A
continuación les presento la homilía del papa Francisco hoy Miércoles de Ceniza
en la Basílica de Santa Sabina (Roma).
“Como
pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que
tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el
misterio de su pasión y resurrección.
La
liturgia del miércoles de Ceniza nos propone ante todo el pasaje del profeta
Joel, enviado por Dios para llamar a la gente al arrepentimiento y a la
conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devasta
Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es necesario
suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.
El
profeta insiste en la conversión interior: «Vuelvan a mí de todo corazón».
Regresar al Señor “con todo el corazón” significa emprender el camino de una
conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que
tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho,
es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras
decisiones, nuestras actitudes.
Aquel
“vuelvan a mí de todo corazón” no implica sólo el individuo, sino que se
extiende a la entera comunidad, es una convocatoria dirigida a todos: « ¡reúnan
al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los
pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la
recién casada de su lecho nupcial!».
El
profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo
observar que debe estar acompañada de lágrimas. Nos hará bien pedir, al
comienzo de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para hacer así nuestra
oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía.
Justamente
éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús vuelve a
leer las tres obras de piedad previstas por la ley mosaica: la limosna, la
oración y el ayuno. Con el tiempo, estas disposiciones se habían corroído por
la herrumbre del formalismo exterior, o incluso habían mutado en un signo de
superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres
obras, que se pueden resumir en la hipocresía (la cita tres veces): «Tengan
cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos… cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los
hipócritas… Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas… a ellos les
gusta orar de pie… para ser vistos… Cuando ustedes ayunen, no pongan cara
triste, como hacen los hipócritas».
Cuando
se cumple algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser
estimados y admirados por esta buena acción, para obtener una satisfacción.
Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ostentación alguna, y a confiar sólo
en la recompensa del Padre «que ve en lo secreto».
Queridos
hermanos y hermanas, el Señor no se cansa jamás de tener misericordia de
nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él
con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo. ¿Cómo
acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo en la segunda lectura de hoy:
«les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios». Este
esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. La reconciliación entre
nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a
nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. De hecho, el Cristo, que
era justo y sin pecado, fue hecho pecado
por nosotros cuando sobre la cruz cargó con nuestros pecados, y así nos rescató
y redimió ante Dios. «En Él», nosotros podemos volvernos justos, en Él podemos
cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el «momento
favorable».
Con
esta conciencia, iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que
María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos
acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la
alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección.
Dentro
de poco cumpliremos el gesto de la imposición de las cenizas en la cabeza. El
celebrante pronuncia estas palabras: «eres polvo y al polvo volverás», o
también repite la exhortación de Jesús: « Conviértanse y crean en la Buena
Noticia». Ambas fórmulas constituyen un llamado a la verdad de la existencia
humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de
arrepentimiento y conversión. ¡Cuán importante es para escuchar y acoger este
llamado en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es entonces un impulso
a regresar, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios, Padre
tierno y misericordioso, a confiarnos de Él y a confiarnos a Él.
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