JESÚS ES EL NUEVO TEMPLO

viernes, 9 de marzo de 2012

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EL Evangelio de Juan coloca a Jesús en Jerusalén para la primera Pascua de su vida pública (Jn 2,13-25), mientras que en los sinópticos es atribuida a la última semana de la vida de Cristo, es decir unos días antes de la ultima pascua del Ministerio Publico (Mt 21,12-17; Mc 11,15-19; Lc 19,45-48).Entre los sinópticos y el Evangelio de Juan las diferencias en las narraciones no son tales que no se pueda ver una unidad. 

Las razones para pensar en la última pascua son las siguientes:
·      **Las palabras de Jesús sobre la destrucción y la edificación del templo en tres días (Jn 2,19) fueron citados en su proceso (Mt 26,21; Mc 14,58), lo que más bien supone que se trata de un hecho reciente.
·       ** La abierta alusión de Jesús a su muerte (Jn 2,19.21-22), se entiende mejor en el tiempo en que su muerte fue decretada.
La Pascua es el resultado de la fusión en una sola de dos fiestas: la del cordero pascual y la de los panes sin fermentar o ázimos. El sacrificio del cordero pascual corresponde al periodo  de la vida nómada de Israel; los pastores, antes de partir  con sus rebaños para el pasto de la primavera, inmolaban de noche el cordero joven para obtener la fecundidad y prosperidad del ganado. Rociaban con su sangre los postes de la tienda, para así alejar amenazas, desgracias, enfermedades y espíritus malignos. Posteriormente se le dio un nuevo significado en recuerdo y conmemoración de la salida de Egipto, acontecimiento fundamental en la historia israelita. Con ella se celebraba solemnemente el hecho de que Dios, que había hecho morir a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, había sin embargo pasado por alto las moradas de los israelitas, marcadas con la sangre del cordero. Originalmente se celebraba fuera de todo santuario, y sin sacerdotes ni altares, se comía con hierbas del desierto, revestidos los participantes de los atuendos propios de pastores en pleno nomadeo, de noche y, siempre en noches de luna llena, que es la más luminosa para poderse mover en el campo. Era una fiesta anual, fiesta de primavera, tiempo en que se salía con el rebaño a la búsqueda de pastos, momento decisivo y peligroso.
Los panes sin levadura, por el contrario era un rito agrícola de primavera asumido por los hebreos al sedentarizarse en Canaán (Lv 23,10). Esta fiesta indicaba el comienzo de la siega de las cebadas que se hace en primavera cuya primera gavilla cortada era presentada  a la divinidad, y culminaba en la fiesta de las semanas, fin de la cosecha, siete semanas después. Para impedir que los espíritus nefastos del año anterior penetrasen en el año entrante, se descartaba toda la harina vieja y fermentada. Mezclar levadura, hecha entonces de harina fermentada, del año anterior era, según la mentalidad de la época, mezclar los espíritus o fuerzas de los dos años. Había que esperar que la harina nueva fermentase sola para utilizar la nueva levadura. La espera duraba unos siete días “los días de los ázimos”, es decir, días en que comían los panes  sin levadura disponible de la nueva cosecha.
Después de la conquista e Canaán la Pascua de los nómadas se unificó seguramente con la fiesta agrícola de los Ázimos y ambas fiestas cambiaron su significado originario, pasaron a ser una sola fiesta, y se dará el sentido histórico de la urgencia de Israel para salir de la esclavitud de Egipto en el momento de éxodo. 

VOCABULARIO:
El  Evangelio presenta tres  palabras griegas dignas de destacar:
1. Casa: Del gr. oikos significa construir un edificio y formar una familia.
2. Celo: Del gr. dsèlos que designa el rubor, el ardor que sube al rostro de un hombre apasionado.  La expresión “El celo de tu casa me devora” es una frase del salmo 69,10.
3. Templo: Del gr. hieron que significa sagrado. El templo de Jerusalén es un edificio imponente con un perímetro de unos 150 mts, reconstruido bajo Herodes el Grande y que luego fue destruido en el año 70.

ACTUALIZACIÓN:
Jesús expulsa a los cambistas y las mesas las tira al suelo ya que habían convertido en un mercado la casa de su Padre. Con esa actitud Jesús nos muestra que han llegado tiempos nuevos, tiempos en los que a religión no se puede mezclar con el comercio. En efecto cuando el comercio y el Templo andan juntos, la única víctima es el pueblo.
Jesús le dice claramente a los judíos “destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré” (Jn 2,19). En esa afirmación misteriosa está presente la denuncia de que el poder religioso será responsable de la destrucción del cuerpo de Jesús (muerte) pero Jesús resucitará, destruyendo el poder religioso que genera muerte. Jesús es entonces el nuevo templo.
Cada uno de nosotros debe purificar su propio Templo, es decir, nuestros cuerpos, todo lo que llevamos en nuestros corazones. No debemos convertir nuestra vida en un completo mercado en donde Dios Padre está completamente ausente.

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