La
doctrina de la Iglesia Católica con respecto al Purgatorio es bastante clara ya
que su fundamento se encuentra en la Biblia.
La Iglesia afirma que “los que
mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque
están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una
purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría
del cielo” (CIC 1030).
Vamos
primeramente a presentar varios textos bíblicos que hacen alusión al Purgatorio.
En 2 Macabeos 12, 43-46 se habla de una
“expiación de los pecados” de los que habían muerto piadosamente, pero que
necesitan una purificación. Es
importante recalcar que los dos libros de los Macabeos no se encuentran en la
biblia protestante.
En Mateo 5,24-25 Jesús fue bien claro al decir: "ponte enseguida a buenas con tu
adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te
entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro:
no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo". La
cárcel de la que habla Jesús es un lugar de castigo, donde la reparación se
hace por las ofensas cometidas. El
contexto es obvio. Jesús está hablando de cosas espirituales, recurriendo a un
ejemplo conocido en su tiempo sobre la cárcel, a fin de relacionarlo con una
realidad espiritual más profunda. Las parábolas son sus ejemplos más notorios.
La "cárcel" es una imagen que resultaba familiar a los oyentes de
Cristo sobre la verdad del purgatorio como "estado" (lugar) de
castigo tanto temporal como de reparación.
San Pablo, nos narra lo siguiente respecto al día
del juicio, refiriéndose con la palabra "fuego" al concepto del
"Purgatorio".
"Un
día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio,
cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada
uno. Si lo que has construido resiste el fuego, será premiado. Pero si la obra
se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin
pasar por el fuego". (1 Cor 3,13-15).
Es importante destacar que en la Biblia nada
manchado puede ver a Dios, Moisés tiene que dejar las sandalias para acercarse
a la zarza ardiente (Ex 3,2-6), Jesús en sus bienaventuranzas dice que “felices
los limpios de corazón porque verán a
Dios” (Mt 5,8), en Apocalipsis se dice que “Nada entrará manchado” (21,27).
El Papa Juan Pablo II en su Catequesis del 04 de
agosto de 1999 habló de la purificación necesaria para el encuentro con Dios: “Para
alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión
o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo
con una súplica, en la que evoca la obra salvífica realizada por Dios en el
pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y
vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías,
se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de
muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a
muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).
El
Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una
síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia
culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y
16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17)”.
La
enseñanza de los Padres de la Iglesia con respecto al purgatorio en bien
amplia. A San Agustín le preguntaron una
vez: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?". El
respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el
evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa
medida se empleará para darle a él".
Por
su parte San Gregorio Magno dijo:
"Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este
mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el
otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían
sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y
limosnas por su eterno descanso".
San Gregorio ofreció 30 misas por el alma de
un difunto. Más tarde ese difunto se le apareció en sueños a darle las gracias
ya que por esas misas había logrado salir del purgatorio.
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