
vital. No pocas veces se hace hincapié en el testimonio de su fidelidad y, en
particular, en la belleza de su diferencia; a veces se afirma simplemente la
importancia de los distintos roles de padre y madre. En otros casos, se subraya
el carácter positivo de la libertad, la igualdad entre los cónyuges y su
reciprocidad, así como la necesidad de que ambos padres participen tanto en la
educación de los hijos como en las tareas domésticas, como afirman algunas
respuestas, llegadas sobre todo de Europa.
40.
En relación a la diferencia, a veces también se subraya la riqueza de la
diferencia intergeneracional que se puede experimentar en familia, en cuyo seno
se viven acontecimientos decisivos como el nacimiento y la muerte, los éxitos y
las desventuras, los logros alcanzados y las desilusiones. A través de estos y
otros acontecimientos, la familia se convierte en el lugar en el cual los hijos
crecen en el respeto de la vida y la formación de su personalidad, atravesando
cada período de su existencia.
41.
En las respuestas se pone de relieve con insistencia la importancia de que los
padres compartan y expliciten su fe, comenzando por el estilo de vida de la
pareja en la relación entre ellos y con los hijos, pero también compartiendo su
conocimiento y conciencia de Cristo, que —como constantemente se ha
recalcado—debe estar en el centro de la familia. Así, en el contexto de una
sociedad plural, los padres pueden ofrecer a sus hijos una orientación básica
para la vida, que les sostenga incluso después de la infancia. Por esto, se
afirma la necesidad de crear un espacio y un tiempo para estar juntos en
familia y la necesidad de una comunicación abierta y sincera, en un diálogo
constante.
42.
Se subraya unánimemente la importancia de la oración en familia, como Iglesia
doméstica (cfr.LG 11),
donde alimentar una verdadera “cultura familiar de oración”. El auténtico
conocimiento de Jesucristo, en efecto, se promueve en familia con la oración
personal y, en particular, familiar, según las formas específicas y las
ritualidades domésticas, que se consideran un modo eficaz para transmitir la fe
a los niños. Asimismo, se insiste mucho en la lectura de la Escritura en común,
así como en otras formas de oración, como la bendición de la mesa y el rezo del
rosario. Se precisa, sin embargo, que la familia Iglesia doméstica no puede
sustituir a la comunidad parroquial; además, se subraya la importancia de la
participación familiar en la vida sacramental, en la Eucaristía dominical y en
los sacramentos de la iniciación cristiana. En varias respuestas se subraya
también la importancia de vivir el sacramento de la reconciliación y la
devoción mariana.
43.
Se subraya, por otra parte, la importancia de la familia para un desarrollo
integral: la familia resulta fundamental para la maduración de los procesos
afectivos y cognitivos que son decisivos para la estructuración de la persona.
En cuanto ambiente vital en el que se forma la persona, la familia es a su vez
fuente de la que brota la conciencia de ser hijos de Dios, llamados por
vocación al amor. Otros lugares contribuyen al crecimiento de la persona, como
la convivencia social, el mundo del trabajo, la política, la vida eclesial; sin
embargo, se reconoce que los fundamentos humanos que se adquieren en familia
permiten acceder a otros niveles de socialización y estructuración.
44.
La familia debe afrontar diariamente numerosas dificultades y pruebas, como
señalan muchas respuestas. Ser una familia cristiana no garantiza
automáticamente la inmunidad a crisis incluso profundas, aunque al pasar por
ellas la familia se consolida, llegando así a reconocer su vocación originaria
en el designio de Dios, con el sostén de la acción pastoral. La familia es una
realidad ya “dada” y asegurada por Cristo, y al mismo tiempo es una realidad
que hay que “construir” cada día con paciencia, comprensión y amor.
45.
Un dato importante que emerge de las respuestas es que frente a situaciones
bastante difíciles, muchas personas, sobre todo jóvenes, perciben el valor del
vínculo estable y duradero, un verdadero deseo de matrimonio y familia, en el
que realizar un amor fiel e indisoluble, que dé serenidad para el crecimiento
humano y espiritual. El “deseo de familia” se revela como un verdadero signo de
los tiempos, que hay que acoger como ocasión pastoral.
46.
Es necesario que la Iglesia cuide de las familias que viven en situaciones de
crisis y de estrés; que la familia sea acompañada durante todo el ciclo de la
vida. La calidad de las relaciones en el seno de la familia debe ser una de las
preocupaciones cruciales de la Iglesia. El primer apoyo viene de una parroquia
vivida como “familia de familias”, identificada como el centro principal de una
nueva pastoral, hecha de acogida y acompañamiento, vivido con misericordia y
ternura. Se señala la importancia de organizaciones parroquiales que sostengan
a la familia.
47.
En algunos casos, además, urge la necesidad de acompañar situaciones en las que
los vínculos familiares están amenazados por la violencia doméstica, con
intervenciones de sostén adecuadas para resanar las heridas sufridas y extirpar
las causas que las determinaron. Donde dominan abuso, violencia y abandono no
puede haber ni crecimiento ni percepción alguna del propio valor.
48.
Se subraya, por último, la importancia de una estrecha colaboración entre las
familias/casas y la parroquia, en la misión de evangelización, así como la
necesidad de que la familia participe activamente en la vida parroquial,
mediante actividades de subsidiariedad y solidaridad en favor de otras familias.
Al respecto, se menciona la ayuda preciosa de comunidades compuestas por
familias. También la pertenencia a movimientos y asociaciones puede resultar
particularmente significativa desde el punto de vista del sostén.
49.
Se subraya con mucha frecuencia la necesidad de una pastoral familiar que
aspire a una formación constante y sistemática sobre el valor del matrimonio
como vocación, sobre el redescubrimiento del ser padres (paternidad y
maternidad) como un don. El acompañamiento de la pareja no se debe limitar a la
preparación al matrimonio, respeto a la cual se señala —por otra parte—la
necesidad de revisar los itinerarios formativos. Se pone de relieve más bien la
necesidad de una formación más constante y articulada: bíblica, teológica,
espiritual, pero también humana y existencial. Se hace presente la necesidad de
que la catequesis asuma una dimensión intergeneracional, implicando activamente
a los padres en el camino de iniciación cristiana de sus hijos. En algunas
respuestas se observa una particular atención a las fiestas litúrgicas, como el
tiempo de Navidad y sobre todo la fiesta de la Sagrada Familia, como momentos
preciosos para mostrar la importancia de la familia y comprender el contexto
humano en el cual Jesús creció, aprendió a hablar, amar, rezar y trabajar. Se
recomienda la necesidad de salvaguardar, en la medida de lo posible incluso
desde el punto de vista civil, el domingo como día del Señor; como día
favorable para el encuentro en la familia y con las demás familias.
50.
En el compromiso pastoral por la familia se observa una interesante
reciprocidad entre la responsabilidad de los pastores y los diversos carismas y
ministerios en la comunidad eclesial. Las experiencias más positivas se dan
precisamente cuando tiene lugar esta sinergia. Contemplando el compromiso de
tantos hermanos y hermanas en la pastoral de la familia, es posible imaginar
formas nuevas de presencia efectiva de la Iglesia, que tiene la valentía de
“salir” de sí misma animada por el Espíritu. Para representar esta riqueza nos
concentramos en algunos temas y pasamos revista a las distintas iniciativas y
estilos, de los cuales encontramos amplia muestra en las respuestas recibidas.
51.
Hay respuestas muy similares entre los diversos continentes acerca de la
preparación al matrimonio. Encontramos con frecuencia cursos en las parroquias,
seminarios y retiros de oración para parejas, en los que también participan
como animadores —además de los sacerdotes— parejas casadas de consolidada
experiencia familiar. En estos cursos, los objetivos son: la promoción de la
relación de pareja, con la conciencia y la libertad de la elección; el
conocimiento de los compromisos humanos, civiles y cristianos; el reanudar la
catequesis de la iniciación profundizando en el sacramento del matrimonio; el
estímulo a la participación de la pareja en la vida comunitaria y social.
52.
Algunas respuestas señalan la poca atención de los novios prometidos —en muchos
casos— a los cursos prematrimoniales. Por este motivo, en numerosos contextos
existe la tendencia a promover catequesis diferenciadas: para los jóvenes
incluso antes del noviazgo; para los padres de los novios; para las parejas de
casados; para las personas separadas; para la preparación al Bautismo; para el
conocimiento de los documentos pastorales de los Obispos y del Magisterio de la
Iglesia. En algunos países se señalan auténticas escuelas de preparación a la
vida matrimonial, dirigidas sobre todo a la educación y promoción de la mujer.
El discurso se diferencia en particular en las zonas en las que existe una
fuerte secularización, donde se constata una creciente distancia cultural de
las parejas respecto a la enseñanza de la Iglesia. Los cursos especialmente
prolongados no siempre son bien acogidos. En los cursos prematrimoniales,
normalmente, se propone a los prometidos el conocimiento de los métodos
naturales de regulación de la fertilidad. Esta propuesta se ofrece mediante el
testimonio y la guía de otras parejas.
53.
Algunas Conferencias Episcopales se quejan de que las parejas a menudo se
presentan en el último momento, cuando ya han fijado la fecha de la boda,
incluso cuando la pareja presenta aspectos que requerirían una atención
especial, como en el caso de la disparidad de culto (matrimonio entre un
bautizado y un no bautizado) o de una escasa formación cristiana. Otras
Conferencias recuerdan que los itinerarios a la preparación al sacramento del
matrimonio han mejorado en las últimas décadas; se ha tratado cada vez más de
transformar los “cursos” en “itinerarios”, en los que participen juntos
sacerdotes y esposos. Se observa que en los últimos años los contenidos de los
programas han sufrido un cambio substancial: se ha pasado de un servicio
orientado solamente al sacramento a un primer anuncio de la fe.
54.
En muchas partes del mundo hay iniciativas loables de preparación al
matrimonio: “nuevas comunidades” que promueven retiros, encuentros personales,
grupos de oración y de reflexión, así como para compartir experiencias,
peregrinaciones, festivales, congresos nacionales e internacionales de la
familia. Sin embargo, se observa que estos itinerarios, a menudo, son
percibidos más bien como una propuesta obligada que como una posibilidad de
crecimiento a la cual adherirse libremente. Otro momento importante es
ciertamente el coloquio de preparación al matrimonio con el párroco o su
encargado; se trata de un momento necesario para todas las parejas de novios. A
menudo las respuestas se quejan de que este momento no se utilice
suficientemente como una oportunidad para una discusión más profunda y en
consecuencia quede en un contexto más bien formal.
55.
Muchas respuestas explican que en los cursos propuestos se trata de introducir
nuevos temas, como la capacidad de escuchar al cónyuge, la vida sexual
conyugal, la solución de los conflictos. En algunos contextos, marcados por
tradiciones culturales más bien machistas, se pone de relieve la falta de
respeto a la mujer, de la que deriva un ejercicio del ser cónyuge no conforme a
la reciprocidad entre sujetos de igual dignidad. Desde algunas zonas marcadas
en el pasado por dictaduras ateas, al faltar con frecuencia los conocimientos
fundamentales sobre la fe, se indican nuevas formas de preparación de los
novios, como los retiros en los fines de semana, actividades en pequeños grupos
integradas con testimonios de parejas casadas. Se señalan también jornadas
diocesanas para la familia, vía crucis y ejercicios espirituales para familias.
56.
Algunas respuestas señalan que en algunos territorios, predominantemente
multirreligiosos y multiconfesionales, es preciso tener presente algunos
aspectos particulares, como el número considerable de matrimonios mixtos y de
disparidad de culto. Esto hace necesaria una adecuada preparación de parte de
los sacerdotes para acompañar a estas parejas. En las diócesis de Europa
oriental, con ocasión de la preparación a los matrimonios mixtos, se busca el
diálogo con las Iglesias ortodoxas. Hay testimonios interesantes que ilustran
las jornadas diocesanas con la presencia del Obispo y el testimonio de parejas
maduras en la fe. Se suelen crear ocasiones de relaciones entre familias, en
diálogo con las parejas ancianas, valorando iniciativas de cultura bíblica y
momentos de oración para los novios. Las parejas más maduras “apadrinan” a las
parejas jóvenes, que se preparan para el matrimonio.
57.
De las respuestas recibidas se deduce la necesidad de salvaguardar y promover
las diversas formas de piedad popular extendidas en los varios continentes para
sostener a la familia. A pesar de una cierta disgregación familiar, siguen
siendo significativas, como momentos de agregación de la familia, la devoción
mariana, las fiestas populares o las de los santos del lugar. Además de la
oración del rosario, en algunas realidades se reza el Ángelus. También
mantiene un cierto valor laperegrinatio Mariae y el pasarse un
icono o una estatua de la Virgen de una familia a otra, de una casa a otra.
Todavía se recuerda el valor de la “peregrinación del Evangelio”, que consiste
en llevar un icono y la Sagrada Escritura a las familias, con el compromiso de
leer regularmente la Biblia y rezar juntos durante un determinado período. Se
constata que entre las familias que cultivan estas formas de piedad, como la
“peregrinación de las familias”, se incrementan fuertes relaciones de amistad y
comunión. Muchos también señalan la importancia de promover el rezo de la
liturgia de las horas, la lectura de los Salmos y los demás textos de la
Sagrada Escritura en común. A veces también se recomienda la oración espontánea
con palabras propias, de agradecimiento y de petición de perdón. En algunas
naciones se pone de relieve la oración por las diversas circunstancias de la
vida: con ocasión del aniversario del bautismo, del matrimonio y de la muerte.
