A
los padres hay que respetarlos y a la vez mostrarles amor. Abimai, el hijo de Rabí Abahu dij o: ”-un hombre puede dar de comer a su padre
palomitas asadas y, a la vez, hacer que desee dejar esta vida. Otro puede hacer
que su padre sea encadenado a un molino y sin embargo merecer el Paraíso.”
Y
así sucedió: Una persona tenía un
padre anciano y le
daba de comer palomitas asadas. El padre
sabía que el hijo era pobre y
seguramente gastaba la mayoría de sus
ganancias por las palomitas, entonces un día le preguntó: ”-¿Dime, hijo, de dónde sacas para otorgarme tanto lujo?”; entonces el hijo le
contestó burdamente: ”-A ti, viejo qué te
importa, mueve los dientes y
come!”. Con eso demostraba que quería cumplir solamente con un precepto, pero
no lo hacía por amor al padre y en el fondo, le molestaba. Podemos imaginar
cómo el padre tragó esa comida a partir de ese día.
Con
otra persona sucedió lo siguiente: él
mismo era muy pobre y vivía de un molino al que se encadenaba y movía. Un día
el rey dictó un decreto, para que cada familia del reino mandase una persona
para los molinos reales, sin recibir paga, por el contrario, recibían golpes e
insultos. El pobre molinero tenía un anciano padre y entonces le dij
o: ”-¡Padre! encárgate del molino que voy a ir en tu lugar a lo del rey. Sé que el
trabajo no es fácil, pero es mejor que moler para el rey y recibir castigos e
insultos.”
Por
su parte, Abimai tenía cinco hijos y sin
embargo, cuando su padre Rabí Abahu venía, Abimai corría hacia
la puerta gritando: ”yo abro, yo abro”. Cierta vez, cuando el padre lo
estaba visitando, le pidió tomar agua. Abimai corrió para traérsela, pero en el
interín, el padre se durmió. Abimai entonces se quedó parado con la jarra de
agua y esperó a que el padre se despertara.
(Tratado
Kidushin, 31)
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deja tus comentarios