LAS TENTACIONES DE CRISTO

lunes, 31 de octubre de 2011

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Este relato es “uno de los más enigmáticos de toda la tradición evangélica” (Schmid). Por eso se va a hacer primero una exposición de los elementos que entran en el relato; luego buscar el intento diabólico en ellos, y, por último, ver el origen y finalidad kerigmático-evangélica de esta tentación.
Leamos entonces el relato para entrar en su contexto:
1 Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.3 Y acercándose el tentador, le dijo; Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Pero él respondió, diciendo; Escrito está; “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” s Llevóle entonces el diablo a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le dijo; Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está; “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra.” 7 Díjole Jesús; También está escrito; “No tentarás al Señor tu Dios.” 8 De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo; Todo esto te daré si de hinojos me adorares. 10 Díjole entonces Jesús; Apártate, Satanás, porque escrito está; “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto.” 11 Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.
Mateo vincula este pasaje al bautismo de Cristo por la fórmula de “entonces,” que indica un simple cambio de escena.
Cristo, sometido en todo a la acción del Espíritu Santo, va “al desierto.” El Espíritu “lo lleva a la parte alta”, lo “empuja” (Mc), lo “llevaba” (Lc), en imperfecto, indicando una acción constante.
La forma de expresión lo vincula con el desierto de Judea antes descrito. Una tradición lo localiza en el Jebel-Qarantal, a cuatro kilómetros al norte de la actual Jericó. En el siglo IV San Garitón fundó allí una laura. Desde 1874 está en poder de los ortodoxos .
Va al desierto para ser “tentado” πειράζω por el diablo. La palabra griega usada lo mismo puede significar “tentación” en el sentido de solicitar al pecado, que indicar, simplemente, ser sometido a prueba.
El desierto aparece en la literatura judía y oriental como lugar donde moraba; los malos espíritus, y en especial los demonios (Mt 12,43; Lc 11,24; cf. Is 13,21; Tob 8,3; Bar 4,35). Pero tiene también otro sentido mesiánico, además de lugar de penitencia y aislamiento. Las comunidades de esenios y Qumrán son un claro ejemplo de ello.
El diablo significa, conforme a su etimología (διάβολος), “arrojador,” en sentido de acusador, calumniador o tentador. Su oficio es triple en la literatura rabínica; solicitar al hombre al pecado (cf. Zac 3,1; Job 2,6ss), acusarlo luego ante el tribunal de Dios y aplicar la muerte en castigo al pecado; de ahí llamarle “el ángel de la muerte.”
El tiempo que establecen los evangelistas para esta tentación es de cuarenta días y cuarenta noches, cifra de ambiente bíblico. Así, el diluvio (Gen 7,12); la estancia de Moisés en el Sinaí (Ex 24,18); los años de Israel en el desierto (Núm 14,33-34); años de una generación. Tiene también un carácter penal. Vosté piensa que el número cuarenta es a causa de los ayunos de los judíos, que comían por las noches, como es costumbre de los musulmanes en el mes del Ramadán. Sin embargo, la dependencia de los pasajes citados del A.T. explica la formulación literaria del continuo ayuno de Cristo. Fue durante este período cuando se dice que Cristo experimentó tentaciones. La construcción gramatical de Mc-Lc es ambigua. Mt las sintetiza al final del ayuno. Mt y Lc recogerán tres.
La primera está perfectamente situada. Cristo ayunó cuarenta días y sintió hambre. “Si eres Hijo de Dios,” le dice el tentador, con cuya respuesta esperaba saber si era el Mesías o no, que transforme estas piedras en pan. Sugerencia bajo capa de piedad; que no sufra un privilegiado hijo de Dios. “Hijo de Dios” está sin artículo; pero se refiere, como en otros casos (Mt 8,29; 27,40.43; Mc 1,1), al Mesías, máxime después de su vinculación literaria con el bautismo, en que se le proclamó “su” Hijo (cf. Mt 9,25) . Se esperaba entonces que el Mesías, al modo de Moisés, haría descender otra vez del cielo una lluvia de “maná”, del que se comería en aquellos años. Acaso pueda con Mt haber evocación.
Cristo le contesta con un argumento de la Escritura; “Está escrito.” La palabra de Dios cierra toda discusión. “El hombre no vive sólo de pan, sino de toda palabra que sale de boca de Dios” (Dt 8,3). Cristo alude aquí al sentido espiritual de confianza en la omnipotencia de Dios, en función de otra vida superior, a la que hay que atender con preferencia. Que es lo que Jesús recordará más tarde junto al pozo de Siquem; “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió” (Jn 4,34). Por eso dijo a sus discípulos; “Yo tengo una comida que vosotros no sabéis” (Jn 4,32).