Algunos señalan que con frecuencia la oración familiar se practica durante los viajes,
el trabajo y la escuela; en determinados países, incluso utilizando la radio y
la televisión. Asimismo, se señala la aportación benéfica que las familias
reciben de la cercanía de los monasterios, gracias a los cuales se establece
una relación de carácter complementario entre vocación al matrimonio y vocación
a la vida consagrada. Lo mismo se constata respecto a la fecunda relación entre
esposos y presbíteros, en sus respectivas funciones.
58.
Muchas Conferencias Episcopales han testimoniado que las Iglesias particulares,
con su acción pastoral, sostienen la espiritualidad de la familia. De los
movimientos de espiritualidad viene una contribución específica a la promoción
de una pastoral familiar auténtica y eficaz en nuestro tiempo. Se observa que
existen situaciones eclesiales muy diferentes y caminos diferenciados de las
comunidades cristianas. Es evidente el hecho que las Iglesias locales deben
poder encontrar en esta realidad verdaderos recursos no sólo para promover
alguna iniciativa esporádica para las parejas, sino también para imaginar
itinerarios de pastoral familiar adecuados a nuestro tiempo. Algunas
intervenciones subrayan que, en muchas diócesis, se logra promover una
animación específica, una formación de parejas capaces de sostener a otras
parejas y una serie de iniciativas dirigidas a promover una verdadera
espiritualidad familiar. Algunos observan que a veces existe el riesgo de que
las comunidades locales, los movimientos, los grupos y las agregaciones
religiosas permanezcan cerrados en dinámicas parroquiales o agregativas
demasiado “autorreferenciales”. Por esto, es importante que esas realidades
vivan todo el horizonte eclesial en clave misionera, a fin de evitar el peligro
de la “autorreferencia”. Las familias que pertenecen a estas comunidades llevan
a cabo un apostolado vivo y han evangelizado a muchas otras familias; sus
miembros han ofrecido un testimonio creíble de la vida matrimonial fiel, de
estima recíproca, de unidad y de apertura a la vida.
59.
Un punto clave para la promoción de una pastoral familiar auténtica e incisiva
parece ser últimamente el testimonio de la pareja. Todas las respuestas señalan
este elemento. Es esencial el testimonio no sólo de coherencia con los
principios de la familia cristiana, sino también de la belleza y la alegría que
da acoger el anuncio evangélico en el matrimonio y la vida familiar. A su vez,
en la pastoral familiar se siente la necesidad de recorrer la via pulchritudinis,
o sea, el camino del testimonio cargado de atractivo de la familia vivida a la
luz del Evangelio y en constante unión con Dios. Se trata de mostrar también en
la vida familiar que «creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo,
sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo
profundo, aun en medio de las pruebas» (EG 167).
60.
Algunas Conferencias Episcopales señalan que, aunque en numerosas áreas
geográficas el éxito del matrimonio y la familia ya no se da por descontado, se
observa, sin embargo, que los jóvenes nutren una alta estima por los cónyuges
que, aun después de muchos años de matrimonio, siguen viviendo una opción de
vida marcada por el amor y la fidelidad. Por este motivo, entre otros, en
numerosas diócesis se celebran —en presencia de los Obispos— jubileos y fiestas
de agradecimiento por los cónyuges con muchos años de casados a sus espaldas.
En esta misma dirección, se reconoce el especial testimonio que dan los
cónyuges que permanecen al lado de su consorte pese a problemas y dificultades.
61.
En esta sección, se recopilan las respuestas y observaciones acerca de los
desafíos pastorales de la familia, que se articulan en tres cuestiones
fundamentales: la crisis de la fe en su relación con la familia; los desafíos
internos y los desafíos externos, relativos a la realidad familiar; algunas
situaciones difíciles, vinculadas a una cultura del individualismo y a la
desconfianza en las relaciones estables.
a)
La crisis de la fe y la vida familiar
62.
Algunas respuestas ponen de relieve que, en las situaciones en que la fe es
débil o inexistente en las realidades familiares, no se percibe a la parroquia
y la Iglesia en su conjunto como un sostén. Esto sucede probablemente por una
percepción equivocada y moralista de la vida eclesial, debida al contexto
socio-cultural en el que vivimos, en el cual está en crisis la institución
familiar en cuanto tal. El ideal de la familia se ve como una meta inalcanzable
y frustrante, en lugar de ser considerado como una indicación de un camino
posible, a través del cual aprender a vivir la propia vocación y misión. Cuando
los fieles perciben esta imposibilidad, la crisis en la pareja, en el
matrimonio o en la familia se transforma con frecuencia y gradualmente en una
crisis de fe. Por tanto, se plantea la pregunta sobre cómo actuar pastoralmente
en estos casos: qué hacer para que la Iglesia, en sus diversas articulaciones
pastorales, se muestre capaz de cuidar de las parejas en dificultad y de la
familia.
63.
Muchas respuestas observan que una crisis de fe puede ser la ocasión para
constatar el fracaso o una oportunidad para renovarse, descubriendo razones más
profundas para confirmar la unión conyugal. Así, la pérdida de valores e
incluso la disgregación de la familia, se pueden transformar en ocasión de
fortalecimiento del vínculo conyugal. Para superar la crisis puede ser una
ayuda el sostén de otras familias dispuestas a acompañar el difícil camino de
la pareja en crisis. En particular, se subraya la necesidad de que la parroquia
muestre su cercanía como una familia de familias.
b)
Situaciones críticas internas a la familia
64.
Hay una gran convergencia de parte de las respuestas a la hora de subrayar la
dificultad de relación y comunicación en familia como uno de los nudos críticos
relevantes. Se pone de relieve la insuficiencia e incluso la incapacidad de
construir relaciones familiares que superen los conflictos y tensiones entre
los cónyuges, debido a la falta de confianza mutua y de intimidad, al dominio
de un cónyuge sobre el otro, así como a los conflictos generacionales entre
padres y hijos. El drama que se vive en estas situaciones es la progresiva
desaparición de la posibilidad de diálogo, de tiempos y espacios de relación:
la falta de comunicación, el no compartir las cosas, hace que cada uno afronte
sus dificultades solo, sin ninguna experiencia de ser amado y de amar a su vez.
Por otra parte, en algunos contextos sociales, la falta de experiencia del
amor, en particular del amor paterno, es frecuente, y esto hace muy difícil la
experiencia del amor de Dios y de su paternidad. La debilidad de la figura del
padre en muchas familias genera fuertes desequilibrios en el núcleo familiar e
incertidumbre sobre su identidad en los hijos. Sin la experiencia diaria de
amor testimoniado, vivido y recibido resulta particularmente difícil el
descubrimiento de la persona de Cristo como Hijo de Dios y del amor de Dios
Padre.
65.
Aunque de distintos modos, las respuestas testimonian que en muchas
circunstancias existe una fragmentación y disgregación de numerosas realidades
familiares; el drama que se menciona constantemente y en primer lugar es el del
divorcio y la separación en la pareja, a veces favorecido por la pobreza. Entre
las otras situaciones críticas se mencionan: realidades familiares ampliadas,
en las que aparecen múltiples relaciones invasivas, o bien monoparentales (con
madres solas o adolescentes), las uniones de hecho, así como también las
uniones y la paternidad / maternidad homosexual (mencionada, en particular, en
Europa y América del Norte). En determinados contextos culturales, se recuerda
con insistencia la poligamia como uno de los factores que disgregan el tejido
familiar. A esto se añade el cerrarse de la familia a la vida. Muchos
episcopados subrayan con gran preocupación la enorme difusión de la práctica
del aborto. La cultura dominante en numerosos aspectos promueve una cultura de
muerte respecto a la vida naciente. Nos encontramos ante una cultura de la indiferencia
frente a la vida. De parte de los Estados, a veces, no se contribuye a una
adecuada tutela de los vínculos familiares, adoptando legislaciones que
favorecen el individualismo. Todo esto, entre la gente, crea una mentalidad
superficial sobre temas de importancia decisiva. No pocas intervenciones
subrayan que también una mentalidad anticonceptiva de hecho marca negativamente
las relaciones familiares.
66.
Asimismo, unánime y trasversal en las respuestas es la referencia a la
violencia psicológica, física y sexual, y a los abusos cometidos en familia en
perjuicio en particular de las mujeres y los niños, un fenómeno lamentablemente
no ocasional, ni esporádico, especialmente en determinados contextos. Se
recuerda también el terrible fenómeno del “feminicidio”, que con
frecuencia está vinculado a profundos trastornos afectivos o de relación y es
consecuencia de una falsa cultura de la posesión. Se trata de un dato realmente
inquietante, que interroga toda la sociedad y la pastoral familiar de la
Iglesia. En determinadas áreas geográficas (África, Asia y Oceanía) se señala
explícitamente la promiscuidad sexual en familia y el incesto, así como la
pedofilia y el abuso de niños. Al respecto, se menciona también el
autoritarismo de parte de los padres, que encuentra su expresión en la falta de
cuidado y atención a los hijos. La falta de consideración por los niños se une
al abandono de los hijos y a la carencia —subrayada reiteradamente— del sentido
de una paternidad responsable, que se niega no sólo a hacerse cargo de los
hijos, sino también educarlos, por lo que se encuentran totalmente abandonados
a sí mismos.
67.
Varios episcopados señalan el drama del comercio y la explotación de niños. Al
respecto, se afirma la necesidad de prestar especial atención a la plaga del
“turismo sexual” y a la prostitución que explota a los menores, especialmente
en los países en vías de desarrollo, creando desequilibrios en el seno de las
familias. Se subraya que tanto la violencia doméstica —en sus diferentes
aspectos—como el abandono y la disgregación familiar —en sus varias
formas—tienen un impacto significativo en la vida psicológica de la persona y,
por consiguiente, en la vida de fe, ya que el trauma psicológico mella de
manera negativa la visión, la percepción y la experiencia de Dios y de su amor.
68.
Entre las distintas situaciones críticas en el seno de la familia también se
mencionan constantemente las dependencias de alcohol y drogas, de la
pornografía, que a veces se usa y se comparte en familia, así como del juego de
azar y de los videojuegos, de internet y redes sociales. En cuanto a los medios
de comunicación, por una parte, se subraya repetidamente el impacto negativo
que tienen sobre la familia, debido en particular a la imagen de familia
transmitida y al hecho de que ofrecen antimodelos, que proponen valores
equivocados, que confunden. Por otra, se insiste en los problemas relacionales
que los medios de comunicación, junto con las redes sociales e internet, crean
en el seno de la familia. De hecho, televisión, smartphone y ordenadores pueden
resultar un impedimento real al diálogo entre los miembros de la familia, al
alimentar relaciones fragmentadas y alienación: también en familia se suele
comunicar cada vez más mediante la tecnología. De este modo, se acaban viviendo
relaciones virtuales entre los miembros de la familia, en las que los medios de
comunicación y el acceso a internet sustituyen cada vez más las relaciones. Al
respecto, se observa que además del riesgo de disgregación y desunión familiar,
existe la posibilidad de que el mundo virtual se convierta en una auténtica
realidad sustitutiva (en particular en Europa, América del Norte y Asia). Las
respuestas subrayan reiteradamente que estos instrumentos se apoderan incluso
del tiempo libre para la familia.
69.
Se subraya, además, el fenómeno creciente en la era de internet del overload informativo
(information overloading): el aumento exponencial de la información
recibida, al que con frecuencia no corresponde un aumento de su calidad, junto
a la imposibilidad de verificar siempre la credibilidad de las informaciones
disponibles on line. El progreso tecnológico es un desafío global
para la familia, en cuyo seno causa rápidos cambios de vida respecto a los
valores, las relaciones y los equilibrios internos. Los puntos críticos surgen,
por tanto, con más evidencia donde en familia falta una educación adecuada al
uso de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías.
c)
Presiones externas a la familia
70.
En las respuestas, es unánime la referencia al impacto de la actividad laboral
en los equilibrios familiares. En primer lugar, se registra la dificultad de
organizar la vida familiar común en el contexto de una repercusión dominante
del trabajo, que exige de la familia cada vez mayor flexibilidad. Los ritmos de
trabajo son intensos y en determinados casos extenuantes; los horarios son a
menudo demasiado largos y a veces se extienden incluso al domingo: todo esto
resulta un obstáculo a la posibilidad de estar juntos. A causa de una vida cada
vez más convulsa, son raros los momentos de paz e intimidad familiar. En
algunas áreas geográficas, se pone de relieve el precio que paga la familia por
el crecimiento y el desarrollo económico, a lo que se añade la repercusión
mucho más vasta de los efectos producidos por la crisis económica y por la
inestabilidad del mercado de trabajo. La creciente precariedad laboral, junto
con el crecimiento del desempleo y la consiguiente necesidad de desplazamientos
cada vez más largos para trabajar, tienen graves consecuencias sobre la vida
familiar, producen —entre otras cosas— un debilitamiento de las relaciones, un
progresivo aislamiento de las personas con el consiguiente aumento de la
ansiedad.
71.
En diálogo con el Estado y las entidades públicas, se espera de parte de la
Iglesia una acción de apoyo concreto para un empleo digno, para salarios
justos, para una política fiscal en favor de la familia, así como la activación
de una ayuda para las familias y los hijos. Se señala, al respecto, la falta
frecuente de leyes que tutelen a la familia en el ámbito del trabajo y, en particular,
a la mujer-madre trabajadora. Se constata, por otra parte, que el área del
sostén y del compromiso civil en favor de las familias es un ámbito en el que
la acción común, así como la creación de redes con organizaciones que persigan
objetivos semejantes, es aconsejable y provechosa.
