CUANTO ESTAMOS EN LAS MANOS DE DIOS ESTAMOS EN LIBERTAD, DE LO CONTRARIO EN GUERRA

miércoles, 9 de noviembre de 2011

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La tesis religiosa propuesta por el autor (Jue 3, 7-10) en la introducción que precede viene confirmada con la mención de algunos hechos históricos significativos, que afectaban o bien a un clan o a una o más tribus, raramente a toda la nación. Los hijos de Israel, más concretamente, las tribus de Judá y Simeón, se entregaron al culto de los baales y aseras, por lo cual se encendió la cólera de Yahvé, entregándolos al rey de Edom.
Leamos ahora el texto (Jue 3, 7-10):
Hicieron el mal los hijos de Israel a los ojos de Yahvé, y, olvidándose de Yahvé, su Dios, sirvieron a los baales y aseras. Encendióse la cólera de Yahvé contra Israel y los entregó a manos de Cusan Risataím, rey de Edom, y los hijos de Israel sirvieron a Cusan Risataím ocho años. Clamaron a Yahvé los hijos de Israel, y suscitó Yahvé a los hijos de Israel un libertador, que los libertó, Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. Vino sobre él el espíritu de Yahvé, y juzgó a Israel y salió a hacer la guerra. Puso Yahvé en sus manos a Cusan Risataím, rey de Edom, y pasó su mano sobre Cusan Risataím; y estuvo en paz la tierra durante cuarenta años, y murió Otoniel, hijo de Quenaz.
Al clamor de los hijos de Israel, Dios les suscitó un libertador en la persona (o clan) de Otoniel (1,13; Jos 15,17), sobre el cual vino el espíritu de Yahvé. Con esta investidura divina salió a pelear contra Cusan Risataím (“doblemente malo”) y le derrotó. Se ignora quién fuera este reyezuelo; se presume que su nombre primitivo fuera desfigurado intencionadamente por el autor o tradición popular (Jer 50,21; Mal 1,4). Era rey de Édom, población nómada emparentada con Abraham por Quetura (Gen 25,2-6) y que habitaba en el extremo meridional del mar Muerto.
Por Habacuc 3,7 sabemos que estaba emparentado con Madián. El redactor deuteronomista conocía por la tradición o por documentos escritos el caso de Otoniel y lo puso en primer término, acaso por pertenecer a la tribu de Judá (Gen 15,19; Jos 14,6), por la cual siente una predilección particular (Vincent).
Es bien interesante destacar que cuando nos ponemos en manos de otros dioses entonces vienen las guerras (internas y externas), muchas veces estamos descontentos hasta con nosotros mismos, no nos gusta nuestra forma de ser, de actuar, nuestro vocabulario, nuestro vestir, es decir existe una discordancia en nuestra personalidad.
El pueblo de Israel caía reiteradamente en manos de otros dioses y por ende sus guerras, igualmente es el ser humano, caemos en lo más bajo por no tener a Dios como Padre. Estamos presos dentro de unas celdas autoimpuestas.  Rechazamos a aquel que es amor y que nos hizo sus hijos adoptivos dándonos a su único Hijo: Cristo.
Sin duda alguna necesitamos de la libertad de los hijos de Dios, entregarnos en las manos amorosas de Padre. El mundo se encuentra en una eterna guerra porque Dios está relegado u obscurecido.




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