Cristo pudo hacer el milagro. Pero éste no debe hacerse inútilmente. El abandono al Espíritu y a la Providencia fue el medio para rechazar la tentación. La Escritura, con todos los procedimientos y sentidos rabínicos, cerraba toda discusión. Como aquí con un procedimiento de “analogía.”
La segunda es de tipo espiritual. Aunque las expresiones “el diablo condujo a Cristo,” de Lucas, o “toma a Cristo,” de Mateo, se prestan a una interpretación materialista, quieren decir que sucedería en una representación imaginativa; por tanto, “tomar” como el arameo debar, puede indicar sólo que la persona sujeto tiene la iniciativa, sin exigir una acción física (Mt 17,1; 20, 17) . El verbo “llevar” (άγω), de Lc, puede también indicar incitar a algo o “llevar,” pero en representación imaginativa, lo mismo que el verbo “poner,” “colocar” del v.5 (Mt 18,2; Act 1,23; 6,13).
Desde allí, el diablo interviene para que Cristo esté en la “Ciudad Santa,” Jerusalén, y sea “puesto” sobre el “pináculo” del Templo, probablemente era la techumbre de uno de los pórticos dentados  del recinto general del Templo, donde se lograría mejor la espectacularidad de la propuesta.
Según Josefo, la vista del Cedrón desde el “pórtico real” causaba vértigo; más de 180 metros. Desde el “pináculo” despeñaron a Santiago el Menor el año 62, y éste debe de ser un punto de la muralla oriental.
En una de las concepciones rabínicas se contaba precisamente que el Mesías se revelaría estando de pie, sobre el techo del Templo, para anunciar a Israel que su redención había llegado. En aquel ambiente, y a la hora de los sacrificios, hubiese sido un prodigio tal que acusaría ser él el Mesías.
De nuevo Cristo rechaza la tentación con la Escritura; “No tentarás al Señor tu Dios,” que se refiere al Dt 6,16, y se alude con él al pasaje del Éxodo cuando, faltos de agua en el desierto, exigían los israelitas a Moisés un milagro. “¿Por qué tentáis a Yahvé?” les dijo Moisés (Ex 17,2). Nuevamente Cristo, confiando en la providencia de Dios, rechazó la tentación. No era “confiar” en Dios arrojarse temerariamente, exponiendo su vida, y esperar que Dios milagrosamente lo salvase. Los ángeles protegen al “justo” (Sal 91,11ss), pero no al temerario suicida. Y esto suponiendo que no le propusiese tirarse, por lo descabellado, desde 180 metros “pináculo” al Cedrón.
En la tercera tentación el diablo interviene para que Cristo vea los reinos del mundo y su atracción. Se trata de un hecho análogo al que se lee en Ez 40,2; 41,l-5ss, y que se realizó “en visión”, “Mc condujeron y me pusieron sobre un monte muy alto.” Es una visión imaginativa y fantasmagórica, ya que naturalmente es imposible; aparte que Lc lo insinúa al decir que fue “en un instante”. “Todo el poder y la gloria de estos reinos te daré si me adoras,” le dijo el tentador . Los judíos contemporáneos de Cristo esperaban un Mesías político y nacional, que aparecería con pompa dominación y prodigios. Así se presentaron una serie de pseudomesías, como se ve en los evangelios (Mc 10,35ss; Lc 24,21; Jn 6,15), Josefo , y los apócrifos . No es que el diablo tenga dominio sobre el mundo. Únicamente en el sentido de que influye en sembrar el mal, Cristo le llamó “príncipe de este mundo” (Jn 12,31), y San Pablo le llega a llamar “Dios de este mundo” (2 Cor 4,4). Por eso Cristo, citando de nuevo la Escritura (Dt 6,13), desenmascara la falta de sus poderes y le ordena que se aparte, “Teme a Yahvé, tu Dios y sírvele a El.” Sólo a Dios se puede adorar y temer como fuente y dador de todo poder. Mt modifica homogéneamente la cita explicitándola a su propósito.
Y el diablo se retiró, como dice Lucas, “temporalmente.” No directamente, pero sí indirectamente, tentó luego a Cristo a través de los fariseos y saduceos, queriendo intimidarle en el desarrollo de su mesianismo; de las turbas, que querían hacerle rey temporal; de los que intervinieron en la pasión. Todos colaboraron a aquel momento, del que Cristo dijo, “Viene el príncipe de este mundo contra mí” (Jn 12,31).