72.
En relación al ámbito laboral, se subraya también la incidencia que tiene la
emigración sobre el tejido familiar: para hacer frente a los problemas de
subsistencia, los padres y, en número creciente, las madres, se ven obligados a
abandonar la familia por motivos laborales. La lejanía de uno de los padres
tiene consecuencias graves tanto en los equilibrios familiares como en la
educación de los hijos. Al mismo tiempo, se recuerda que el envío de dinero a
la familia de parte del cónyuge que vive lejos, puede generar una especie de
dependencia de los otros familiares. En referencia a esta situación, se señala
la necesidad de facilitar la reunificación familiar mediante la promoción de políticas
adecuadas.
73.
En las respuestas y observaciones, se insiste de manera generalizada en las
estrecheces económicas que atenazan a las familias, así como en la falta de
medios materiales, la pobreza y la lucha por la subsistencia. Se trata de un
fenómeno extendido, que no afecta sólo a los países en vías de desarrollo, sino
que se menciona con insistencia también en Europa y en América del Norte. Se
constata que en casos de pobreza extrema y creciente, la familia debe luchar
por la subsistencia, en la cual concentra la mayor parte de sus energías.
Algunas observaciones piden una palabra profética fuerte de parte de la Iglesia
en relación a la pobreza, que pone a dura prueba la vida familiar. Una Iglesia
«pobre y para los pobres», se afirma, no debería dejar de hacer oír bien alto
su voz en este ámbito.
74.
Entre las varias presiones culturales sobre la familia también se menciona —de
manera constante— el consumismo, que tiene fuertes consecuencias sobre la
calidad de las relaciones familiares, centradas cada vez más en “tener” en
lugar que en “ser”. La mentalidad consumista se menciona, en particular, en
Europa, incluso en referencia al “hijo a toda costa” y a los consiguientes
métodos de procreación artificial. Por otra parte, se mencionan el afán de
hacer carrera y la competitividad como situaciones críticas que influyen en la
vida familiar. Se subraya, sobre todo en Occidente, una privatización de la
vida, la fe y de la ética: a la conciencia y a la libertad individual se
confiere el papel de valor de referencia absoluto, que determina el bien y el
mal. Asimismo, se recuerda el influjo de una cultura “sensorial” y de lo
efímero. A este propósito, se recuerdan las expresiones del Papa Francisco
sobre la cultura de lo provisional y del descarte, que incide fuertemente sobre
la frágil perseverancia de las relaciones afectivas y con frecuencia es causa
de profundo malestar y precariedad de la vida familiar.
75.
Con frecuencia y con extendida distribución a nivel geográfico, aparece en las
respuestas la mención relevante de los escándalos sexuales en el seno de la
Iglesia (pedofilia, en particular), así como en general la de una experiencia
negativa con el clero o con algunas otras personas. Sobre todo en América del
Norte y en Europa septentrional, se denuncia una significativa pérdida de
credibilidad moral a causa de los escándalos sexuales. A esto se añade el
estilo de vida a veces vistosamente acomodado de los presbíteros, así como la
incoherencia entre su enseñanza y su conducta de vida. Además, se recuerda el
comportamiento de aquellos fieles que viven y practican su fe “de manera
teatral”, faltando a la verdad y humildad que requiere el espíritu evangélico.
En particular, se subraya la percepción del rechazo respecto a personas
separadas, divorciadas o padres y madres solteros de parte de algunas
comunidades parroquiales, así como el comportamiento intransigente y poco
sensible de presbíteros o, más en general, la actitud de la Iglesia, que en
numerosos casos se percibe como excluyente y no como la de una Iglesia que
acompaña y sostiene. En ese sentido, se siente la necesidad de una pastoral
abierta y positiva, que sea capaz de volver a dar confianza en la institución,
mediante un testimonio creíble de todos sus miembros.
d)
Algunas situaciones particulares
76.
Al lado de estas situaciones críticas, internas y externas a la familia, se
hallan otras en particulares áreas geográficas, como por ejemplo en el área
asiática, y no exclusivamente, donde las fuertes expectativas familiares y
sociales influyen en la persona, desde su infancia. La familia considera como
objetivo prioritario alcanzar buenos resultados escolares y títulos de estudio
(credentialism), a los que se atribuye un valor excesivo. A parte de
cargar a los hijos de expectativas, en algunas áreas, se señala el impacto
negativo que tiene sobre la familia el hecho de frecuentar cursos finalizados a
obtener metas formativas particulares, después de los horarios escolares, hasta
la noche, con el fin de obtener mejores resultados (cram schools). En
estos casos, la vida familiar y la vida de fe se resienten, así como la falta
de tiempo libre para dedicar al juego de los niños, al descanso y al sueño. La
presión de las expectativas a veces es tan fuerte, que conlleva procesos de
exclusión social, que incluso acaban en suicidio. Se recuerda, por último, la
dificultad —que deriva del específico contexto cultural y social— de afrontar y
comentar abiertamente, tanto en la sociedad como en la Iglesia, este tipo de
problemas.
77.
En particular en África y en Oriente Medio, se recuerda el impacto de la guerra
sobre la familia, que causa muerte violenta, destrucción de las viviendas,
necesidad de huir, abandonando todo, para refugiarse en otra parte. Con
referencia a algunas regiones, también se señala el efecto de la disgregación
social provocado por la guerra, que a veces incluye el hecho de verse obligado
a abandonar la propia comunidad cristiana y la fe, sobre todo de parte de
enteras familias en situación de pobreza.
78.
En algunas áreas geográficas —como en Asia y en África del Norte—, dado el
escaso porcentaje de católicos, un gran número de familias está compuesto por
un cónyuge católico y otro de otra religión. Algunas respuestas, aun
reconociendo la gran riqueza para la Iglesia de las parejas mixtas, ponen de
relieve la dificultad inherente a la educación cristiana de los hijos,
especialmente donde la ley civil condiciona la pertenencia religiosa de los
hijos de la pareja. A veces, la disparidad de culto en familia se configura
como una oportunidad o un desafío para el crecimiento en la fe cristiana.
79.
Entre los factores que repercuten en las dificultades familiares, además de las
enfermedades físicas, entre las cuales el SIDA, se señalan: la enfermedad
mental, la depresión, la experiencia de la muerte de un hijo o de un cónyuge.
Al respecto, se siente la necesidad de promover una propuesta pastoral que se
haga cargo del contexto familiar, marcado por la enfermedad y el luto, como
momento especialmente oportuno para redescubrir la fe que sostiene y consuela.
Entre las situaciones críticas —en algunas zonas del mundo, determinadas por la
disminución de la natalidad—, se recuerdan también la difusión de las sectas,
las prácticas esotéricas, el ocultismo, la magia y la brujería. En las
respuestas se constata que ningún ámbito ni ninguna situación se puede
considerar a priori impermeable al Evangelio. Resultan decisivos el
acompañamiento y la acogida, de parte de la comunidad cristiana, de las
familias particularmente vulnerables, para las cuales el anuncio del Evangelio
de la misericordia es especialmente fuerte y urgente.
80.
De las respuestas emerge la común consideración que, en el ámbito de lo que se
pueden definir situaciones matrimoniales difíciles, se celan historias de gran
sufrimiento, así como testimonios de amor sincero. «La Iglesia está llamada a
ser siempre la casa abierta del Padre […] la casa paterna donde hay lugar para
cada uno con su vida a cuestas» (EG 47).
La verdadera urgencia pastoral es permitir a estas personas que curen sus
heridas, vuelvan a ser personas sanas y retomen el camino junto a toda la comunidad
eclesial. La misericordia de Dios no provee una cobertura temporal de nuestro
mal, al contrario, abre radicalmente la vida a la reconciliación, dándole nueva
confianza y serenidad, mediante una auténtica renovación. La pastoral familiar,
lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran
vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la
altura de su dignidad.
81.
En las respuestas provenientes de todas las áreas geográficas, se pone de
relieve el número creciente de parejas que conviven ad experimentum,
sin matrimonio ni canónico ni civil y sin ningún registro. Sobre todo en Europa
y en América, el término se considera impropio, puesto que a menudo no se trata
de un “experimento”, o sea de un período de prueba, sino de una forma estable
de vida. A veces, la boda tiene lugar después del nacimiento del primer hijo,
de modo que se celebran a la vez nupcias y bautismo. Las estadísticas muestran
una frecuencia alta de esta realidad: se subraya una cierta diferencia entre
zonas rurales (convivencias más escasas) y zonas urbanas (por ejemplo en
Europa, Asia y América Latina). La convivencia es más común en Europa y en
América del Norte, en crecimiento en América Latina, casi inexistente en los
países árabes, menor en Asia. En algunas zonas de América Latina, la
convivencia es más bien una costumbre rural, integrada en la cultura indígena (servinacuy:
matrimonio a prueba). En África se practica el matrimonio por etapas, vinculado
a la comprobación de la fecundidad de la mujer, que implica una especie de
vínculo entre las dos familias en cuestión. En el contexto europeo, las
situaciones de la convivencia son muy diversas; en algunas partes, a veces se
nota el influjo de la ideología marxista; en otras partes, se configura como
una opción moral justificada.
82.
Entre las razones sociales que llevan a la convivencia resultan: políticas
familiares inadecuadas para sostener a la familia; problemas financieros; el
desempleo juvenil; la falta de vivienda. Como consecuencia de éstos y otros
factores se suele postergar la boda. En ese sentido, también tiene un papel el
temor al compromiso que conlleva acoger a los hijos (en particular en Europa y
en América Latina). Muchos piensan que la convivencia permite “poner a prueba”
el éxito del matrimonio, antes de celebrar las nupcias. Otros indican como
motivo a favor de la convivencia, la escasa formación sobre el matrimonio. Para
muchos otros la convivencia representa la posibilidad de vivir juntos sin ninguna
decisión definitiva o que comprometa a nivel institucional. Entre las líneas de
acción pastoral propuestas encontramos las siguientes: ofrecer, desde la
adolescencia, un camino que aprecie la belleza del matrimonio; formar agentes
pastorales sobre los temas del matrimonio y de la familia. Se señala también el
testimonio de grupos de jóvenes que se preparan al matrimonio con un noviazgo
vivido en la castidad.
83.
Las convivencias ad experimentum, muy a menudo, corresponden a
uniones libres de hecho, sin reconocimiento civil o religioso. Es preciso tener
en cuenta que el reconocimiento civil de dichas formas, en algunos países, no
equivale al matrimonio, puesto que existe una legislación específica sobre las
uniones libres de hecho. A pesar de ello, crece el número de las parejas que no
piden ninguna forma de registro. En los países occidentales la sociedad —se
señala—ya no considera problemática esta situación. En otros (por ejemplo, en
los países árabes), es en cambio muy raro encontrar matrimonios sin
reconocimiento civil y religioso. Entre los motivos de esta situación se
señalan, principalmente en los países occidentales, la falta de ayuda de parte
del Estado, para el cual la familia ya no tiene un valor especial; la
percepción del amor como hecho privado sin rol público; la falta de políticas
familiares, por lo que casarse se considera una pérdida económica. Constituyen
un problema particular los inmigrantes, sobre todo cuando son ilegales, porque
tienen miedo de que se les identifique como tales si buscan el reconocimiento
público de su matrimonio.
84.
Vinculada al modo de vida de Occidente, aunque también difundida en otros
países, está la idea de libertad que considera el vínculo matrimonial como una
pérdida de la libertad de la persona; incide la escasa formación de los
jóvenes, que no piensan que sea posible un amor para toda la vida; por otra
parte, los medios de comunicación promueven ampliamente este estilo de vida
entre los jóvenes. Con frecuencia, la convivencia y las uniones libres son
síntomas del hecho que los jóvenes suelen prolongar su adolescencia y piensan
que el matrimonio es demasiado arduo, tienen miedo ante una aventura demasiado
grande para ellos (cfr. Papa Francisco, Discurso a las parejas de novios del
14 de febrero de 2014).
85.
Entre las posibles líneas de acción pastoral, al respecto, se considera
esencial ayuda a los jóvenes a salir de una visión romántica del amor,
percibido sólo como un sentimiento intenso hacia el otro, y no como una
respuesta personal a otra persona, en el ámbito de un proyecto de vida común,
en el cual se abre un gran misterio y una gran promesa. Los itinerarios
pastorales deben hacerse cargo de la educación a la afectividad, con un proceso
remoto que inicie ya en la infancia, así como un sostén a los jóvenes en las
fases del noviazgo, mostrando su relevancia comunitaria y litúrgica. Es preciso
enseñarles a abrirse al misterio del Creador, que se manifiesta en su amor,
para que comprendan el alcance de su consenso; es necesario recuperar el
vínculo entre familia y sociedad, para salir de una visión aislada del amor;
por último, se debe transmitir a los jóvenes la certeza de que no están solos a
la hora de construir su familia, porque la Iglesia los acompaña como “familia
de familias”. Decisiva, al respecto, es la dimensión de la “compañía”, mediante
la cual la Iglesia se manifiesta como presencia amorosa, que se hace cargo de
los novios, alentándolos a hacerse compañeros de camino, entre ellos y con los
demás.
86.
De las respuestas resulta que la realidad de los separados, divorciados y
divorciados vueltos a casar es relevante en Europa y en toda América; mucho
menos en África y en Asia. Dado el fenómeno en crecimiento de estas
situaciones, muchos padres están preocupados por el futuro de sus hijos. Por
otra parte, se observa que el número creciente de convivientes hace que el
problema de los divorcios sea menos relevante: la gente se divorcia
gradualmente menos, porque en realidad suele casarse cada vez menos. En
determinados contextos, la situación es distinta: no hay divorcio porque no hay
matrimonio civil (en los países árabes y en algunos países de Asia).
