EL ALCOHOL GENERA OTRAS ADICCIONES

martes, 7 de febrero de 2012

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Que el alcohol genera algún placer en quienes lo consumen no tiene discusión, así como tampoco el hecho de que el cerebro de los bebedores no es inmune al efecto de un par de copas.
Un hecho conocido por los expertos durante años, pero que ahora un estudio de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) ha logrado determinar por primera vez en humanos: el alcohol genera que se secreten endorfinas en ciertas áreas del cerebro, lo que produce sensaciones de placer, favoreciendo el desarrollo de una adicción.

Las endorfinas son pequeñas proteínas que se producen de manera natural en el cerebro y que poseen un efecto opiáceo. Jennifer Mitchell, autora principal de la investigación publicada ayer en la revista Science Translational Medicine, y sus colegas observaron que, tras el consumo de alcohol, la secreción de estas proteínas es directamente proporcional a la cantidad que se consume.

Además, se acumulan en dos zonas del cerebro: el núcleo accumbens y la corteza orbitofrontal. Además, determinaron el receptor opioide que actúa con las endorfinas (el receptor Mu).
“Esto indica que el cerebro de los bebedores excesivos cambia, de manera que es más probable que encuentren placentero el consumo de alcohol, y puede ser una pista sobre cómo esto se vuelve un problema”, explica Mitchell.

El doctor Carlos Ibáñez, psiquiatra de la Unidad de Adicciones del Hospital Clínico U. de Chile, valora el aporte de esta investigación pues “confirma un cuerpo de evidencias que se viene conociendo hace años”, aunque precisa que la información sólo da cuenta de los inicios de la conducta adictiva.

“Hay una serie de otros circuitos que participan en etapas más tardías y complejas de la adicción, sin olvidar los factores psicosociales que tienen un papel importante en su desarrollo”.

Para el estudio, los investigadores analizaron a través de una tomografía por emisión de positrones (PET, sigla en inglés para este examen de imágenes) la respuesta cerebral a la ingesta de alcohol en dos grupos de personas: uno con 13 voluntarios con un alto consumo de alcohol, y otro de 12 sujetos de control, que no bebían de manera habitual.

En todos los casos la ingesta de alcohol produjo una liberación de endorfinas. Además, los participantes reportaron mayores sensaciones de placer al liberarse más endorfinas en el núcleo accumbens.

En tanto, el aumento de la cantidad de dichas proteínas en la corteza orbitofrontal incrementó los sentimientos positivos en los bebedores habituales. “Este sentimiento de gratificación puede ser el que les haga beber tanto”, opina Mitchell.

A partir de toda esta información, los autores esperan que se pueda mejorar el tratamiento de la adicción. “Cuanto mejor entendamos cómo las endorfinas controlan el consumo de alcohol, tendremos mejores oportunidades de crear terapias más acertadas para la adicción a la sustancia”, plantea Howard Fields, coautor del trabajo.

En la actualidad, explica el doctor Ibáñez, ya existen fármacos aprobados por la FDA para tratar el síndrome de abstinencia al alcohol -como naltrexona-, que bloquean el efecto de los opioides. Pero su efecto no es selectivo. “No creo que se abran nuevas puertas de tratamiento, pero sí podrían ensayarse terapias con bloqueadores más específicos que mejoren esa respuesta”.
Fuente: El Mercurio

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