Hasta
el siglo XVIII se daba por supuesto que Isaías de Jerusalén había escrito los
66 capítulos de su libro. La tradición había sido puesta en duda por Ibn Ezra
(ca. 1167), pero el más fuerte ataque se debió a J. C. Doderlein (1775) y a J.
G. Eichhorn (1780-1783). Estos investigadores sostenían que los capítulos 40-66
habían sido escritos por un autor distinto, que debió de vivir unos ciento
cincuenta años después de Isaías, durante el destierro en Babilonia. Lo
llamaron Déutero-Isaías, o segundo Isaías. En 1892, B. Duhm propugnó la
existencia de un tercer autor para los caps. 56-66, al que llamó Trito-Isaías,
o tercer Isaías (en este artículo, los nombres de estos profetas y de sus
respectivas obras se abrevian en Dt-Is y Tr-Is).
Las
razones para atribuir los capítulos 40-55 a un autor distinto son, ante todo,
de carácter histórico. Los destinatarios ya no son los habitantes de Jerusalén,
sino los desterrados en Babilonia (43,14; 48,20). Jerusalén, de hecho, ha sido
tomada y destruida; ahora aguarda la hora de su reconstrucción (44,26-28;
49,14-23). Babilonia ya no es una aliada amistosa (2 Re 20,12-13), pues ha
arrasado la ciudad de Jerusalén y deportado a los israelitas. Las antiguas
profecías sobre la destrucción de Jerusalén se han cumplido (Is 1,21-31; Jr
7,1-15; Ez 22; 24); Israel aguarda ahora la llegada de un futuro nuevo y
glorioso (40,1-11.43). Al revés que Is, el Dt-Is raramente menciona la dinastía
davídica, y aun entonces transfiere sus privilegios a toda la nación (55,3-5).
Los
argumentos literarios tienen la misma fuerza. El tono ya no es de condenación y
amenaza, sino de consolación y esperanza. El estilo del Dt-Is es expansivo,
redundante, solemne y lírico. Isaías de Jerusalén había sido breve, misterioso,
tajante. La diferencia entre ambos es la que puede haber entre Jn y los
sinópticos. Isaías está cuajado de datos biográficos; el Dt-Is ni siquiera nos
da a conocer su nombre. También los temas doctrinales del Dt-Is manifiestan un
desplazamiento del interés. Antes del exilio, Israel era un país relativamente próspero,
con una gran confianza en sí mismo y unas ideas muy materialistas; el Dt-Is nos
presenta un pueblo abatido, aturdido, aniquilado. Lo que necesita es consuelo,
no castigo. Su fe tiene que ser alentada, no puesta a prueba. Dado que su
situación parece humanamente desesperada, el Dt-Is explica que Dios puede
intervenir como rey y creador de un nuevo imperio mundial. Isaías miraba a las
naciones extrañas como ocasiones
de tentación que inducían a apostatar (20,5); otras veces las consideraba como
azotes de la ira divina (10,5). El Dt-Is las tiene no sólo por instrumentos de
salvación para Israel (cap. 45), sino también como participantes de la
salvación concedida a este pueblo.
Es
probable que el Dt-Is perteneciera a una escuela de ideas religiosas derivadas
de Isaías (8,16), pues en sus profecías se pueden escuchar los ecos de aquél:
el pueblo está en pecado y consumido de tristeza; se pide a Dios que ayude y
salve a su pobre pueblo; Dios es el único capaz de salvar, y por ello la
salvación se realizará de manera maravillosa (10, 15-20 y 42,19-25; 7,14-25 y
54,1-3). Es posible que el Dt-Is sea el principal responsable de la
conservación y del actual arreglo del «libro» de
su maestro, al adaptar aquel mensaje a las necesidades de los exiliados,
haciendo de él algo vivo.
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