87.
Otra cuestión que ha sido considerada es la de los hijos de los padres
separados y de los divorciados. En este sentido se señala que de parte de la
sociedad falta una atención especial respecto a ellos. Sobre ellos cae el peso
de los conflictos matrimoniales que la Iglesia está llamada cuidar
pastoralmente. También los padres de los divorciados, que sufren las
consecuencias de la ruptura del matrimonio y que con frecuencia deben acudir y
ayudar a estos hijos, deben ser sostenidos por la Iglesia. En relación a los
divorciados y separados que permanecen fieles al vínculo matrimonial se pide
una mayor atención a su situación, que a menudo se vive en soledad y pobreza.
En realidad ellos son también los “nuevos pobres”.
88.
Es necesario prestar especial atención a las madres que no tienen marido y se
hacen cargo ellas solas de sus hijos. Su condición a menudo es el resultado de
historias de mucho sufrimiento, y no pocas veces de abandono. Ante todo hay que
admirar el amor y la valentía con que acogieron la vida concebida en su seno y
proveen al crecimiento y la educación de sus hijos. Merecen de parte de la
sociedad civil un apoyo especial, que tenga en cuenta los numerosos sacrificios
que afrontan. De parte de la comunidad cristiana, además, hay que tener una
solicitud que les haga percibir a la Iglesia como una verdadera familia de los
hijos de Dios.
89.
En líneas generales, en varias áreas geográficas, las respuestas se concentran
sobre todo en los divorciados vueltos a casar o, en cualquier caso, que viven
una nueva unión. Entre los que viven en situación canónicamente irregular, se
observan diferentes actitudes, que van de la falta de conciencia de su
situación a la indiferencia, o bien, a un sufrimiento consciente. Las actitudes
de los divorciados que viven una nueva unión son por lo general semejantes en
los distintos contextos regionales, con especial relieve en Europa y en
América, y menor en África. Al respecto, algunas respuestas atribuyen esta
situación a la formación carente o a la escasa práctica religiosa. En América
del Norte, la gente piensa a menudo que la Iglesia ya no es una referencia
moral de confianza, sobre todo para las cuestiones de la familia, considerada
como materia privada sobre la que decidir autónomamente.
90.
Es más bien consistente el número de quienes consideran con despreocupación su
situación irregular. En este caso, no hay ninguna solicitud de admisión a la
comunión eucarística, ni de poder celebrar el sacramento de la reconciliación.
La conciencia de la situación irregular a menudo se manifiesta cuando
interviene el deseo de la iniciación cristiana para los hijos, o si llega la petición
de participar en una celebración de Bautismo o Confirmación como padrino o
madrina. A veces personas adultas que alcanzan una fe personal y consciente en
el camino catequético o casi catecumenal descubren el problema de su
irregularidad. Desde el punto de vista pastoral, estas situaciones se
consideran una buena oportunidad para comenzar un itinerario de regularización,
sobre todo en los casos de las convivencias. Una situación diferente se señala
en África, no tanto respecto a los divorciados en nueva unión, sino en relación
a la práctica de la poligamia. Hay casos de convertidos en los que es difícil
abandonar a la segunda o tercera mujer, con la que ya se han tenido hijos, y
que quieren participar en la vida eclesial.
91.
Antes de abordar el sufrimiento que conlleva no poder recibir los sacramentos
de parte de quienes se encuentran en situación de irregularidad, se señala un
sufrimiento más originario, del que la Iglesia se debe hacer cargo: el
sufrimiento vinculado al fracaso del matrimonio y a la dificultad de
regularizar la situación. Algunos ponen de relieve, en esta crisis, el deseo de
dirigirse a la Iglesia para obtener ayuda. El sufrimiento a menudo está
relacionado con los diferentes niveles de formación, como señalan diversas
Conferencias Episcopales en Europa, África y América. Con frecuencia no se
comprende la relación intrínseca entre matrimonio, Eucaristía y penitencia; por
tanto, resulta bastante difícil comprender por qué la Iglesia no admite a la
comunión a quienes se encuentran en una condición irregular. Los itinerarios
catequéticos sobre el matrimonio no explican suficientemente este vínculo. En
algunas respuestas (América, Europa del Este, Asia), se pone de relieve que a
veces se considera erróneamente que el divorcio como tal, aunque no se viva en
una nueva unión, excluye automáticamente el acceso a la comunión. De ese modo
estas personas son —sin motivo alguno— privadas de los sacramentos.
92.
El sufrimiento que causa no recibir los sacramentos está presente con claridad
en los bautizados que son conscientes de su situación. Muchos sienten
frustración y se sienten marginados. Algunos se preguntan por qué los otros
pecados se perdonan y éste no; o bien por qué los religiosos y sacerdotes que
han recibido la dispensa de sus votos y de las obligaciones sacerdotales pueden
celebrar el matrimonio y recibir la comunión, mientras que los divorciados vueltos
a casar no. Todo esto pone de relieve la necesidad de una oportuna formación e
información. En otros casos, no se percibe que la propia situación irregular es
el motivo para no poder recibir los sacramentos; más bien, se considera que la
culpa es de la Iglesia porque no admite tales circunstancias. En esto, se
señala también el riesgo de una mentalidad reivindicativa respecto a los sacramentos.
Asimismo, es bastante preocupante la incomprensión de la disciplina de la
Iglesia cuando niega el acceso a los sacramentos en estos casos, como si se
tratara de un castigo. Un buen número de Conferencias Episcopales sugiere
ayudar a las personas en situación canónicamente irregular a no considerarse
«separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados,
participar en su vida» (FC 84).
Por otro lado, hay respuestas y observaciones, de parte de algunas conferencias
episcopales, que hacen hincapié en la necesidad de que la Iglesia se dote de
instrumentos pastorales mediante los cuales se abra la posibilidad de ejercer
una misericordia, clemencia e indulgencia más amplias respecto de las nuevas
uniones.
93.
Acerca del acceso a los sacramentos, las reacciones de parte de los fieles
divorciados vueltos a casar son diferentes. En Europa (aunque también en
algunos países de América Latina y Asia), prevalece la tendencia a resolver la
cuestión a través de un sacerdote que condescienda a la petición de acceso a
los sacramentos. Al respecto, se señala (en particular en Europa y en América
Latina) un modo distinto de responder de parte de los pastores. A veces, estos
fieles se alejan de la Iglesia o pasan a otras confesiones cristianas. En
varios países, no sólo europeos, esta solución individual para muchas personas
no es suficiente, ya que aspiran a una readmisión pública en los sacramentos de
parte de la Iglesia. El problema no es tanto que no puedan recibir la comunión,
sino el hecho que la Iglesia públicamente no les admite al sacramento, de modo
que estos fieles simplemente se niegan a ser considerados en situación
irregular.
94.
En las comunidades eclesiales están presentes personas que, al encontrarse en
una situación canónicamente irregular, piden que se les acoja y acompañe en su
condición. Esto sucede especialmente cuando se trata de hacer razonable la
enseñanza de la Iglesia. En semejantes circunstancias es posible que estos
fieles vivan su condición sostenidos por la misericordia de Dios, de la cual la
Iglesia es instrumento. Otros, como señalan algunas Conferencias Episcopales
del área de la Europa atlántica, aceptan el compromiso de vivir en continencia
(cfr. FC 84).
95.
Muchas de las respuestas recibidas señalan que en numerosos casos existe una
clara petición de poder recibir los sacramentos de la Eucaristía y la
Penitencia, especialmente en Europa, en América y en algunos países de África.
La petición es más insistente sobre todo con ocasión de la celebración de los
sacramentos de parte de los hijos. A veces se desea la admisión a la comunión
como para ser “legitimados” por la Iglesia, eliminando el sentido de exclusión
o de marginalización. Al respecto, algunos sugieren considerar la praxis de
algunas Iglesias ortodoxas, que, a su juicio, abre el camino a un segundo o
tercer matrimonio con carácter penitencial; a este propósito, los países de
mayoría ortodoxa señalan que la experiencia de estas soluciones no impide el
aumento de los divorcios. Otros piden aclarar si la cuestión es de carácter
doctrinal o sólo disciplinar.
96.
En numerosos casos, señalados en particular en Europa y en América del Norte,
se pide agilizar el procedimiento para la nulidad matrimonial; al respecto, se
indica la necesidad de profundizar la cuestión de la relación entre fe y
sacramento del matrimonio, como sugirió reiteradamente Benedicto XVI. En los
países de mayoría ortodoxa, se señala el caso de católicos que se vuelven a
casar en la Iglesia ortodoxa, según la praxis vigente en ésta, y después piden
acercarse a la comunión en la Iglesia católica. Por último, otras instancias
piden que se precise la praxis a seguir en los casos de matrimonios mixtos, en
los cuales el cónyuge ortodoxo ya ha estado casado y ha obtenido de la Iglesia
ortodoxa el permiso para las segundas nupcias.
97.
En varias respuestas y observaciones, se pone de relieve la necesidad de
prestar más atención a los separados y los divorciados que, fieles al vínculo
nupcial, no se han vuelto a casar. Al parecer, a menudo para ellos al
sufrimiento del fracaso matrimonial se añade el de no ser considerados
convenientemente por la Iglesia y, por tanto, son desatendidos. Se observa que
ellos también tienen sus dificultades y la necesidad de ser acompañados
pastoralmente. Asimismo, se hace presente la importancia de verificar una
posible nulidad matrimonial, con particular cuidado de parte de los pastores, a
fin de no introducir causas sin un discernimiento atento. En ese contexto, se
encuentran peticiones de promover mayormente una pastoral de la reconciliación,
que se haga cargo de las posibilidades de reunir a los cónyuges separados.
Algunos subrayan que la valiente aceptación de la condición de separados que
siguen fieles al vínculo, marcada por el sufrimiento y la soledad, constituye
una gran testimonio cristiano.
98.
Existe una amplia solicitud de simplificación de la praxis canónica de las
causas matrimoniales. Las posiciones son diferentes: algunos afirman que
agilizarlas no es un remedio eficaz; otros, favorables a la agilización,
invitan a explicar bien la naturaleza del proceso de declaración de nulidad,
para una mejor comprensión de éste de parte de los fieles.
99.
Algunos invitan a la prudencia, señalando que al agilizar, simplificar o
reducir los pasos previstos se corre el riesgo de provocar injusticias y
errores; se podría dar la impresión de no respetar la indisolubilidad del
sacramento; se podría favorecer el abuso y obstaculizar la formación de los
jóvenes al matrimonio como compromiso para toda la vida; se podría alimentar la
idea de un “divorcio católico”. Proponen, en cambio, preparar a un número
adecuado de personas cualificadas para seguir los casos; y, en América Latina,
África y Asia, se solicita incrementar el número de tribunales —ausentes en
numerosas regiones—, y conceder mayor autoridad a las instancias locales,
formando mejor a los sacerdotes. Otras respuestas relativizan la importancia de
esta posibilidad de agilizar los procedimientos, ya que a menudo los fieles
aceptan la validez de su matrimonio, reconociendo que se trata de un fracaso y
no consideran honrado pedir la declaración de nulidad. Muchos fieles
consideran, sin embargo, válido su primer matrimonio porque no conocen los
motivos de invalidez. A veces, quienes se han divorciado tienen la dificultad
de volver a mirar al pasado, lo cual podría abrir de nuevo heridas dolorosas
personales y para el cónyuge.
100.
Muchos piden como elementos de esta agilización: proceso canónico simplificado
y más rápido; concesión de mayor autoridad al Obispo local; mayor acceso de los
laicos como jueces; reducción del costo económico del proceso. En particular,
algunos proponen reconsiderar si es verdaderamente necesaria la doble sentencia
conforme, al menos cuando no hay solicitud de apelación, obligando sin embargo
a la apelación en ciertos casos el defensor del vínculo. Se propone, asimismo,
descentralizar la tercera instancia. En todas las áreas geográficas, se pide un
planteamiento más pastoral en los tribunales eclesiásticos, con una mayor
atención espiritual a las personas.
101.
En las respuestas y observaciones, teniendo en cuenta la magnitud del problema
pastoral de los fracasos matrimoniales, se plantea la duda de si la vía
procesal judicial es el único modo para afrontarlo. Se lanza la propuesta de
emprender una vía administrativa. En algunos casos se propone proceder a una
verificación de la conciencia de las personas interesadas a comprobar la
nulidad del vínculo. Se plantea la cuestión de si los presbíteros elegidos para
esta tarea tienen otros instrumentos pastorales para verificar la validez del
matrimonio. En general, se solicita una mayor formación específica de los
agentes pastorales en este campo, a fin de ayudar oportunamente a los fieles.
102.
Una formación más adecuada de los fieles respecto a los procesos de nulidad
ayudaría, en algunos casos, a eliminar dificultades, como por ejemplo la de
padres que temen que un matrimonio nulo convierta a los hijos en ilegítimos,
señalada por algunas Conferencias Episcopales africanas. En numerosas
respuestas, se insiste en el hecho de que agilizar el proceso canónico sería
útil sólo si se afronta de modo integral la pastoral familiar. De parte de
algunas Conferencias Episcopales asiáticas, se señala el caso de matrimonios
con no cristianos, que no quieren cooperar en el proceso canónico.
103.
