En el Evangelio de este domingo XVI del tiempo ordinario, el Señor Jesús nos relata tres parábolas, que nos muestra dos situaciones muy características de nuestra vida, una cuando se obra en el camino del bien y la otra cuando se obra en el camino contrario, bien sea por nuestras propias voluntades desordenadas o por influjo e impulso del maligno.
La primera parábola se refiere a un enemigo que el dueño de un campo tiene y el cual no desea que haya buena cosecha saboteándola con la cizaña para dañar el trigo. Las plagas de cizaña eran muy temidas por los campesinos, pues pueden llegar a perder una cosecha. Esta primera parábola de Jesús es muy actual en nuestros días, ya que muchos cristianos se han dormido en los laureles y han permitido que el enemigo sembrara la mala semilla en la más completa impunidad, hoy vemos como el aborto, la eutanasia, las uniones del mismo sexo son permitidas como si fuera algo normal. Debemos estar vigilantes y atentos con aquellas personas que de alguna manera dependen de nosotros, en su lectura, ideas, charlas etc.
La segunda parábola se refiere a la semilla de mostaza, la cual es pequeña y que sin embargo colocada en la tierra con paciencia, agua y abono, crece hasta hacer un gran árbol. Así es el Reino de los cielos dice Jesús, empieza desde la humanidad de la persona, pero ella difunde el mensaje de la Buena Noticia, entonces aumentan los creyentes, surgen las comunidades y así viene el gran proyecto de salvación para todos
La tercera parábola se refiere a la levadura en donde unas pocas medidas se convierten en un pan que alimenta y nutre. Es cierto que el bien fermenta el mundo, pero también el mal con un poco de levadura crece y se expande. Hay que tener los ojos bien abiertos y los oídos prestos para escuchar y poner en práctica la palabra de bendición que hemos recibido. Las familias constituyen la levadura ideal para hacer de este mundo un lugar habitable donde reine el amor y la misericordia. (TOMADO DE LA LECTIO DIVINA DOMINICAL N°70)
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