Es
de la creencia general que el orar mucho es bueno, ya que Dios nos escucha más
rápido, sin embargo le tengo muy malas noticias. Para ser escuchado no se
necesita tanta palabrería, se necesita que lo que se sienta salga del corazón, no
podemos tener la mente por un lado y el corazón por otro. Siempre he dicho en
mis predicas que si van a orar un Padre Nuestro o un Ave María sin sentir lo
que se dice, es mejor no decir nada, Dios no gusta de palabras huecas. He
observado en reiteradas oportunidades como se dice un Ave María tan rápido que
no da tiempo a meditarlo, a veces parece una carrera de caballos de lo veloz
que se dice.
El
Libro de Isaías 1,15 dice que Dios cerraba sus ojos cuando el pueblo de Israel alzaba
las manos para orar y le traía
sacrificios y holocaustos “inútiles” (Heb.שָׁוְא
shaw), aunque se “multipliquen” (Heb. תַרְבּוּ tarbú) sus oraciones, no los iba
a “escuchar” (Heb. שֹׁמֵעַ shomeya). La exigencia de Dios era apartarse del mal
y obrar bien, luego ir a la oración para ser escuchado, siempre poniendo el corazón
en las manos de un Padre que no desprecia a nadie. Más adelante Is 29,13 Dios
le sigue diciendo al pueblo israelita “Pues este pueblo se me acerca sólo de
palabra y me honra sólo con los labios, mientras que su corazón está lejos de
mí”. Vemos como Dios quiere que elevemos nuestro corazón a su presencia cuando
oramos, por mucho que oremos si no nos apartamos del mal y oramos adecuadamente
nuestras plegarias no serán escuchadas.
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