La caridad pastoral impulsa a la Iglesia a acompañar a las personas que han
sufrido un fracaso matrimonial y a ayudarles a vivir su situación con la gracia
de Cristo. Una herida más dolorosa se abre para las personas que se vuelven a
casar, entrando en un estado de vida que no les permite el acceso a la
comunión. Ciertamente, en estos casos, la Iglesia no debe asumir la actitud de
juez que condena (cfr. Papa Francisco, Homilía del 28 de febrero de
2014), sino la de una madre que acoge siempre a sus hijos y cura sus
heridas (cfr. EG 139-141).
Con gran misericordia, la Iglesia está llamada a encontrar formas de “compañía”
para sostener a estos hijos suyos en un itinerario de reconciliación. Con
comprensión y paciencia, es importante explicar que el hecho de no poder
acceder a los sacramentos no significa quedar excluidos de la vida cristiana y
de la relación con Dios.
104.
En referencia a estas situaciones complejas, en numerosas respuestas se pone de
relieve la falta de un servicio de asistencia específica en las diócesis para
estas personas. Muchas Conferencias Episcopales recuerdan la importancia de
ofrecer a estos fieles una participación activa a la vida de la Iglesia,
mediante grupos de oración, momentos litúrgicos y actividades caritativas. Se
indican, además, algunas iniciativas pastorales, como por ejemplo una bendición
personal a quien no puede recibir la Eucaristía o alentar la participación de
los hijos en la vida parroquial. Se subraya el papel de los movimientos de
espiritualidad conyugal, de las órdenes religiosas y de las comisiones
parroquiales para la familia. Es significativa la recomendación de la oración
para las situaciones difíciles, en el contexto de las liturgias parroquiales y
diocesanas, en la oración universal.
105.
En el contexto de las situaciones difíciles, la Iglesia también se interroga
acerca de la acción pastoral a emprender respecto a los bautizados que, aunque
no sean practicantes ni creyentes, piden poder celebrar su boda en la iglesia.
La casi totalidad de las respuestas ha puesto de relieve que es mucho más común
el caso de dos católicos no practicantes que deciden contraer matrimonio
religioso respeto al de dos no creyentes declarados que requieren el mismo
sacramento. Esta última circunstancia, aunque no se considere imposible, se
considera bastante remota. Más común, en cambio, es la solicitud de celebración
canónica entre dos prometidos, de los cuales sólo uno es católico y, con
frecuencia, no practicante. Las motivaciones que inducen a los católicos no
practicantes a retomar contacto con sus parroquias a fin de celebrar el
matrimonio en la mayoría de los casos residen —a juicio de todas las respuestas
que afrontan este punto—en el atractivo relacionado con la “estética” de la
celebración (ambiente más sugestivo, servicio fotográfico, etc.) y, al mismo
tiempo, en un condicionamiento proveniente de la tradición religiosa de las
familias de los novios, que de algún modo les han transmitido también a ellos.
Muchas veces, la fiesta y los aspectos exteriores tradicionales predominan
respecto a la liturgia y la esencia cristiana de lo que se celebra. La
unanimidad de las respuestas indica esta oportunidad como una ocasión propicia
para la evangelización de la pareja, recomendando, en ese sentido, la máxima
acogida y disponibilidad de parte de los párrocos y los agentes de la pastoral
familiar.
106.
Según un conspicuo número de respuestas, y todavía más de observaciones, de
varia proveniencia geográfica, la preparación al matrimonio religioso no
debería conllevar sólo momentos catequéticos, sino también ocasiones de
intercambio y conocimiento entre las personas, que los pastores podrían
favorecer mayormente. Por otra parte, varias respuestas, tanto de Oriente como
de Occidente, advierten una cierta frustración de parte de algunos párrocos que
con frecuencia se encuentran con un innegable fracaso de su esfuerzo pastoral,
ya que un número muy exiguo de parejas sigue manteniendo una relación con la
parroquia de referencia después de la celebración del matrimonio.
107.
Muchas respuestas han denunciado una inadecuación generalizada de los actuales
itinerarios formativos matrimoniales para llevar a los prometidos a una
verdadera visión de fe. Los encuentros, en la mayoría de los casos, se plantean
y se perciben como únicamente funcionales a la recepción del sacramento.
Precisamente porque entre los no practicantes, al término del acompañamiento
formativo previo a la recepción del matrimonio, se ha observado un alto
porcentaje de retorno al precedente estado de vida, se advierte la necesidad
—especialmente en América Latina— de mejorar, incentivar y profundizar la
pastoral y la evangelización de los niños y de la juventud en general. Desde
varias partes se subraya que, cuando una pareja de creyentes no practicantes
retoma contacto con la parroquia para la celebración del matrimonio, el tiempo
para recuperar un auténtico camino de fe no es suficiente, aunque la pareja
participe en los encuentros prematrimoniales.
108.
En efecto, la mayoría de las respuestas juzga que es imprescindible seguir a la
pareja incluso después del matrimonio, mediante encuentros dirigidos a
acompañarles. Asimismo, se reitera con cierta fuerza —especialmente de parte de
las Conferencias Episcopales de Europa occidental y meridional— la necesidad de
considerar, en particulares casos de inmadurez de parte de los novios, la
opción de casarse sin la celebración de la Eucaristía. Según algunos
episcopados de Europa del Norte y de América septentrional, cuando existe la
evidencia de que la pareja no comprende o no acepta las enseñanzas básicas de
la Iglesia respecto de los bienes del matrimonio y los relativos compromisos,
sería oportuno sugerir que se postergara la celebración de las nupcias, aun
sabiendo ya por adelantado que este tipo de propuesta suscita incomprensiones y
malhumores. Dicha solución conllevaría también el peligro de un rigorismo poco
misericordioso.
109.
Algunos episcopados de Asia oriental y meridional refieren que piden como
requisito a la celebración del matrimonio una participación activa en la vida
pastoral de la parroquia. Sin embargo, también así, en la gran mayoría de los
casos esta participación cesa una vez obtenida la celebración del sacramento.
En general, se advierte una falta de homogeneidad universal ya en el seno de
cada diócesis, por lo que se refiere a la atención, a la preparación y a la
organización de los encuentros formativos anteriores a la celebración del
matrimonio. Casi siempre, todo se remite a las iniciativas, más o menos
felices, de los pastores. Una Conferencia Episcopal europea esboza el estilo y
el modo con el cual se deberían llevar a cabo los encuentros de preparación al
matrimonio mediante una secuencia de verbos programáticos: proponer, no
imponer; acompañar, no presionar; invitar, no expulsar; despertar inquietud,
nunca desilusionar.
110.
En las respuestas de las Conferencias Episcopales acerca de las uniones entre
personas del mismo sexo, se hace referencia a la enseñanza de la Iglesia. «No
existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera
remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el
matrimonio y la familia. […] Sin embargo, los hombres y mujeres con tendencias
homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Se
evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”» (CDF, Consideraciones
acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales, 4). De las respuestas se deduce que el reconocimiento de
parte de la ley civil de las uniones entre personas del mismo sexo depende en buena
parte del contexto socio-cultural, religioso y político. Las Conferencias
Episcopales señalan tres contextos: el primero es aquel en el cual prevalece
una actitud represiva y que penaliza el fenómeno de la homosexualidad en todas
sus facetas. Esto vale en particular donde la manifestación pública de la
homosexualidad está prohibida por la ley civil. Algunas respuestas indican que
también en este contexto hay formas de acompañamiento espiritual de las
personas homosexuales que buscan la ayuda de la Iglesia.
111.
Un segundo contexto es aquel en el cual el fenómeno de la homosexualidad
presenta una situación fluida. El comportamiento homosexual no se castiga, sino
que se tolera mientras no sea visible o público. En este contexto, normalmente,
no existe una legislación civil respecto a las uniones entre personas del mismo
sexo. Sin embargo, especialmente en Occidente, en el ámbito político hay una
orientación creciente hacia la aprobación de leyes que prevén las uniones
registradas o el denominado matrimonio entre personas del mismo sexo. En apoyo
de esta visión se aducen motivos de no discriminación; una actitud que los
creyentes y gran parte de la opinión pública, en Europa centro oriental
perciben como una imposición de parte de una cultura política o ajena.
112.
Un tercer contexto es aquel en el cual los Estados han introducido una
legislación que reconoce las uniones civiles o los matrimonios entre personas
homosexuales. Hay países en los que se debe hablar de una auténtica
redefinición del matrimonio, que reduce la perspectiva sobre la pareja a
algunos aspectos jurídicos, como la igualdad de derechos y la “no
discriminación”, sin que haya un diálogo constructivo sobre las cuestiones
antropológicas implícitas, y sin centrarse en el bien integral de la persona
humana, en particular, el bien integral de los niños en el seno de estas
uniones. Donde hay una equiparación jurídica entre matrimonio heterosexual y
homosexual, con frecuencia el Estado permite la adopción de niños (niños
naturales de uno de los miembros de la pareja o niños nacidos mediante
fecundación artificial). Este contexto está particularmente presente en el área
anglófona y en Europa central.
113.
Todas las Conferencias Episcopales han expresado su opinión en contra de una
“redefinición” del matrimonio entre hombre y mujer mediante la introducción de
una legislación que permita la unión entre dos personas del mismo sexo. Hay
amplios testimonios de las Conferencias Episcopales sobre la búsqueda de un equilibrio
entre la enseñanza de la Iglesia sobre la familia y una actitud respetuosa, que
no juzgue a las personas que viven estas uniones. En conjunto, se tiene la
impresión de que las reacciones extremas respecto de estas uniones, tanto de
condescendencia como de intransigencia, no han facilitado el desarrollo de una
pastoral eficaz, fiel al Magisterio y misericordiosa con las personas
interesadas.
114.
Un factor que ciertamente plantea interrogantes sobre la acción pastoral de la
Iglesia y hace compleja la búsqueda de una actitud equilibrada ante esta
realidad es la promoción de la ideología degender, que en algunas
regiones influye incluso en el ámbito educativo primario, difundiendo una
mentalidad que, detrás de la idea de eliminación de la homofobia, en realidad
propone una subversión de la identidad sexual.
115.
Acerca de las uniones entre personas del mismo sexo, muchas Conferencias
Episcopales proporcionan diversas informaciones. En los países en los que
existe una legislación de las uniones civiles, numerosos fieles se muestran a
favor de una actitud respetuosa, que no juzgue a estas personas, y en favor de
una pastoral que trate de acogerlas. Esto no significa, sin embargo, que los
fieles estén de acuerdo con una equiparación entre matrimonio heterosexual y
uniones civiles entre personas del mismo sexo. Algunas respuestas y
observaciones expresan la preocupación de que la acogida en la vida eclesial de
las personas que viven estas uniones se entienda como un reconocimiento de su
unión.
116.
En relación a la posibilidad de una pastoral para estas personas, es preciso
distinguir entre las que han hecho una elección personal, a menudo sufrida, y
la viven con delicadeza para no dar escándalo a otros, y un comportamiento de
promoción y publicidad activa, habitualmente agresiva. Muchas Conferencias
Episcopales subrayan que, al tratarse de un fenómeno relativamente reciente, no
existen programas pastorales al respecto. Otras admiten un cierto malestar
frente al desafío de tener que conjugar la acogida misericordiosa de las
personas y la afirmación de la enseñanza moral de la Iglesia, con una apropiada
solicitud pastoral que incluya todas las dimensiones de la persona. Desde
algunas partes se recomienda no hacer coincidir la identidad de una persona con
expresiones como “gay”, “lesbiana” o “homosexual”.
117.
Muchas respuestas y observaciones solicitan una evaluación teológica que
dialogue con las ciencias humanas, para desarrollar una visión más diferenciada
del fenómeno de la homosexualidad. No faltan peticiones de que se profundice,
incluso mediante organismos específicos (como por ejemplo la Pontificia
Academia de las Ciencias y la Pontificia Academia para la Vida) el sentido
antropológico y teológico de la sexualidad humana y de la diferencia sexual
entre hombre y mujer, capaz de hacer frente a la ideología de gender.
118.
El gran desafío será desarrollar una pastoral que logre mantener el justo
equilibrio entre acogida misericordiosa de las personas y acompañamiento
gradual hacia una auténtica madurez humana y cristiana. Algunas Conferencias
Episcopales hacen referencia, en este contexto, a determinadas organizaciones
como modelos logrados de este tipo de pastoral.
119.
Se presenta, de modo cada vez más urgente, el desafío de la educación sexual en
las familias y en las instituciones escolares, particularmente en los países en
los que el Estado propone, en las escuelas, una visión unilateral e ideológica
de la identidad de género. En las escuelas o en las comunidades parroquiales,
se deberían activar programas formativos para proponer a los jóvenes una visión
adecuada de la madurez afectiva y cristiana, con la que afrontar también el
fenómeno de la homosexualidad. Al mismo tiempo, las observaciones demuestran
que no existe todavía un consenso en la vida eclesial respecto a las
modalidades concretas de la acogida de las personas que viven estas uniones. El
primer paso de un proceso lento sería el de la información y la identificación
de criterios de discernimiento, no sólo a nivel de ministros y agentes
pastorales, sino también a nivel de grupos o movimientos eclesiales.
120.
