Seguramente la gran mayoría de los cónyuges hablan
entre sí sin problemas, es decir, intercambian palabras propias de la cotidianidad de la vida. Pero, ojo, que para llegar al diálogo es necesario
algo más: un traspaso de la intimidad de cada uno.
Hablamos
de las cosas que hay que hacer en la casa, de las actividades y del colegio de
los hijos, del presupuesto… y está bien. ¡Muy bien! Pues de hecho todos
aquellos ítems son parte fundamental de la comunicación en la vida conyugal,
que si no se conversaran el panorama sería negro total. Sin embargo, todos
ellos son temas exteriores que “no alcanzan”, por decirlo de alguna manera,
para cultivar el verdadero diálogo
Dialogar es abrir el corazón al otro y
mostrarle quienes somos por dentro, qué angustias nos aquejan, qué esperanzas
nos mueven, cuáles son las alegrías o las penas que tenemos. Dialogar es hablar
de la vida del matrimonio, intercambiar aquello que nos motiva, es poner
proyectos en común, hablar de lo que nos preocupa, de lo que nos conmueve, nos
interesa, nos asusta…
Para todo ello, es fundamental que
entre los cónyuges haya una mutua valoración, respeto y admiración.
¿Cómo
hablamos?
Se distinguen cuatro tipos de diálogos
y el hecho de conocerlos ayuda a no descuidar ninguna de las aristas que
sustentan al matrimonio.
1
Diálogo espiritual:
consiste en descubrir las maravillas del cónyuge. El diálogo espiritual se
produce cuando el matrimonio se va comprendiendo y valorizando mutuamente. Aquí
es fundamental la confianza cultivada.
2
Diálogo afectivo: a
través de él se expresan sentimientos y afectos. Esto se demuestra con gestos y
palabras de cariño. Es la sonrisa, la caricia y frases como: “te he echado de
menos”. Oportunidades hay muchas como: felicitar por los logros, interesarnos
por sus dolores. Descubrir sus gustos, mirarle cuando habla, conocer sus
estados de ánimo, leer sus emociones…
3
Diálogo sobrenatural:
los casados por la iglesia, están llamados a santificar su matrimonio. Por eso
cometerían un grave error, si edifican su conducta espiritual a espaldas y al
margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, la educación
de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante la familia, son
situaciones que los esposos deben poner en manos de Dios.
4
Diálogo físico: es un
diálogo propio del matrimonio y de gran importancia. La unión corporal es la
comunión de dos esposos y ella es la expresión del amor espiritual, afectivo y
sobrenatural. De hecho cuando las manifestaciones corporales no se alimentan de
esas dimensiones, llevan a una esperada insatisfacción. HF
La falta de diálogo hiere la raíz del
amor, la ternura, la delicadeza, el respeto. El otro se convierte en un extraño
y se transforma en un simple socio de la empresa familia.
Todo
un arte
A dialogar se aprende. Lograr tener
diálogos como una actitud constante y fluida en el matrimonio es una tarea no
menor. Hay que luchar contra importantes factores como la falta de tiempo, la
televisión, el exceso de trabajo, el temor de enfrentar los problemas…y, según
Jimena Valenzuela, abogada y orientadora familiar, hay que tener en mente
algunas “recetas” como son:
• Hablar
desde el yo íntimo, de los sentimientos que uno experimenta con las actuaciones
del otro. A veces se piensa que el otro tiene que adivinar nuestros deseos y
pensamientos más profundos, porque o si no los consideramos faltas de amor.
• Proponerse
aprender a escuchar, a no interrumpir y evitar dar cátedras interminables.
Entender que la expresión corporal es fundamental: mostrar que se está poniendo
atención, no hacer gestos despectivos, groseros o de desconcentración.
• Elegir
el momento oportuno para plantear ciertos temas. Por ejemplo, definitivamente
la mujer no le puede hablar de sus angustias al marido cuando él está viendo la
final del mundial. Intuir el estado de ánimo del otro antes de iniciar una
conversación que puede resultar más profunda o conflictiva.
• Ponerle
cabeza al tema de la conversación: pensar qué temas son interesantes para el
otro, buscar aprender de los intereses del otro. Jamás cansarse de luchar y de
buscar instancias de diálogo. No resignarse a la falta de comunicación.
Suprimir la apatía, la lata y la indiferencia. Encontrar conscientemente
instancias de conversación. Salir a comer, cuidar el romance y la intimidad
conyugal.
• No
es necesario estar hablando todo el tiempo: hay formas muy ricas de
comunicación no verbal como una mirada, un cariño, un mensaje de texto. Pero
cuidado con caer en el mutismo.
• Tampoco
es bueno pecar de exceso de sinceridad. Recordar que el tino y la caridad están
por encima.
• Ser
absolutamente discreto con las confidencias del cónyuge. Nunca comentarlas con
terceros, para no perder su confianza.
• Jamás
insultar, ni ridiculizar al otro, evitar las ironías y las descalificaciones.
• No
es necesario estar hablando todo el tiempo: hay formas muy ricas de
comunicación no verbal como una mirada, un cariño, un mensaje de texto. Pero
cuidado con caer en el mutismo.
• No
taimarse ni ofenderse por cualquier cosa. Tener pensamientos positivos con
respecto al otro y a sus intenciones: es mejor pensar que hace o dice las cosas
no con la intención de ofenderme o molestarme. Comprender que el otro puede
tener otro punto de vista, otros gustos y otro estilo y eso no significa falta
de amor. Se pueden dar las opiniones con entereza, pero también ceder en lo que
es opinable y cedible.
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