¿Qué intención tienen los evangelistas al describir estas “tentaciones”? Algunos, en la antigüedad, pensaron en una victoria ejemplar y eficiente de Cristo sobre las tentaciones y pecados genéricos de los hombres, gula, vanagloria, soberbia, que cita San Juan (1 Jn 2,16). Así se podía Cristo compadecer de nosotros y animarnos en la lucha, “Confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Para otros significan la absoluta impecabilidad de Cristo, “¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?” (Jn 8,46). Otros querían ver que en el desierto donde Israel fue tentado y pecó, Cristo supera aquella conducta. Y hasta se pensó que, contra el pecado del paraíso, él era el nuevo Adán.
La interpretación general, sin embargo, es que tienen un valor mesiánico. Cristo es tentado en cuanto Mesías, pues el diablo le dice, “Si eres Hijo de Dios,” palabras que se refieren directamente al Mesías, aunque en esta redacción literaria, van a tener el sentido del Mesías-Dios.
Se producen, además, en el desierto, símbolo y escenario de la edad mesiánica. “Ya en tiempos de los profetas existía la tradición según la cual el tiempo de la restauración de Israel, los tiempos mesiánicos, se verán precedidos de un período más o menos largo en el que se repitan las experiencias del pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Pero, sobre todo, esta corriente de ideas penetraba íntimamente la conciencia del judaísmo contemporáneo de Jesús. Estaban convencidos de que el Mesías había de venir del desierto y que inauguraría la era mesiánica repitiendo la fenomenología del desierto”.
Una confirmación de este ambiente se ve en un doble hecho, a) Los relatos de Flavio Josefo presentando a diversos impostores pseudomesías que llevaban las gentes “al desierto,” prometiéndoles signos prodigiosos y desde allí conquistar prodigiosa y mesiánicamente Jerusalén , y de lo que se hace eco el mismo Ν.Τ. (Act 21,38). “Todos estos testimonios, de los que se hace eco el Ν.Τ., arguyen en el judaísmo contemporáneo de Jesús una corriente ideológica según la cual los tiempos mesiánicos, mejor dicho, escatológicos, estaban próximos y habrían de inaugurarse los ideales tiempos del desierto . b) Los recientes descubrimientos de Qumrán hablan también de esta expectación mesiánica que ha de realizarse en el desierto. Dice así la Regla de la Comunidad, “Cuando estas cosas sucedan en la comunidad de Israel, que se alejen de la ciudad, de los hombres de iniquidad, para ir al desierto, a fin de preparar allí el camino de El (Dios), según está escrito, En el desierto, preparad el camino de Yahvé.”  “Es bien probable que los hombres de Qumrán. también se fueron al desierto con el fin de repetir las experiencias de los cuarenta años, los mismos que peregrinó el pueblo antes de entrar en la tierra prometida.”
En este marco ideal del desierto es donde se comprende bien todo el sentido profundo del mesianismo que en esta escena se contiene. Todos los elementos concurren a ello, la cifra de cuarenta días, las citas del Deuteronomio, el “maná,” la condena de la idolatría recordando la escena del “becerro de oro,” son sucesos todos del pueblo de Israel en el desierto. Todo ello hace ver que el sentido de estas tentaciones fue mesiánico.

Origen y finalidad de estas tentaciones.
Se comprende bien que Cristo, después del bautismo y antes de su vida pública de Mesías, se hubiese retirado algún tiempo a la oración, como hacía en otras ocasiones, máxime en momentos trascendentales, y que fuese este lugar una región desértica. Pero choca ya toda esta escenificación calculada, y luego — como en el diálogo satánico del Génesis — que el demonio, al estilo de Job ante Dios, se ponga, sin la menor extrañeza, en diálogo con Cristo. Aparte que las tentaciones son presentadas como un pugilato — entre Cristo y Satán — de textos bíblicos. “La lucha se desarrolla en la forma de una discusión entre peritos en las Escrituras” (J. Schmid). A esto se añade la gran discrepancia de este relato de la tentación de Mt-Lc con el relato de Mc, y la misma divergencia entre Mt y Lc. En todo ello se ve un “maravillosismo” de afinidad con los relatos y géneros literarios conocidos y afines con esta exposición, no se ve el porqué de todos estos elementos. Sobre todo esta lucha demoníaca entre Cristo y Satán .
¿No puede tener este relato una solución no histórica? La palabra “tentación” (πειρασμός) que se usa puede significar no “tentación” que solicite a Cristo al pecado — ¡increíble! — pero aun extraña que el diablo someta a Cristo al otro sentido de esta palabra, “prueba.” En cambio, son demasiado conocidos los procedimientos literarios judíos, especialmente apocalípticos y targúmicos — véase lo que se dijo a este propósito sobre el bautismo histórico de Cristo —, en orden a justificar, mediante dramatizaciones didácticas, algunos temas o preguntas que inquietaban aquel medio ambiente. Y esta escena parece ser respuesta del kérigma de la comunidad cristiana primitiva a un problema inquietante entonces, tanto en la Iglesia como en las polémicas contra el fariseísmo rabínico. Si Cristo es el Mesías, ¿por qué no responde su actuación al concepto de Mesías brillante, triunfador, político y nacionalista, que estaba creído y esperado en el medio ambiente judío?