Se debe constatar que las respuestas recibidas se pronuncian en contra de una
legislación que permita la adopción de niños de parte de personas en unión del
mismo sexo, porque ven en riesgo el bien integral del niño, que tiene derecho a
tener una madre y un padre, como ha recordado recientemente el Papa Francisco
(cfr. Discurso a la Delegación de la
Oficina internacional católica de la infancia,
11 de abril de 2014). Sin embargo, en el caso de que las personas que viven estas
uniones pidan el bautismo para el niño, las respuestas, casi por unanimidad,
subrayan que el pequeño debe ser acogido con la misma atención, ternura y
solicitud que reciben los otros niños. Muchas respuestas indican que sería útil
recibir directrices pastorales más concretas para estas situaciones. Es
evidente que la Iglesia tiene el deber de verificar las condiciones reales para
la transmisión de la fe al niño. En el caso de que se nutran dudas razonables
sobre la capacidad efectiva de educar cristianamente al niño de parte de
personas del mismo sexo, hay que garantizar el adecuado sostén, como por lo
demás se requiere a cualquier otra pareja que pida el bautismo para sus hijos.
Una ayuda, en ese sentido, podría venir también de otras personas presentes en
su ambiente familiar y social. En estos casos, el párroco cuidará especialmente
la preparación al posible bautismo del niño, incluso con una atención
específica en la elección del padrino y la madrina.
LA
APERTURA A LA VIDA Y
LA RESPONSABILIDAD EDUCATIVA
LA RESPONSABILIDAD EDUCATIVA
121.
En referencia al tema de la apertura a la vida, en las últimas décadas, se han
planteado objeciones radicales. En este campo se tocan dimensiones y aspectos
de la existencia muy íntimos, acerca de los cuales se ponen de relieve las
diferencias sustanciales entre una visión cristiana de la vida y la sexualidad,
y un planteamiento fuertemente secularizado. Por otra parte, Pablo VI, al
publicar la carta Encíclica Humanae Vitae, era muy consciente de las dificultades que
sus afirmaciones podrían suscitar en el tiempo. Así, por ejemplo, escribía en
ese documento: «Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente
aceptadas por todos: son demasiadas las voces —ampliadas por los modernos
medios de propaganda— que están en contraste con la de la Iglesia. A decir
verdad, ésta no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, “signo
de contradicción”, pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda
la ley moral, natural y evangélica» (HV 18).
122.
La Encíclica Humanae Vitae tuvo un significado claramente
profético al subrayar la unión inquebrantable entre el amor conyugal y la
transmisión de la vida. La Iglesia está llamada a anunciar la fecundidad del
amor, a la luz de la fe que «ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la
generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos
da y nos confía el misterio de una nueva persona» (LF 52).
Muchas de las dificultades que señalan las respuestas y observaciones resaltan
la fatiga del hombre contemporáneo en cuanto al tema de los afectos, de la
generación de la vida, de la reciprocidad entre el hombre y la mujer, de la
paternidad y la maternidad.
123.
Las respuestas relativas al conocimiento de la doctrina de la Iglesia sobre la
apertura a la vida de los esposos, con particular referencia a la Humanae Vitae, describen de modo realista el hecho que, en
la gran mayoría de los casos, no se conoce su dimensión positiva. Quienes
afirman que la conocen pertenecen casi siempre a asociaciones y grupos
eclesiales que frecuentan las parroquias o participan activamente en caminos de
espiritualidad familiar. En la gran mayoría de las respuestas recibidas, se
pone de relieve que hoy la mentalidad común percibe como una injerencia en la
vida íntima de la pareja y una limitación a la autonomía de la conciencia la
valoración moral de los diferentes métodos de regulación de los nacimientos.
Ciertamente hay diferencias de posición y de actitudes, que adoptan los
creyentes en relación a este tema según los contextos geográficos y sociales,
entre quienes se encuentran inmersos en culturas fuertemente secularizadas y
tecnificadas y quienes viven en contextos sencillos y rurales. Muchas
respuestas mencionan la impresión de que para un buen número de católicos el
concepto de “paternidad y maternidad responsable” engloba la responsabilidad
compartida de elegir en conciencia el método más adecuado para la regulación de
los nacimientos, en base a una serie de criterios que van de la eficacia a la
tolerabilidad física, pasando por el hecho de que sea realmente practicable.
124.
Sobre todo en las observaciones, se pone de relieve que cuesta entender la
distinción entre los métodos naturales de regulación de la fertilidad y la
contracepción, tanto que generalmente dicha diferencia en clave mediática se
traduce en la terminología de métodos contraceptivos “naturales” y “no
naturales”. De aquí, se comprende por qué dicha distinción sea percibida como
un pretexto y los métodos “naturales” se consideran simplemente ineficaces e
impracticables. Los métodos naturales para la regulación de la fertilidad no
son “técnicas” naturales que se aplican a un problema para resolverlo: tales
métodos, en efecto, respetan la “ecología humana”, la dignidad de la relación
sexual entre los cónyuges, y se enmarcan en una visión de la relación conyugal
abierta a la vida. En este sentido, se diferencian de la contracepción y la
experiencia demuestra la eficacia de su uso.
125.
Respuestas y observaciones señalan que se percibe fuertemente la diferencia
entre métodos contraceptivos “abortivos” y “no abortivos”. Con frecuencia se
usa este criterio de juicio acerca de la bondad moral de los diferentes
métodos. Además, en las respuestas recibidas, y sobre todo en diversas
observaciones, se señalan las dificultades relativas a la profilaxis contra el
SIDA/HIV. El problema es grave en algunas zonas del mundo donde esta enfermedad
está muy difundida. Se siente el necesidad de que la posición de la Iglesia
respecto de este tema se explique mejor, sobre todo frente a algunas reducciones
caricaturescas de los medios de comunicación. Precisamente en obediencia a una
mirada personalista y relacional, parece necesario no limitar la cuestión a
problemáticas meramente técnicas. Se trata de acompañar dramas que marcan
profundamente la vida de innumerables personas, haciéndose promotores de un
modo verdaderamente humano de vivir la realidad de la pareja, en situaciones a
menudo arduas, que merecen la debida atención y un sincero respeto.
126.
Todas las respuestas suelen subrayar que las dificultades para recibir el
mensaje de la Iglesia acerca del amor fecundo entre el hombre y la mujer están
relacionadas con la enorme brecha entre la doctrina de la Iglesia y la
educación civil, sobre todo en las áreas geográficas mayormente afectadas por
la secularización. Las respuestas provenientes de las Conferencias Episcopales
hacen sobre todo hincapié en la diferente antropología de fondo. Se señala que
existen grandes dificultades a la hora de expresar adecuadamente la relación
entre la antropología cristiana y el sentido de la regulación natural de la
fertilidad. La reducción de la problemática a la casuística no favorece la
promoción de una visión amplia de la antropología cristiana. Con frecuencia se
señala que la mentalidad dominante rechaza de modo superficial la enseñanza de
la Iglesia tachándola de retrógrada, sin confrontarse con sus razones y su
visión del hombre y la vida humana.
127.
En algunas respuestas, se relaciona la mentalidad contraceptiva generalizada
con la sólida presencia de la ideología de gender, que tiende a
modificar algunas estructuras fundamentales de la antropología, entre las
cuales el sentido del cuerpo y de la diferencia sexual, que se sustituye con la
idea de la orientación de género, hasta proponer la subversión de la identidad
sexual. A este propósito, muchas voces señalan la necesidad de ir más allá de
las condenas genéricas contra dicha ideología —cada vez más penetrante—, para
responder de manera fundada a esa posición, hoy ampliamente difundida en muchas
sociedades occidentales. En ese sentido, el descrédito dado a la posición de la
Iglesia en materia de paternidad y maternidad no es más que una pieza de una
mutación antropológica que algunas realidades muy influyentes están promoviendo.
La respuesta, por tanto, no podrá ser sólo relativa a la cuestión de los
contraceptivos o de los métodos naturales, sino que deberá plantearse a nivel
de la experiencia humana decisiva del amor, descubriendo el valor intrínseco de
la diferencia que marca la vida humana y su fecundidad.
128.
Desde el punto de vista pastoral, las respuestas, en numerosísimos casos,
indican la necesidad de una mayor difusión —con un lenguaje renovado y
proponiendo una visión antropológica coherente— de cuanto se afirma en la Humanae Vitae, sin limitarse a los cursos
prematrimoniales, sino ofreciendo también itinerarios de educación al amor.
Algunas respuestas sugieren que la presentación de los métodos de regulación
natural de la fertilidad se haga en colaboración con personas realmente
preparadas, tanto desde el punto de vista médico como pastoral. A este fin, se
insiste en la colaboración con centros universitarios dedicados al estudio y
profundización de dichos métodos, en el ámbito de la promoción de una visión
más ecológica de lo humano. Del mismo modo, se sugiere dar más espacio a esta
temática en el ámbito de la formación de los futuros presbíteros en los
seminarios, ya que los sacerdotes a veces no están preparados para afrontar
estos temas, y dan indicaciones inexactas y desconcertantes.
129.
En el ámbito de las sugerencias pastorales relativas a la apertura a la vida,
se encuentra el tema de la praxis sacramental vinculada a estas situaciones,
tanto por lo que se refiere al sacramento de la penitencia, como a la
participación en la Eucaristía. A este propósito, las respuestas son
esencialmente concordes a la hora de observar que, en las áreas de fuerte
secularización, en general, las parejas no consideran pecado el uso de los
métodos anticonceptivos; en consecuencia, normalmente se tiende a no considerar
esto materia de confesión y se acercan sin problemas a la Eucaristía.
Diversamente, se subraya que permanece íntegra entre los fieles la conciencia
del aborto como pecado extremamente grave, siempre materia de confesión.
Algunas respuestas afirman que hoy “el examen de conciencia” de las parejas
cristianas se concentra en la relación entre los cónyuges (infidelidad, falta
de amor), mientras que más bien se descuidan los aspectos de la apertura a la
vida. Esto confirma la debilidad con la que con frecuencia se percibe la
relación entre la entrega de sí al otro en la fidelidad y la generación de la
vida. Las respuestas también ponen de relieve que la actitud pastoral de los
sacerdotes en referencia a este tema está muy diversificada: entre quien asume
una posición de comprensión y acompañamiento; y quien, en cambio, se muestra
muy intransigente, o al contrario laxista. Se confirma así la necesidad de
revisar la formación de los presbíteros sobre estos aspectos de la pastoral.
130.
En algunas zonas del mundo, la mentalidad contraceptiva y la difusión de un
modelo antropológico individualista determinan una fuerte caída demográfica,
cuyas consecuencias sociales y humanas no se toman en consideración
adecuadamente. Las políticas contrarias a la natalidad cambian la calidad de la
relación entre los cónyuges y la relación entre las generaciones. Por tanto, en
el ámbito de la responsabilidad pastoral de la Iglesia se impone una reflexión
acerca de cómo poder sostener una mentalidad mayormente abierta a la vida.
131.
Muchas respuestas y observaciones señalan el vínculo entre la apertura a la
natalidad y la cuestión social y laboral: la promoción de la natalidad está
intrínsecamente conectada con la presencia de condiciones que permitan a las
parejas jóvenes adoptar con libertad, responsabilidad y serenidad la decisión
de engendrar y educar a los hijos. Jardines de infancia, horarios de trabajo
flexibles, permisos por maternidad y facilidad de reinserción en la situación
laboral, se consideran condiciones decisivas al respecto. En ese sentido, los
cristianos también tienen la responsabilidad civil de promover leyes y
estructuras que favorezcan un enfoque positivo respecto de la vida naciente.
Desde un punto de vista más puramente pastoral, en las respuestas, se pone de
relieve la utilidad de los consultores familiares vinculados a las diócesis y
de las asociaciones de familias, que sean testigos de la belleza y del valor de
la apertura a la vida. Se recomienda que el Sínodo ayude a redescubrir el
sentido antropológico profundo de la moralidad de la vida conyugal, que, más
allá de todo moralismo, implica un impulso sincero a vivir la belleza exigente
del amor cristiano entre el hombre y la mujer, valorizado con vistas al amor
más grande, que llega hasta dar la vida por los amigos (cfr. Jn15,13).
No faltaron respuestas que invitan a redescubrir el sentido de la castidad
conyugal, en relación a la autenticidad de la experiencia amorosa.
a)
El desafío educativo en general
132.
Los desafíos que la familia debe afrontar en ámbito educativo son múltiples;
con frecuencia, los padres no se sienten preparados para esta tarea. El
Magisterio reciente ha insistido en la importancia de la educación, mediante la
cual los cónyuges reciben también una gracia singular en su matrimonio. En las
respuestas y observaciones, se subraya que la educación debe ser integral y
debe suscitar la gran pregunta sobre la verdad, que puede guiar el camino de la
vida (cfr. Benedicto XVI, Discurso del 21 de enero de 2008) y que
nace siempre en el seno de un amor, comenzando por la experiencia de amor que
vive el hijo acogido por los padres (cfr. Benedicto XVI, Discurso del
23 de febrero de 2008). La educación consiste en una introducción amplia y
profunda en la realidad global y en particular en la vida social, y es
responsabilidad primaria de los padres, que el Estado debe respetar, tutelar y
promover (cfr. GE 3; FC 37).
El Papa Francisco ha subrayado la importancia de la educación en la transmisión
de la fe: «A los padres corresponde, según una sentencia de san Agustín, no
sólo engendrar a los hijos, sino también llevarlos a Dios, para que sean
regenerados como hijos de Dios por el bautismo y reciban el don de la fe» (LF 43).
133.
La acción pastoral de la Iglesia está llamada a ayudar a las familias en su
tarea educativa, comenzando por la iniciación cristiana. La catequesis y la
formación parroquial son instrumentos indispensables para sostener a la familia
en esta tarea educativa, en particular, con ocasión de la preparación al
bautismo, la primera comunión y la confirmación. Junto con la familia y la
parroquia, se pone de relieve la fecundidad del testimonio de los movimientos
de espiritualidad familiar y las movimientos laicales, en cuyo seno se lleva a
cabo cada vez más un “ministerio de pareja”, donde los formadores de las
familias ayudan a la Iglesia doméstica a crecer mediante encuentros personales
y entre familias, sobre todo cuidando la oración.
