LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

domingo, 18 de noviembre de 2012

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El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que “la Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos:
«Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (cf Mc 6,13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor» (Concilio de Trento: DS 1695, cf St 5, 14-15).

El Sacramento de la Unción de Enfermos confiere al cristiano una gracia especial para enfrentar las dificultades propias de una enfermedad grave o vejez. Se le conoce también como el "sagra viático", porque es el recurso, el "refrigerio" que lleva el cristiano para poder sobrellevar con fortaleza y en estado de gracia un momento de tránsito, especialmente el tránsito a la Casa del Padre a través de la muerte.
Lo esencial del sacramento consiste en ungir la frente y las manos del enfermo acompañada de una oración litúrgica realizada por el sacerdote o el obispo, únicos ministros que pueden administrar este sacramento.


La Unción de enfermos se conocía antes como "Extrema Unción", pues sólo se administraba "in articulo mortis" (a punto de morir). Actualmente el sacramento se puede administrar más de una vez, siempre que sea en caso de enfermedad grave.

Datos Bíblicos
“El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad (cf Sal 38) y de Él, que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación (cf Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte en camino de conversión (cf Sal 38,5; 39,9.12) y el perdón de Dios inaugura la curación (cf Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve la vida: "Yo, el Señor, soy el que te sana" (Ex 15,26). El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás (cf Is 53,11). Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (cf Is 33,24)”.CIC 1502
Cristo curando a los enfermos, anuncia en su persona la presencia del reino. Anunciada con el signo de las curaciones, la esperanza suscitada por la espera profética en el futuro de Dios (Is 35,5-6; 61,1-3; Jer 33,6).Los milagros de curación de Jesús son el signo  de que el reino de Dios ya está entre nosotros, de que la enfermedad es algo que ya está vencido y que debe desaparecer y de que la victoria de Dios sobre el pecado y sus consecuencias ya ha comenzado.

“La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (cf Mt 4,24) son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados (cf Mc 2,5-12): vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan (Mc 2,17). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: "Estuve enfermo y me visitasteis" (Mt 25,36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren”. CIC 1503
Viviendo plenamente, en el camino hacia la luz, la experiencia del siervo de Yavé, Cristo experimenta, al compartir y solidarizarse por voluntaria elección mesiánica, los aspectos de debilidad, de oscuridad, de tentación, de lejanía del misterio de Dios típicos de la experiencia del sufrimiento.  Así su sufrimiento puede iluminar el nuestro (Mt 8,16-17; Mc 14,32-42 y 15,21-41).

En los primeros siglos I-IV se caracterizó por un relativo silencio de las fuentes más directas sobre este sacramento, sin embargo es preciso resaltar la bendición del óleo que se encuentra en la Traditio Apostólica de Hipólito: “Como santificando este óleo tu das, oh Dios, la santidad a aquellos que son ungidos con él y lo reciben, con el que has ungido a los reyes, sacerdotes y profetas, así procure el alivio a aquellos que lo prueben y la salud a aquellos que lo usen”. Los restantes siglos ya se tienen datos más precisos sobre este sacramento.
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