Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la comida para cenar, la cual no me gustó mucho que digamos y tengo que comer la comida que no me gusta.
Voy a entrar al baño y mi hija de apenas año y medio no me deja porque quiere jugar conmigo. No entiende que estoy cansado y quiero entrar al baño.
Después, tomo mi revista para leerla
en mi sillón y mi hija nuevamente quiere jugar y que la arrulle entre mis
brazos. Yo quiero leer con tranquilidad mi revista, y sale mi esposa con su:
"¿Qué tal me ves? Me arreglé para ti". Le digo que bien, sin despegar
mis ojos de mi revista. Para variar, se enoja conmigo por que dice que no la
comprendo y que nunca la escucho. No sé por qué se enoja si le pongo toda mi
atención, es más, aún viendo la T.V. le pongo atención, bueno, siempre y cuando
haya malos anuncios. A veces quisiera estar solo y no escuchar nada, yo sólo
quiero descansar. Suficientes problemas tengo en el trabajo para escuchar los
de mi casa.
Mi padre también me molesta algunas
veces y entre clientes, esposa, hija, padre, me vuelven loco, quiero paz. Lo
único bueno es el sueño, al cerrar mis ojos siento un gran alivio de olvidarme
de todo y de todos.
-Hola, vengo por ti.
-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?
-Me manda Dios por ti, dice que
escuchó tus quejas y tienes razón, es hora de descansar.
-Eso no es posible, para eso tendría
que estar...
-Así es, sí lo estás; ya no te
preocuparás por ver a la misma gente, ni por caminar, ni de aguantar a tu
esposa con sus guisos, ni a tu pequeña hija que te moleste; es más, jamás
escucharás los consejos de tu padre.
-Pero... ¿Qué va a pasar con todo?
¿Con mi trabajo?
-No te preocupes; en tu empresa ya
contrataron a otra persona para ocupar tu puesto y por cierto, está muy feliz
porque no tenía trabajo.
-¿Y mi esposa y mi hijita?
-A tu esposa le fue dado un buen
hombre que la quiere, respeta y admira por sus cualidades que tú nunca
observaste en ella y él acepta con gusto todos sus guisos sin reclamarle nada,
porque gracias a Dios y a ella, tiene algo que llevarse a la boca todos los
días a diferencia de otras personas que no tienen nada que comer y pasan hambre
hasta durante meses. Y además, se preocupa por tu hija y la quiere como si
fuera de él y por muy cansado que siempre llegue del trabajo, le dedica tiempo
para jugar; son muy felices.
-No, no puedo estar muerto.
-Lo siento, la decisión ya fue tomada.
-Pero... eso significa que jamás
volveré a besar la mejillita de mi hijita; ni a decirle te amo a mi esposa; ya
no veré a mis amigos para decirles lo mucho que los aprecio; ni darle un abrazo
a mi padre. Ya no volveré a vivir, ya no existiré más, me enterrarán en el
panteón y ahí se quedará mi cuerpo cubierto de tierra. Nunca más volveré a
escuchar las palabras que me decían: "Hey amigo, eres el mejor";
"Hijo mío, estoy orgulloso de ti"; "Cuánto amo a mi
esposo"; "Hermano mío, me alegro de que vinieras a mi casa";
"Papi..."
-No, no quiero morir; quiero vivir,
envejecer junto a mi esposa, no quiero morir todavía...
-Pero es lo que querías, descansar,
ahora ya tienes tu descanso eterno, duerme para siempre.
-No, no quiero, no quiero. ¡Por favor,
Dios!
-¿Qué te pasa amor? ¿Tienes una
pesadilla? - dijo mi esposa despertándome.
-No, no fue una pesadilla, fue otra
oportunidad para disfrutar de ti, de mi bebé, de mi familia, de todo lo que
Dios creó. ¿Sabes?, Estando muerto ya nada puedes hacer y estando vivo tienes
la oportunidad de hacer felices a los demás y hacer la voluntad de Dios. Una
vez cerrados tus ojos, nadie te garantiza volver a abrirlos.
¡Que bello es vivir! Hoy lo logré,
mañana... mañana Dios dirá
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