134.
La educación cristiana en familia se realiza, ante todo, mediante el testimonio
de vida de los padres para con los hijos. Algunas respuestas recuerdan que el
método de transmisión de la fe no muta en el tiempo, aunque se adapte a las
circunstancias: camino de santificación de la pareja; oración personal y
familiar; escucha de la Palabra y testimonio de la caridad. Donde se vive este
estilo de vida, la transmisión de la fe está asegurada, aunque los hijos estén
sometidos a presiones de signo opuesto.
135.
En numerosos países, el desafío de la educación cristiana y la transmisión de
la fe a menudo está marcado por el profundo cambio de la relación entre las generaciones,
que condiciona la comunicación de los valores en la realidad familiar. En el
pasado, esta relación era la base de una vida de fe compartida y comunicada
como patrimonio entre una generación y otra. Todos los episcopados, y muchas
observaciones, señalan los cambios profundos al respecto, y su impacto sobre la
responsabilidad educativa de la familia; aunque es inevitable señalar las
diferencias según los elementos tradicionales todavía presentes en la propia
sociedad o según los avances de los procesos de secularización. Los episcopados
de Europa occidental recuerdan que, en los años sesenta y setenta del siglo
pasado, tuvo lugar un fuerte conflicto generacional. Hoy, quizá condicionados
por esas experiencias, los padres son mucho más cautos a la hora de animar a
los hijos a la práctica religiosa. Precisamente en este campo se trata de
evitar conflictos, más que afrontarlos. Por otra parte, sobre temas religiosos,
los propios padres a menudo se sienten inseguros, de modo que a la hora de
transmitir la fe con frecuencia se quedan sin palabras y delegan esta tarea,
aunque la consideren importante, a instituciones religiosas. Esto pone en
evidencia una fragilidad de los adultos y sobre todo de los padres jóvenes a
transmitir con alegría y convicción el don de la fe.
136.
Se deriva de las respuestas que las escuelas católicas, en sus varios niveles,
tienen un papel importante en la transmisión de la fe a los jóvenes y son una
gran ayuda a la tarea educativa de los padres. Se recomienda que toda la comunidad
eclesial las incremente y las sostenga. Esto resulta especialmente relevante en
las situaciones en que el Estado es particularmente invasivo en los procesos
educativos, y trata de desautorizar a la familia en su propia responsabilidad
educativa. En ese sentido, la escuela católica expresa la libertad de educación
reivindicando el primado de la familia como verdadero sujeto del proceso
educativo, al cual las otras figuras que participan en la educación deben
concurrir. Se pide una mayor colaboración entre familias, escuelas y
comunidades cristianas.
137.
La tarea de la familia en la transmisión y educación a la fe se siente como
algo todavía más importante en regiones en las cuales los cristianos son
minoría, como recuerdan los episcopados de Oriente Medio. Una experiencia
dolorosa se señala en las respuestas provenientes de los países de Europa del
Este: las generaciones más ancianas vivieron su vida durante el socialismo,
pero habían recibido los fundamentos cristianos antes de que llegara el
régimen. La generación joven, en cambio, creció en un clima poscomunista,
marcado por fuertes procesos de secularización. Todo esto condicionó
negativamente la transmisión de la fe. Las generaciones jóvenes, en cualquier
caso, son sensibles sobre todo al ejemplo y al testimonio de los padres. En
general, las familias que participan en los movimientos eclesiales son las más
activas al tratar de transmitir la fe a las nuevas generaciones. En algunas
respuestas, se observa una cierta paradoja educativa por lo que se refiere a la
fe: en diversas realidades eclesiales no son los padres quienes transmiten la
fe a los hijos, sino viceversa, son los hijos que, al abrazarla, la comunican a
padres que desde hace tiempo han abandonado la práctica cristiana.
138.
Puesto que la transmisión de la fe y la educación cristiana resultan
inseparables del testimonio de vida auténtico, se comprende que las situaciones
difíciles en seno del núcleo familiar agudicen la complejidad del proceso
educativo. En ese sentido, es necesaria una mayor atención pastoral acerca de
la educación cristiana en las realidades familiares cuyos hijos pueden
experimentar particularmente la situación de los padres, definida como
irregular. A tal propósito, se aconseja usar expresiones que no den la
percepción de una distancia, sino de una inclusión; expresiones que puedan
mayormente transmitir la acogida, la caridad y el acompañamiento eclesial, a
fin de no generar, sobre todo en los niños y en los jóvenes implicados, la idea
de un rechazo o una discriminación de sus padres, con la conciencia de que
“irregulares” son las situaciones, no las personas.
139.
El panorama actual de la educación es bastante complejo y cambiante. Hay
regiones en las cuales la fe católica sigue recibiendo un alto consenso, pero
donde el número de niños y jóvenes nacidos y crecidos en familias regulares
está en neta disminución. En otras regiones las Iglesias particulares deben
afrontar otros desafíos educativos en un contexto en el cual las convivencias
extra-matrimoniales, la homosexualidad o los matrimonios civiles no están
permitidos. Sin embargo actualmente, aunque con grados diferentes, la Iglesia
encuentra estas situaciones difíciles o irregulares en todas partes. Este
fenómeno, incluso donde todavía es consistente la presencia de núcleos
biparentales regularmente unidos con el matrimonio religioso, va en aumento.
140.
Las respuestas muestran tres elementos a propósito de las situaciones irregulares
y de su incidencia en la educación. Acerca de las uniones entre personas del
mismo sexo, de las respuestas se deduce que esta realidad, todavía circunscrita
a países “liberal-progresistas”, de momento, no suscita interrogantes
pastorales específicos. Ya se han mencionado algunas indicaciones pastorales al
término de la II parte. Un segundo elemento a considerar es la actual
existencia y el aumento de núcleos monoparentales: a menudo se trata de madres
con hijos menores a su cargo, en contextos de pobreza. El fenómeno interpela
sobre todo las sensibilidades de las Iglesias de América Latina y de Asia
donde, con frecuencia, estas madres se ven obligadas a delegar la educación de
sus hijos al clan familiar. En tercer lugar, tiene una gran relevancia, en el
sur del mundo, el fenómeno de los “niños de la calle”, abandonados por padres
en dificultad, huérfanos por la muerte violenta de sus padres, a veces
encomendados a los abuelos.
141.
En líneas generales, del análisis de las respuestas, se deduce que los padres
en situaciones irregulares se dirigen a la Iglesia con actitudes muy
diferentes, según los sentimientos y las motivaciones que los animan. Hay quien
nutre mucho respeto por la Iglesia y tiene confianza en ella y, al contrario,
quien muestra una actitud negativa a causa de la vergüenza que sienten por las
decisiones tomadas, o quien duda en acercarse por miedo a ser rechazado o
marginado. Algunos consideran que la comunidad eclesial los puede comprender y
acoger comprensivamente, a pesar de sus fracasos y dificultades, mientras que a
juicio de otros la Iglesia es una institución que se entromete demasiado en el
estilo de vida de las personas, o bien están convencidos de que ella es una
especie de tutor que debe garantizar educación y acompañamiento, pero sin
demasiadas pretensiones.
142.
La petición principal y más generalizada que los padres en estas situaciones de
vida dirigen a las Iglesias particulares es la de la administración de los
sacramentos a los hijos, especialmente el bautismo y la primera comunión, pero
con una clara dificultad a reservar la debida importancia y el justo valor a la
formación religiosa y a la participación en la vida parroquial. Muchos saben
que la catequesis es un requisito para recibir los sacramentos, pero más que
una oportunidad la consideran una obligación, una formalidad o un compromiso
que deben aceptar para que el hijo pueda recibir lo que se ha pedido. Las
respuestas señalan que con frecuencia encuentran reticencia y desinterés de
parte de los padres respecto al itinerario de preparación cristiana que
proponen las comunidades. El resultado es que a menudo los padres, si pueden,
evitan participar en los caminos previstos para los hijos y para ellos,
justificándose con razones de tiempo y de trabajo, mientras que con frecuencia
se trata de despreocupación y búsqueda de soluciones más cómodas o rápidas. A
veces, manifiestan también actitudes negativas frente a las peticiones de los
catequistas. En otros casos, es patente su indiferencia, porque permanecen
siempre pasivos respecto a cualquier iniciativa, y no se implican en la
educación religiosa del hijo.
143.
Lo que emerge del análisis de los datos es que muchísimos de estos padres, como
por lo demás una buena porción de padres católicos regularmente casados, piden
para los hijos la iniciación a los sacramentos para no faltar a una costumbre
típica, a algo que es habitual en la sociedad. El sacramento para muchos
todavía representa una fiesta tradicional, que piden más por ajustarse a una
costumbre familiar y social, que no porque estén convencidos. Sin embargo, hay
padres que desean sinceramente transmitir la fe a los hijos y, por esto, se
encomiendan a los itinerarios de formación que la parroquia propone con vistas
a la administración de los sacramentos. A veces, ellos mismos piden que se les
ayude a salir de las situaciones que les hacen ser frágiles, están dispuestos a
iniciar un auténtico camino de espiritualidad y desean participar activamente
en la vida de la Iglesia, dejándose implicar en el recorrido
catequístico-sacramental de los hijos. No son raros los casos en los que los
padres redescubren la fe de modo más genuino, llegando incluso a pedir el
matrimonio después de años de convivencia.
144.
A partir de las respuestas se han registrado otros tipos de peticiones, que los
padres en situaciones irregulares presentan a la Iglesia. En realidades
culturales particulares, sucede que pidan los sacramentos para los hijos por
motivos de superstición o para evitar permanecer paganos. En otras
circunstancias, se dirigen a los sacerdotes locales simplemente para poder
recibir un sostén económico y educativo. Disminuye generalmente la petición de
la Confirmación para los hijos, sobre todo en los países más secularizados. Se
difunde la idea de que está bien conceder a los jóvenes la libertad y la
responsabilidad de comenzar el camino de iniciación a la vida cristiana. Una
dificultad se presenta cuando los padres divorciados no se ponen de acuerdo
respecto al camino de iniciación cristiana del hijo; en estos casos, la Iglesia
está llamada a asumir un papel de mediación importante, mediante la comprensión
y el diálogo.
145.
Por lo que se refiere a la petición de la enseñanza de la religión católica a
los hijos, a partir de las respuestas y observaciones recibidas, se identifican
dos tipologías. Por un lado, hay casos en los que es posible solicitar acogerse
a la enseñanza de la religión católica en la escuela, a parte de la catequesis
parroquial. En general, optan por esta petición también los padres que viven en
situaciones irregulares y, especialmente en Europa, muchos de los no católicos
o los no bautizados. A lo largo de los últimos años, en algunas áreas de países
europeos, ha crecido el número de los inscritos en la enseñanza de la religión
católica en las escuelas públicas. Por otra parte, existen algunos sistemas
escolares básicos (como el australiano) que ofrecen la posibilidad de una buena
educación a la fe e instrucción religiosa. En estos casos, muchos padres en
situaciones irregulares, cuando el hijo está bautizado, se acogen fácilmente a
la posibilidad de seguir los programas de formación cristiana ofrecidos por la
misma escuela, que preparan para recibir los sacramentos, sin tener que
participar en los itinerarios de catequesis parroquial. Otra es la realidad de
las escuelas católicas y colegios católicos presentes y activos en todos los
continentes. En ellos, los hijos de padres en situaciones irregulares pueden
matricularse sin cuestiones prejudiciales. En efecto, se dirigen de buena gana
a ellos, principalmente porque saben que recibirán apoyo y colaboración en la
obra educativa de los hijos. En África, las escuelas católicas constituyen
lugares importantes para la educación cristiana de los niños. Se ha afrontado
poco, en las respuestas, la cuestión de la incidencia de la enseñanza de la
religión católica en el camino de educación a la fe. Se señalan intentos de una
labor conjunta entre catequesis parroquial, actividades escolares y educación
religiosa, trabajando mayormente en este campo. Esta parece ser la vía que hay
que favorecer, especialmente donde la enseñanza de la religión católica se
limita al aspecto intelectual.
146.
Las Iglesias particulares se han comprometido a acompañar a las familias y, con
ellas, también las situaciones irregulares. Cuando los padres, a menudo después
de un alejamiento de la Iglesia, se acercan a ella y piden a la comunidad
eclesial la preparación sacramental para sus hijos, la actitud más provechosa
—según las respuestas— es la de la acogida sin prejuicios. Esto significa que
el respeto, la apertura benévola y la escucha de las necesidades humanas y
espirituales son actitudes fundamentales para crear un ambiente favorable y
adecuado para la comunicación del mensaje evangélico. Entre las experiencias
eclesiales eficaces y significativas, orientadas a sostener el camino de estos
padres, se subrayan: las catequesis comunitarias y familiares; los movimientos
de apoyo a la pastoral conyugal; las misas dominicales; las visitas a las
familias; los grupos de oración; las misiones populares; la vida de las
comunidades eclesiales de base; los grupos de estudio bíblico; las actividades
y la pastoral de los movimientos eclesiales; la formación cristiana que se
ofrece a los padres de los niños y jóvenes que frecuentan los numerosos
colegios y los centros de educación católica, sobre todo en América Latina.
Muchas veces son los hijos quienes evangelizan a los padres.
147.
