No se trata de alguien que anuncia el futuro, sino más bien de alguien que habla en el nombre de Dios, alguien que ha sido introducido en el proyecto de Dios (Am 3,7) y en adelante ve todo con sus ojos.
¿Hay que pensaren revelaciones extraordinarias? No se excluye esta posibilidad, pero parece más bien que descubren la palabra de Dios en dos momentos o lugares; su vocación y la vida.
Su vocación es determinante; es el momento en que experimentan a Dios; en una visita al templo como Isaías, en la oración continua como Jeremías, en un amor desdichado como Oseas. A partir de ese momento todo les habla de Dios, una rama de almendro en flor o una olla mal asentada (Jr 1,11ss), la vida conyugal (Os 1-3). De esta forma nos enseñan a leer en nuestra vida esta misma palabra que sigue interpelándonos.
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