Discuten
los autores si estas palabras que anteceden (v. 16-21) son de Cristo o son
“consideraciones” del evangelista penetrando la doctrina de Cristo. Y las
razones que hacen ver como más probable, que son “consideraciones” del
evangelista, son las siguientes. Las expresiones que se leen aquí, “Hijo
unigénito” (v.16-18), “creer en el nombre” (v.18), “hacer la verdad” (v.21),
nunca aparecen en boca de Cristo; por el contrario, son expresiones propias de
Jn, como se ve en otros lugares suyos (Jn 1,14.18; 1 Jn 1,16; 3,23; 4,9; 5,13).
La misma forma aquí usada (ούτως γαρ; ν. 16), que abre la sección, es la que Jn
suele utilizar para expresar sus propias consideraciones (Jn 2,25; 4,8;
5,13.20; 6,33; 13,11).
En
los vv. 16-17 emerge otro de los importantes temas de este evangelio. El amor
salvífico de Dios se encuentra tras el misterio del «levantamiento» del Hijo,
que es «enviado» para traer la posibilidad de la vida eterna y la salvación del
mundo. El mensaje de los vv. 13-15 persiste al indicar Jesús la inmensidad del
don amoroso que Dios ha hecho del Hijo para la vida del mundo. El Hijo fue
enviado para salvar al mundo, no para juzgarlo. A pesar del fuerte contexto
judío del encuentro con Nicodemo que precedió a este breve discurso, en las
palabras de Jesús aparece un elemento de carácter universal. «Tanto amó Dios al
mundo» (v. 16); «Dios envió al Hijo al mundo» (v. 17). Esto nos recuerda la
promesa del prólogo (cf. 1,12-13) Y nos prepara para el relato, que será
introducido en breve, dedicado a los encuentros con los samaritanos y con un
gentil (4,1-54). Pero el don amoroso del Hijo para la salvación del mundo
suscita la cuestión del juicio. A pesar del don que Dios hace del Hijo para la
salvación-y no para el juicio- del mundo (vv. 16-17), tiene lugar un juicio.
Este procede de la aceptación o rechazo de la revelación única de Dios que
acontece en el Hijo. Regresa el vocabulario del prólogo al hablar Jesús de la
«vida», la «luz» y las «tinieblas» (vv. 18-21; cf.1,4-8). La fe conduce a la
liberación de la condenación ya la vida, pero su rechazo produce condenación y
muerte (v. 18). Ni el Hijo ni el Padre actúan como jueces. El rechazo a creer
trae consigo la propia condenación, que se muestra en las malas acciones y en
la presencia de las tinieblas (vv.18-19). Ahora es el tiempo del juicio, es
decir, el momento en el que el creyente se encuentra ante la revelación del
Padre en el Hijo. La escatología joánica realizada subraya la importancia de la
respuesta del creyente, no la acción soberana de Dios.
ACTUALIZACIÓN
Jesús
ha venido al mundo a dar amor, a esparcir la fragancia de la misericordia y el
perdón, no ha venido a juzgar, allá aquellos que todavía piensan en un Dios
castigador y lleno de ira, los que así piensan no han leído la Biblia y mucho
menos han comprendido la misericordia de Dios.
Recientemente
me conseguí a una persona que me hizo una pregunta, ¿Los judíos fueron los que
mataron a Jesús? Mi respuesta fue inmediata: No. El hecho de que algunos del
pueblo de Israel pedían que lo crucificaran no significa que fueran todos,
además fue el propio Jesús que se entregó voluntariamente para expiación de
nuestros pecados, entonces, no fue el pueblo judío el responsable de su muerte,
fuimos todos.
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