A pesar de todo lo dicho, no pocas respuestas notan que la pastoral actual de
la Iglesia no siempre es capaz de acompañar de modo adecuado estas específicas
realidades familiares. La acción pastoral necesitaría renovación, creatividad y
alegría para ser más incisiva e innovadora a la hora de crear una relación de
osmosis entre formación de los jóvenes, formación a la fe de los padres y vida
comunitaria. Existen nuevas iniciativas que se mueven en esta dirección: los
momentos formativos, de oración y de retiro, destinados a los padres, a menudo
simultáneamente a la catequesis sacramental de los hijos; las “escuelas para
padres”; los programas catequísticos sobre la moral familiar y sexual; la
oportunidad de reunir a varias parejas de esposos en una misma celebración del
matrimonio (mass-marriage), para salir al encuentro también del problema
financiero, que a veces retrasa y desanima la petición del matrimonio, como por
ejemplo en Nigeria y Sudáfrica. Algunos señalan que se trata, en cualquier
caso, de ofertas que todavía no están plenamente estructuradas.
148.
De las respuestas a los cuestionarios emerge que, si por un lado el
acompañamiento de los padres depende de la disponibilidad a dejarse implicar y
guiar, el cuidado de ellos nace principalmente del sentido de responsabilidad,
de la solicitud de los sacerdotes locales y de su capacidad de implicar tanto
como sea posible a toda la comunidad parroquial. En las parroquias alemanas,
por ejemplo, tanto los niños como los padres son seguidos por un grupo de
catequistas que los acompañan a lo largo de todo el camino catequístico. En las
grandes ciudades parece más complejo lograr poner en práctica un enfoque
pastoral personalizado. En todo caso, representa un desafío la posibilidad de
acercarse con profunda atención a estos hermanos y hermanas, seguirlos, escucharlos,
ayudarlos a expresar las preguntas que les urgen, proponer un itinerario que
pueda hacer renacer el deseo de profundizar la relación con el Señor, incluso
mediante auténticos vínculos comunitarios. Habría que incentivar las
iniciativas ya existentes, como la que promueven algunas Conferencias
Episcopales sudamericanas, que producen y ofrecen materiales formativos para
ayudar a estos padres en la educación de sus hijos.
149.
Las Iglesias particulares saben bien que los niños o los jóvenes no tienen la
culpa de las decisiones o las vicisitudes de sus padres. En todas partes, por
tanto, los hijos son acogidos sin distinciones respeto a los demás, con el
mismo amor y la misma atención. La propuesta formativa cristiana que se les
ofrece no se diferencia de las iniciativas de catequesis y actividad pastoral
dirigidas a los jóvenes de toda la comunidad: la catequesis; las escuelas de
oración; la iniciación a la liturgia; los grupos, especialmente la infancia
misionera en América Latina; las escuelas de teatro bíblico y los coros
parroquiales; las escuelas y los campamentos parroquiales; los grupos
juveniles. Se advierte que no hay actividades especiales que puedan servir de
ayuda a estos niños para cicatrizar o elaborar sus heridas. Se propone la
promoción de itinerarios a su favor, la organización de itinerarios de sostén,
especialmente en el período difícil de la separación y del divorcio de los
padres, momento en el que deben poder seguir esperando en los vínculos
familiares a pesar de que los padres se separen. En una diócesis del norte de
Europa, en la cual la tasa de niños hijos de divorciados es muy alta, para
afrontar los problemas de estas realidades familiares y la fatiga de los
jóvenes, que durante los fines de semana no siempre pueden participar en la
catequesis, algunos párrocos organizan la catequesis en fines de semana
alternos, a fin de que los niños puedan participar siempre, sin sentirse
distintos.
150.
Además de estas actividades de las parroquias, de las asociaciones y de los
movimientos, un aportación útil para estos padres y sus hijos la ofrece el
apostolado de los institutos religiosos femeninos, sobre todo donde hay formas
de extrema pobreza, intolerancia religiosa o explotación de la mujer; y la Obra
de la Propagación de la Fe que contribuye a la educación y formación cristiana
de niños, incluidos los que tienen padres en situaciones irregulares, mediante
ayudas ordinarias y extraordinarias.
151.
Para el camino de preparación a los sacramentos y la práctica sacramental se
observa lo que indican las normas canónicas, las Conferencias Episcopales y las
líneas directrices diocesanas. No está previsto un camino de preparación
alternativo al de los hijos de familias regulares. Por tanto, en general, se
sigue el itinerario clásico que prevé la preparación al sacramento del bautismo
mediante encuentros con los padres; a éste sigue la catequesis ordenada y
progresiva según la edad para la preparación, en alrededor de tres o cuatro
años, los otros sacramentos de la iniciación cristiana, siempre que los padres
pidan que los hijos los puedan recibir. Después de la confirmación, en algunas
diócesis, el itinerario formativo prosigue con experiencias pastorales como la
profesión de fe solemne e iniciativas específicas para los grupos juveniles. En
general, después de la confirmación se asiste tanto a una caída brusca en la
frecuencia, imputada a veces a una catequesis poco adecuada a los jóvenes, como
al abandono de la práctica sacramental, que hay que atribuir a las escasas
motivaciones personales. Esto confirma la falta de anclaje en la fe y la falta
de acompañamientos personalizados. Las variaciones existentes entre las
Iglesias particulares y las diversas Iglesias Orientales Católicas respecto a
estos temas podrían ser debidas al orden en la administración de los
sacramentos, la edad a la que se pueden recibir o bien a la organización de los
programas catequísticos, al igual que a opciones pastorales que deberían
alentar y abrir caminos nuevos de acompañamiento.
152.
Hay quien sostiene que la edad en la que se celebran los sacramentos no se debe
fijar previamente, sino que se debe tener en cuenta la madurez espiritual de
los jóvenes, aunque esta práctica con frecuencia suscita dificultades entre los
padres. En otros casos, los niños de familias constituidas irregularmente
reciben el bautismo después de tres o cuatro años de catequesis, a la edad en
la que sus compañeros son admitidos a la primera comunión, como por ejemplo
establecen algunas Conferencias Episcopales africanas. Cuando los padres piden
el bautismo para los hijos, pero se encuentran en situación de convivencia, hay
Iglesias en las que se opta por un acompañamiento personal de los padres antes
de administrar el sacramento a los pequeños, con instrucciones que los guían a
acercarse de nuevo a los sacramentos, hasta llegar a la celebración del
matrimonio. Sólo después de algunos años también los hijos reciben el bautismo.
Esta praxis se confirma en algunos países africanos y árabes. En otros países
el rigorismo pastoral acerca del nivel moral de la vida de los padres
comportaría el riesgo de negar injustamente los sacramentos a los niños y hacer
una discriminación injusta entre diversas situaciones moralmente inaceptables
(castigar, por ejemplo, a los niños por la invalidez del matrimonio de los
padres, sin tomar en consideración la situación de quienes viven de
delincuencia y explotación). Son pocos los casos en los que se hace referencia
al catecumenado para los niños.
153.
Las dificultades que se revelan en relación a la práctica sacramental
despiertan la atención sobre aspectos delicados y nudos problemáticos para la
praxis de las Iglesias particulares. En relación al sacramento del bautismo se
denuncia, por ejemplo, la actitud de tolerancia con la que, a veces, se
administra a los hijos de padres en situaciones irregulares, sin itinerarios
formativos. Sobre el mismo tema, existen casos en los que se ha negado el
camino de iniciación cristiana, porque uno de los dos padres se encontraba en
situación irregular. Aparece varias veces, en las respuestas, la referencia al
fuerte malestar de padres que no pueden acceder al sacramento de la penitencia
y de la Eucaristía, mientras que se invita a los niños a participar en los
sacramentos. Este malestar se vive en proporción a la mayor o menor comprensión
del sentido de la no admisión, percibido sólo en términos negativos o bien
dentro de un posible camino de curación.
154.
Se muestra cada vez más necesaria una pastoral sensible, guiada por el respeto
de estas situaciones irregulares, capaz de ofrecer un apoyo eficaz a la
educación de los hijos. Se advierte la necesidad de un acompañamiento mejor,
permanente y más incisivo para los padres que viven estas situaciones. Puesto
que es alto el número de quienes vuelven a la fe con ocasión de la preparación
a los sacramentos de los hijos, a nivel local sería necesario pensar en
oportunos caminos de redescubrimiento y profundización de la fe, que
requerirían una adecuada preparación y una conveniente acción pastoral. Una
observación significativa se refiere a una nueva comprensión del valor y el
papel que asumen el padrino o la madrina en el camino de fe de los niños y los
jóvenes. Las sugerencias que llegan acerca de este tema van de la necesidad de
redefinir los criterios para su elección, que es cada vez más compleja por el
creciente número de personas en situaciones irregulares, a la necesidad de
incentivar o activar la catequesis para los padres y los padrinos y madrinas,
considerando el alto porcentaje de quienes ni siquiera tienen conciencia del
significado del sacramento. Se deberá dedicar un acompañamiento pastoral
específico a los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, que a menudo
encuentran dificultades relevantes en la educación religiosa de los hijos.
155.
Las Conferencias Episcopales se preguntan si se podrían encontrar en cada
comunidad cristiana parejas de esposos que puedan seguir y sostener el camino
de crecimiento de las personas interesadas de forma auténtica, como madrinas
padrinos idóneos. En las zonas en las que los catequistas tienen un rol
importante y delicado, se sugiere que sean formados con más empeño y que sean
elegidos con mayor discernimiento, ya que suscitan divisiones y perplejidad los
casos de catequistas que viven en situaciones de irregularidad matrimonial. Se
señala que la Iglesia debería tomar en consideración mayormente la calidad de
la oferta catequística, y se pide una mejor formación para los catequistas, a
fin de que sean testigos de vida creíbles. Se advierte la necesidad de una
preparación más profunda a los sacramentos mediante la evangelización de las
personas: haría falta trabajar más por una iniciación a la fe y a la vida. Se
pide que se garantice una pastoral apropiada para los padres que comprenda el
período que va del bautismo a la primera comunión del hijo. Se propone la
organización —a nivel de decanatos y vicarías— de encuentros para quien vive o
afronta problemáticas familiares y está llamado a educar a los hijos a la fe.
156.
Las escuelas católicas tienen una gran responsabilidad para con estos niños,
muchachos, jóvenes, hijos de parejas en situaciones irregulares, que hoy día se
cuentan en número elevado. Al respecto, la comunidad educativa escolar debería
suplir cada vez más el rol familiar, creando un ambiente acogedor, capaz de
mostrar el rostro de Dios. En cualquier caso, se sugiere que la preparación a
los sacramentos se realice mediante una efectiva colaboración entre la
parroquia y la escuela católica, para reforzar el sentido de pertenencia a la
comunidad. Se pide que se incentiven a todos los niveles eclesiales los caminos
de educación y formación al amor, a la afectividad y a la sexualidad para los
niños, los muchachos y los jóvenes. La propuesta de nuevos modelos de santidad
conyugal podría favorecer el crecimiento de las personas dentro de un tejido
familiar válido, en sus tramas de protección, de educación y de amor.
157.
En los casos de algunas de las situaciones difíciles, por ejemplo de parejas
de
refugiados o inmigrantes, la Iglesia debería ofrecer ante todo una ayuda
material y psicológica, apoyando la instrucción y la prevención de abusos o
explotación de menores. En el caso de los “nómadas”, que en general piden el
sacramento del bautismo para sus hijos, las Iglesias particulares deberían
comprometerse más intensamente a un acompañamiento espiritual de la familia,
para que se complete todo el camino de iniciación cristiana.
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158.
El amplio material recibido por la Secretaría del Sínodo de los Obispos se ha
organizado en este Instrumentum Laboris a fin de favorecer el
parangón y la profundización prevista durante los trabajos de la III Asamblea General Extraordinaria
del Sínodo de los Obispos. Ciertamente, la riqueza de contenido de las
respuestas y las observaciones es mucho más amplia de lo que aquí se ha citado
a fin de ofrecer un primer punto de referencia para el diálogo sinodal. Los
tres grandes ámbitos sobre los cuales la Iglesia desea desarrollar el debate
para llegar a indicaciones que respondan a las nuevas preguntas presentes en el
pueblo de Dios son, en cualquier caso, las que aquí se señalan: el Evangelio de
la familia que hay que proponer en las circunstancias actuales; la pastoral
familiar que hay que profundizar frente a los nuevos desafíos; la relación
generativa y educativa de los padres respecto de los hijos.
159.
Concluimos este itinerario, en el cual hemos notado alegrías y esperanzas, así
como incertidumbres y sufrimientos en las respuestas y observaciones recibidas,
volviendo a las fuentes de la fe, la esperanza y la caridad: nos encomendamos a
la Santísima Trinidad, misterio de amor absoluto, que se reveló en Cristo y del
cual nos hizo partícipes por medio del Espíritu Santo. El amor de Dios
resplandece de modo peculiar en la familia de Nazaret, punto de referencia
seguro y consuelo para toda familia. En ella brilla el amor verdadero, al que
deben mirar todas nuestras realidades familiares, para obtener luz, fuerza y
consolación. A la Santa Familia de Nazaret queremos encomendar la III Asamblea
General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, con las palabras del Papa
Francisco:
Oración a la Santa
Familia
Jesús, María y
José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de
Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de
Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de
Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y
José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
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Vaticana.
Este texto puede ser
reproducido por las Conferencias Episcopales, o bajo su autorización, siempre
que su contenido no sea alterado de ningún modo y que dos copias del mismo sean
enviadas a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, 00120 Ciudad del
Vaticano.
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