Muchas veces creemos que
Dios se encuentra lejos de nuestra vida, que nos ha olvidado, que tiene
otras cosas pendientes por hacer y que somos personas insignificantes para Él. Sin
embargo nuestro Señor siempre está trabajando, tratando de que recibamos sus
bendiciones, de hacernos un camino sin espinas.
El libro de Isaías nos dice que en
nuestro “recto obrar marchará delante de
ti y la gloria de Yavé te seguirá por detrás” (58,8). El Señor siempre está a
nuestro lado, nunca nos desampara, es el centinela que vigila nuestros pasos de
día y de noche.
Muchas personas invocan a Dios para la
solución de sus problemas pero permanecen inertes ante tan difícil situación,
no son capaces de obrar con el poder de Dios, quieren que Nuestro Padre lo
solucione todo, es cierto que Él actúa, pero requiere de nuestra colaboración.
La condición única
del Señor para que recaiga sobre cada uno de nosotros una lluvia de
bendiciones es obrar como Jesús lo hizo.
Dar amor es lo más importante para nuestras vidas, es lo que cada discípulo del
Señor debe hacer.
El apóstol Pablo siguió el ejemplo de
Jesús en su obrar diario por eso dijo “si no tengo amor nada soy” (1 Co 13,3).
Dios se desvela por nosotros por eso
siempre nos “conforta en cada momento, en los lugares desérticos te saciará,
rejuvenecerá tus huesos y serás como huerto regado, cual manantial de agua
inagotable” Is 58,11
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