Hay un día de la semana que no conviene vivir recordando, es el AYER, con sus errores y desatinos. Pedimos perdón a dios por las ofensas que hemos hecho, pero no debemos seguir pasando el disco rayado de nuestros fracasos espirituales, porque esto nos amarga la vida eternamente.
El ayer ya no está bajo nuestro control. Todo el dinero del mundo no lo logrará cambiar. No podemos deshacer ni un solo acto de lo que hemos realizado. ¿Entonces para qué seguir atormentándonos con su amargo recuerdo? Esta tristeza no arregla lo pasado pero amarga el presente. En cambio puedo pedirle a Dios que cumpla lo que Él prometió por medio del profeta miqueas: “Si te arrepientes y pides perdón, echaré tus pecados en el fondo del mar, para no volverlos a ver” (Mi 7,19)
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