Para nuestro estudio tomaremos las palabras del apóstol Pablo al
dirigirse a Tito donde dice “Pablo, siervo de Dios, apóstol de
Jesucristo para llevar a los elegidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento
de la verdad que es conforme a la piedad” (1,1).
La carta a Tito que se encuentra dentro de las cartas pastorales
conjuntamente con la primera y segunda a Timoteo nos presenta a un Pablo
considerándose siervo y apóstol. Se considera siervo de Dios porque está
al servicio de su proyecto para el bien de su pueblo, exactamente como el
siervo del Señor anunciado por Isaías “He aquí a mi siervo a quien yo
sostengo. He puesto mi espíritu sobre él (Is 42,1).
El término “siervo de Yahvéh” que en
hebreo significa “ebed Yahvéh”
designa a todo aquel que reconoce a un
Dios con poder y encima de él. Pablo sabía
que Dios tenía poder sobre él ya que le había abierto su corazón para que la
luz de Cristo lo convirtiera en un hombre nuevo (Episodio en Damasco Hch
,3-11).
En griego el término “siervo” es “doulos” que significa esclavo y que en
el Antiguo Testamento era un titulo honorifico a los enviados de Dios.
A la par del término “siervo de Dios”
Pablo se considera “apóstol de Jesucristo”, es decir un enviado, un emisario,
un delegado oficial encargado de una misión. Pablo se consideraba un embajador
de Cristo Resucitado y por lo tanto con autoridad sobre comunidades. El
sustantivo “apóstolos” aparece unas 80 veces en el Nuevo Testamento.
El mismo Jesús le dijo a sus
discípulos estando con ellos en una
ocasión luego de haberse marchado la samaritana “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado y llevar a
cabo su obra” (Jn 4,34). Jesús les manifiesta claramente que ese también
debe ser su alimento y que la obra del Padre también es la de ellos.
Pablo sabía que un apóstol es un discípulo
de Jesús que enseña la obediencia a sus mandatos, dentro de su corazón solo había
el deseo de que las personas conocieran a Cristo Resucitado. Su único objetivo era
“llevar a las personas a la fe y al
conocimiento de la verdad, esperando la vida eterna” (Ti 1,1-2).
El verdadero apóstol tiene unas
funciones específicas según el mismo Pablo:
1. Es un padre espiritual que trasmite
vida en Cristo Jesús, la muerte no se encuentra en su enseñanza ya que no
existe para el que obra conforme a la voluntad de Dios (1 Co 4,15).
2. Es un trabajador incansable, cuyo
patrono es Dios y su meta es la construcción y edificación del Reino (1 Co
3,9).
3. Es un transformador de mentes, donde
su prioridad principal es que las personas no se amolden al mundo en que viven,
sino más bien que se produzca en ellos una renovación que les permitirá distinguir la voluntad de
Dios, lo que es bueno y lo que es malo (1 Ro 12,2).
4. Es un hombre de paciencia a toda
prueba, soporta las dificultades que se le presenten, sabe que él no tiene
merito alguno, todo lo bueno en él es por la gracia de Dios. (1 Co 12,12).
5. Es aquel que edifica y enseña en el
amor, el cual debe ser paciente, no aparentador y no debe buscar su propio interés (1 Co 13, 1-13).
En resumen el verdadero siervo de Dios
y apóstol de Jesús es aquel que se siente sostenido por Dios que está por
encima de él y es enviado por Jesús a
predicar la Buena Nueva toda la humanidad.
Hoy el mundo necesita muchos siervos y
muchos apóstoles pero no que actúen en nombre propio, sino que estén movidos
por el mismo amor de nuestro Padre que llegó incluso a dar a su único Hijo para
que en Él todos tuviéramos vida y vida en abundancia.
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