LA CONFIRMACIÓN NO ES UN INVENTO DE LA IGLESIA CATÓLICA

martes, 14 de agosto de 2012

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La semana pasada hablamos acerca de los sacramentos, ahora nos toca explicar cada uno de ellos. En la edición número  191 del  6 al 12 de julio explicamos lo referente al Bautismo. El segundo sacramento que abordaremos será el de la confirmación.

Junto al Bautismo y la Eucaristía constituyen la trilogía de los sacramentos de iniciación cristiana. 
En la iglesia del Nuevo Testamento hay dos textos de Lucas que aluden a un segundo momento ritual de iniciación para el don del Espíritu, que comprende la imposición de las manos y la oración, los cuales son signos característicos del sacramento de la Confirmación (He 8,14-17; 19,1-7).

En el siglo III la organización de la comunidad ha contribuido a una elaboración del ritual de iniciación, que ya en el alborear del siglo IV se articula en tres grados: catecumenado, ritos bautismales y ritos posbautismales. No son estos últimos idénticos en todas las iglesias, varían en número, en importancia y significado, con mutuas influencias a lo largo de los siglos. Sin embargo en todas las iglesias coincidirán en ciertos puntos comunes y seguros.

En oriente se pensaba que  único elemento ritual era la unción con el óleo perfumado (llamado myron) y que  la imposición de las manos era desconocida por completo. Sin embargo por los testimonios recogidos se confirma la existencia de la imposición de las manos no sólo como presente en algunos ritos, sino incluso en la praxis más antigua. Inclusive parece que la imposición de las manos con la invocación del Espíritu para que llene con sus dones al bautizado, y así evitar la confusión con el mismo rito usado en la reconciliación de los herejes, se sustituyó o se integró con la unción mediante el myron. Para la iglesia siríaca occidental, Teodoro de Mopsuestia recuerda también la signación del bautizado en la frente.

En occidente los ritos son más numerosos, y se dan mayores diferencias entre  las distintas iglesias. En la iglesia de África, como atestigua Tertuliano,  a la inmersión bautismal seguía la unción con el crisma y la imposición de manos por parte del obispo. En la Iglesia de Milán, san Ambrosio habla de la unción de la cabeza, de lavatorio de los pies y de sello del Espíritu Santo con sus siete dones. En la iglesia de España encontramos la consignación en la frente del bautizado y la imposición de la mano con la invocación del Espíritu Santo. La iglesia de Francia conoce la unción crismal y la imposición de las manos, a la que se le atribuye el don del Espíritu Santo. De importancia especial es el uso de la iglesia de Roma, el esquema comprende una doble unción; por el presbítero, con el oleo bendito y por el obispo, con el crisma en la frente del bautizado, la signación, la imposición de las manos y el beso de paz.

Como hemos podido leer son muchos los testimonios de muchas iglesias que ya en los primeros siglos se imponían las manos a los ya bautizados.

El sacramento de la confirmación no es un invento de la Iglesia Católica. En el Concilio de Trento se afirma que el sacramento de confirmación es un verdadero sacramento y, debe ser conferido en la edad de la adolescencia, después de una adecuada catequesis (Dz 1628).
Ahora bien, de haber hablado un poco de los inicios del sacramento, veamos algunos datos importantes en cuanto a los signos: el efecto es el sello espiritual y el signo es la unción.

La unción en el uso común dice relación al aseo corporal, a remedio medicinal, a agilizar el cuerpo (gladiadores, deportistas) y a la cosmética.  En el uso religioso y bíblico era aplicado a personas y objetos consagrados especialmente a Dios. Su significación es variada y rica. Como lo dice el CIC, el aceite es signo de curación, de abundancia, de alegría, belleza, santidad y fuerza y por sobre todo es signo de consagración, de dedicación total y exclusiva.

La confirmación es un sacramento de vivos, es decir hay que estar en estado de Gracia para recibirlo fructuosamente. En cuanto a los padrinos no se habla de ellos antes del siglo VI y simboliza el acompañamiento que todo cristiano debe tener para que su vida madure y crezca.


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