El
texto de Jn 6,24-35 nos habla del verdadero Pan de Vida. La gente encontró a Jesús
a la otra orilla del lago en Cafarnaúm. Jesús
viene de saciarles el hambre a más de cinco mil personas, lo buscan no por las “señales” (σημεῖα gr. semeia.
Denota prenda, señal, marca que distingue a una personas de otra) sino porque
“han comido pan y se han saciado” (Jn 6,26). Las personas se habían “saciado” (ἐχορτάσθητε
gr. echortásthete) y “habían quedado hasta sobras” (Jn 6,12).
Jesús
les dice que deben trabajar por un alimento que no “perece” (ἀπολλυμένην gr.
apolluménen), por un alimento que da “vida eterna” (ζωὴν αἰώνιον gr. zoén
aiónion. La palabra aiónion viene de aiónios que denota también perpetuo, sin
fin).
A
Jesús le preguntan que ¿tienen que hacer
para trabajar en las obras de Dios? Jn 6,28 (Trabajar viene del griego ergázomai
que significa hacer una labor con esfuerzo).
La respuesta de Jesus fue sencilla, les dijo que la obra de Dios
consistía en que “crean” (πιστεύσητε gr. pisteúsete de pisteúo que significa
dar crédito, tener confianza) en aquél que Él ha “enviado” (ἀπέστειλεν gr.
apésteilen de apostélo que significa enviar, poner aparte).
Los
que estaban reunidos con Jesús le piden
una señal para que crean, todavía la multiplicación de los panes no les
ha parecido una señal, por eso Jesús les dice: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el
que crea en mí, no tendrá nunca sed” (Jn 6,35).
Johan
Konings en su libro” Espíritu y Mensaje de la Liturgia Dominical” hace una
interesante reflexión sobre el evangelio:”Ahora
bien, esta audiencia dada a Cristo es la que hace vivir verdaderamente: éste es
el mensaje central de hoy. Por eso, se llama "el pan de vida".
Estamos demasiado acostumbrados a esta fraseología, para experimentar todavía
su impacto, pero no deja de ser verdad. Concretamente, tenemos dentro de
nosotros al judío de Cafarnaún y al pagano de Éfeso (Ef 6,17-24): el hombre que
quiere cancelar las cuentas con Dios por medio de determinadas prácticas
religiosas, y el ateo práctico, que resuelve todo en la vida según su provecho
inmediato. Ni una ni otra cosa sirve para realizar el sentido eterno de nuestra
vida. Debemos entregarnos, no pretender tener la última palabra. Entregarnos a
quien trae el sello de garantía de Dios (Jn 6, 27). Arriesgar el camino de la
vida que él nos señaló por medio de su propia persona. Pues él no solo enseña,
él es palabra, habla con su manera de ser. Jesús no enseña ninguna cosa. El se
presenta a nosotros, y en la medida en que tengamos comunión, con él,
llenándonos de su modo de ser, de su espíritu, vivimos realmente. Lo cual se
manifestará en la donación sin restricción, de la que él nos dio ejemplo. La
vida entregada es la verdadera, la que no perece”.
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