LA RELACIÓN ENTRE EL SÁBADO HEBREO Y EL DOMINGO CRISTIANO

martes, 19 de junio de 2012

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El domingo no es un día cualquiera, ni siquiera la transposición al día siguiente de lo que los hebreos celebraban el sábado. Existe una relación de continuidad y ruptura al mismo tiempo  entre el sábado hebreo y el domingo cristiano. La semana de los hebreos comienza el sábado y conduce hacia el siguiente. La teología del sábado hebreo tiene su fundamento en el libro del Génesis, donde Dios descansa después de la obra de la creación. El sábado, sin embargo es una de esas instituciones cuyo origen hoy parece con certeza que debe buscarse en el ambiente mesopotámico y que posteriormente recibió de la cultura hebrea una nueva interpretación y contenidos originales. Lo que más llama la atención a quien recorre la tradición bíblica, y por lo mismo lo que más caracteriza el sábado, es el descanso absoluto (Cf Ex 16, 2-30). Lo indica la misma etimología del término “shabbat”, que quiere decir cesar, reposar. La tradición sacerdotal (Ex 31, 17-20) lo ve como una imitación del descanso divino después de la creación (Gen 2,2). En la actualidad parece incluso cierto que la narración ha sido concebida y escrita precisamente para inculcar y motivar entre los hebreos la necesidad del descanso semanal. Como el hombre imitaba con su trabajo la obra creadora de Dios, así debía imitar su descanso, tanto más Israel, que por elección divina haba llegado  ser hijo de Dios.
El sábado no es solamente imitación del descanso de Yavé, es también día de culto, de acción de gracias, de oración. Con su descanso Dios santifico el sábado, lo hizo sagrado, estableciendo que fuese consagrado a Él. De aquí la expresión “santificar el sábado” tan frecuente en la biblia (Ex 20,8; Dt 5,12; Is 56,24, Neh 13,17) para infundir en el pueblo de Dios veterotestamentario la coincidencia del deber de  reconocer con gestos cultuales su consagración.

El sábado es, pues, una institución central del judaísmo, hasta el punto de que, mientras el mundo helenístico vive la semana  planetaria y los diversos días toman nombre de los planetas, en el judaísmo sólo el sábado tiene nombre, los demás días simplemente se numeran: primer día, segundo día…etc.

Los apóstoles y los principales discípulos de Jesús, provenientes del judaísmo, conocían y practicaban la semana judía y antes de separarse de esa matriz conservaron sus antiguas costumbres. No hay, pues, que extrañarse de que en cualquier comunidad cristiana, por ejemplo en aquella para la que escribe Mateo, pudiera coexistir pacíficamente la celebración del domingo con la observancia del sábado (Mt 24,20). La polémica antisabática  comienza con San Pablo y en sus comunidades, de proveniencia helenística (Gal 4,8-11; Rom 14,5-6; Col 2,16-17): no se siente ya la obligación legal del sábado, y se apunta hacia lo que  es propio y especifico de los cristianos, con la intensificación de la polémica contra los judaizantes se afirmará la tendencia a vaciar de sentido la vieja ley sabática, como también asimismo la de circuncisión y la referente a las impurezas legales.

Los cristianos empezaron a celebrar, por su propia cuenta y con modalidades propias, el domingo o “el primer día después del sábado” (Mt 28,1; Mc 16,1; Lc 24; Jn 20,1; 1 Co 16,2).
El domingo fue organizado para asumir el elemento más importante y característico del sábado judío, el reposo, y así permanecieron las cosas hasta la paz de Constantino. Sin embargo no fue fácil alejarse de la observancia sabática, insertando ésta entre los otros preceptos del Decálogo, considerados norma moral y valida también para los cristianos.

A partir del siglo IV se asiste a una vuelta a las viejas costumbres sabáticas.  Dos hechos lo atestiguan: en marzo del año 321 la ley de Constantino, en el marco de la cristianización de la sociedad impone la obligación del descanso dominical también en el ámbito de la sociedad civil, mientras que hasta ese momento el domingo era día laborable para todos, el otro hecho, todavía más curioso, es la vuelta en diversos sectores de la cristiandad, a la observancia pura y simple del antiguo sábado al lado de la del domingo, como de “dos días que son hermosos” según dirá san Gregorio de Nisa.

Podemos llegar a la conclusión que tras el renacimiento original del domingo cristiano y su progresiva afirmación frente al sábado judío, a partir del siglo IV se asiste a un movimiento inverso, que se puede caracterizar como una gradual sabatización del domingo.

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