Muchas almas viven en una superficialidad que les impide ver en su interior, no se han dado cuenta de sus comportamientos erróneos y peor aún siguen la vida como si nada sucediera a su alrededor.
El hombre necesita darse cuenta que es una persona débil y frágil, por eso San Pablo repetía en innumerables veces “Sólo me gloriaré de mis debilidades” (2 Co 12,5).
La
palabra debilidad viene del griego “asdséneia” que significa debilidad de
cuerpo o de mente, puede ser también una enfermedad (Mt 8,17; Lc 5,15; Hch
28,9; 1 Co 2,3; Hb 4,15; 5,2).
San
Pablo se consideraba un hombre frágil y débil, su poder de evangelizar no venía
de él, sino del poder de Dios, por eso el Señor le dijo: “Te basta mi gracia,
mi mayor fuerza se perfecciona en la debilidad” (2 Co 12,8).
Los
seres humanos tendemos a crear un falso espejismo, nos llenamos de orgullo
cuando todo el mundo nos alaba y nos felicita, nuestro ego comienza a crecer y
nos empezamos a sentir que todo lo podemos por nuestras propias fuerzas. No nos
damos cuenta que en esa fuerza del orgullo, la codicia, el bienestar es donde
está nuestra debilidad y que en esa debilidad Dios se hace grande en nuestras
vidas.
La
Biblia está llena de hechos de cómo Dios ama usa a los imperfectos, a las
personas ordinarias para hacer cosas extraordinarias a pesar de sus
debilidades. Si Dios usara sólo personas perfectas, absolutamente nada sería
hecho, porque ninguno de nosotros es perfecto.
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