El Evangelio de hoy domingo nos lo presenta el apóstol Juan, donde Jesús les dice a los discípulos la parábola del “Buen Pastor” que da su vida por sus ovejas (Jn 10,11-18). El término es griego y significa tanto “bueno” como “hermoso y noble”.
La
imagen del pastor en boca de Jesús no es exclusiva de Juan, siendo que es común
a la tradición sinóptica. Una vez, Jesús se aplica expresamente las palabras de
Zacarías (13,7) donde se dice que, herido el pastor, se dispersarán las ovejas
(cf. Mt 26,32; Mc 14,27). E implícitamente se tiene por pastor, cuando a sus
discípulos los llama “pequeño rebaño” (Lc 12,32).
Entre
las cualidades más resaltantes que
presenta un “Pastor Bueno” tenemos dos:
1.
Da su vida por sus ovejas; Cuando el rebaño está en peligro, no duda en
arriesgar su vida para defenderlo. David fue un pastor así (cf. 1 Sam 17,
34-35). Un pastor bueno vive para su rebaño, está a su servicio. Jesús dio su
vida por cada ser humano y sigue protegiéndolo, cuidándolo y tratando de llevarlo en la medida en que su corazón se
abra por la puerta que es angosta (Mt
7,13), y que lleva a la vida eterna.
2.
Es Propietario; Un mercenario no tiene interés en el rebaño, porque no es de
él, y al menor peligro las abandona y huye, no se enfrenta al peligro para
conservar su vida. Jesús nunca huyo de la cruz, por el contrario fue sumiso y
la aceptó con mucha amor. A través de su suplicio nos dio vida.
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