Los judíos contemporáneos de Cristo esperaban un Mesías así (Mt 12,22.23; Jn 4,29). En este plan se presentaron una serie de pseudomesías, como se ve por los evangelios (Mc 10,35ss; Lc 24,21; Jn 6,15), Josefo y los apócrifos .
Por eso, ya desde antes se proponía si no sería esto una dramatización de las “luchas” concretas, que no eran otra cosa que la gran “lucha” que tuvo Cristo en su vida contra Satán (cf. Jn 13,2ss). No sería ello, en el fondo, otra cosa que querer orientar la solución por un camino, no al margen de las “tentaciones” históricas de Cristo, tal como están relatadas en los evangelios, las luchas que tuvo de obstáculos en su vida de Mesías, que tenían en gran parte un jefe invisible en aquella concepción — y realidad — que era Satán.
Además, si no hubiesen sido históricas en su “núcleo,” no como están relatadas, la comunidad cristiana primitiva no parece que las hubiese inventado, lo que no es creíble, por la humillación, incluso victoriosa de Cristo, máxime en la hora del pleno conocimiento de su divinidad. Por eso, parece que ella hubiese querido exponer — hubiese tenido necesidad de justificar — en una dramatización oriental, tan del gusto y estilo ambiental, la solución de un problema gravemente inquietante. Sería un caso, en terminología cuasi técnica, de una Deute-Erzahlung (narración) o una Deute-Darstellung (exposición), es decir, una “narración” o una “exposición interpretativa.”
Esta sería la respuesta de la comunidad cristiana primitiva al problema inquietante del mesianismo desconcertante de Cristo.
Primero, ¿por qué el Mesías va al desierto a “ayunar” y a ser “tentado por el diablo,” y para ello, además, es “movido” o “llevado” por el Espíritu Santo? Es ya un misterio, pero que Dios traza. Son los planes de Dios.
Y en estas “tentaciones” A prueba,” en la primera — ¿y por qué el Mesías tiene “hambre”? — no se resuelve por el expediente fácil del milagro, sino por el abandono a la Providencia de Dios. Si se hubiese hecho conforme a la proposición diabólica, el Mesías no seguiría el mesianismo profético, espiritual y de dolor (Isaías), que Dios trazó.
La segunda “tentación,” la expectacular, de bajar en la hora esplendente del Templo en manos de ángeles — ¿la gente vería los ángeles? —, era provocar el mesianismo por aclamación de triunfalismo espectacular. Lo que no era el Mesías profético, que triunfaría, finalmente en la cruz.
La tercera “tentación” era exponer que Cristo no recibe el poder de Satanás  como los fariseos decían de los milagros de Cristo, sino de Dios. No era por recursos políticos,  piénsese en tantos tronos de entonces logrados por sangre, en el fondo, por Satán. Es verdad que en el salmo 2,6.8 se prometen al Mesías los reinos de la tierra. Pero éstos no le vienen por donación de Satán, que no tiene, sino de Yahvé. Lo llamaron en vida “endemoniado” y que realizaba prodigios en virtud del diablo. Es aquí la proclamación de los poderes mesiánicos, y del mesianismo universal, que Dios le dio.
El ansia judía de poder autónomo, aunque teocrático, pero político, encuentra aquí su respuesta. Cristo-Mesías rechaza ese poder político. ¿Acaso se quiere insinuar por rechazo, que esos otros falsos mesianismos y aspiraciones judías son satánicos? Cristo es el gran vencedor de Satán y su obra, no se inclina ante él para recibir el mesianismo, ni en lo religioso ni en lo político.
Es la gran confesión que se hace del mesianismo isaiano del “Siervo de Yahvé.” Es el mesianismo profético, el auténtico. Es el mesianismo espiritual y de sufrimiento. Es el mesianismo de la Verdad, que trae Cristo, el Hijo de Dios, como mensaje del Padre, éste es el mesianismo salvador.
Jesús rechaza los mesianismos de su época  y de todos los tiempos. Son los tres ídolos los que dominan al hombre, proyección de sus necesidades: la idolatría de las cosas, con un mesisnismo económico que transforma en pan las piedras, la idolatría de dios, con un mesianismo milagrero que quiere disponer del Dios mismo, y la idolatría del poder, con un mesianismo político que quiere dominar a todos.





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