LOS PROFETAS PREEXÍLICOS

lunes, 26 de mayo de 2014

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Vamos a estudiar los profetas preexílicos, para luego analizar los del exilio y por último los posteriores al exilio. De momento empezamos con los primeros en esta entrega inicial.
Marco Histórico: En los escritos proféticos encontramos reflejada no sólo la vida político-religiosa de Israel y de Judá, sino también, incidentalmente, la de los pueblos circunvecinos en la medida en que la historia de ellos se interfería en la del pueblo escogido. Los profetas escritores se escalonan cronológicamente desde el siglo VIII al V. Podemos distinguir tres series de profetas conforme a la época en que vivieron: a) época asiría; b) época babilónica; c) época persa.
a) Época asiría. A mediados del siglo VIII antes de Cristo se rehace el imperio asirio para emprender la era de su máxima expansión imperialista. Teglatfalasar III (745-727) (llamado Pul en la Biblia, conforme a su nombre babilónico según los recientes datos arqueológicos) irrumpe impetuoso en la zona costera siro-fenicio-palestina, recibiendo homenaje de sumisión del rey de Israel, Menajem (743). Poco antes predicaban en el reino del Norte Amos y Oseas, los cuales anunciaron la invasión asiría como castigo de los abusos contra la justicia cometidos por los plutócratas de Samaría. Jeroboam II (784-744) representó la máxima expansión territorial de Israel. Hacia el 740 comenzó la predicación del mayor de los profetas, Isaías, perteneciente a la aristocracia de Jerusalén. Su ministerio se prolongó durante cuarenta años, que resultaron sumamente accidentados, pues Judá se vio reiteradamente invadida por enemigos exteriores: en 734, por la coalición siro-efraimita en tiempos de Acaz; en 721 tuvo lugar la toma de Samaría por Sargón II (722-705). La catástrofe del reino hermano del Norte produjo gran impresión en el reino de Judá. Este se sentía amenazado por los terribles soldados asirios. Gracias a la intervención de Isaías, el rey Ezequías no entró en coaliciones antiasirias durante el reinado de Sargón. Más tarde, en 701, Judá se unió a los reyezuelos de la costa siro-fenicia-palestina y se levantó contra el coloso asirio. Senaquerib (705-681) puso sitio a Jerusalén, que tuvo que abandonar apresuradamente para responder al ataque frontal del faraón de Egipto, Tirhaka. Isaías fue el inspirador de la reforma emprendida por Ezequías contra los lugares de culto semi-idolátricos que pululaban en su reino. Contemporáneo suyo es Miqueas, que puede ser considerado como perteneciente al grupo fiel yahvista dirigido por Isaías. Al menos, su profecía sobre la que "va a dar a luz" es muy similar al vaticinio del "Emmanuel."
b) Época babilónica. El imperio asirio terminó virtualmente al morir Asurbanipal (669-625). Los ejércitos coligados de Media y de Babilonia, a las órdenes de Ciaxares y de Nabopolasar respectivamente, tomaron Nínive en 612 antes de Cristo y la suplantaron por Babilonia, que será la capital del nuevo gran imperio. El coloso babilónico es Nabucodonosor, quien dirigió como generalísimo de las tropas las campañas contra Egipto y después en 605 sucedió en el trono a su padre Nabopolasar. En 609 muere Josías en la batalla de Meggiddo contra Necao II de Egipto. Este hecho tuvo una trascendencia excepcional en el reino cíe Judá, ya que Josías (641-609) fue el gran reformador religioso, continuador de la obra de Ezequías. Durante su reinado, la figura profética estelar es Jeremías, el cual predicó siempre la sumisión al nuevo imperio babilónico. Por ello fue vilipendiado y considerado como traidor. Después de la toma de Jerusalén fue llevado a Egipto por sus compatriotas, nacionalistas exaltados, y allí parece que murió. Contemporáneos suyos en el ministerio profetice son Nahúm, Habacuc y Sofonias.
Entre los desterrados de Babilonia ejerce su ministerio Ezequiel, quien es el modelador del alma religiosa israelita en el exilio. En el marco del exilio es colocado también el protagonista del libro de Daniel,redactado en el siglo II a.C.
c) Período persa. La cautividad duró desde el 586 al 538, en que Babilonia fue tomada por las tropas de Ciro el Grande (559-529). El conquistador dio la más generosa libertad a los exilados judíos y los ayudó a reconstruir su nación. La repatriación trajo como consecuencia grandes problemas de índole económica, religiosa y social. Los profetas de esta época de la restauración son Ageo (520-18) yZacarías (518), los cuales exhortaron a sus compatriotas a trabajar en la reconstrucción del templo y a ser fieles a la Ley de Dios. En el siglo V surge el último de los profetas, Maluquios, el cual reprochó a los sacerdotes sus puntos de vista mezquinos y anunció un nuevo orden de cosas en los tiempos mesiánicos, de forma que "desde el oriente hasta el occidente" se ofrecería una ofrenda pura a Dios por todos los pueblos.
De época incierta son Joel y Abdías. El libro de Jonás es considerado por muchos autores modernos como un libro didáctico de la época sapiencial. Los sabios serán los teólogos que sustituirán a los profetas con sus lucubraciones, sacando de la meditación de la Ley y de la tradición israelita las enseñanzas para las nuevas generaciones. El profeta era el hombre del oráculo, el transmisor de un mensaje recibido directamente de Dios; los sabios, en cambio, darán el "consejo," fruto de la meditación cíe la historia y de la literatura religiosa israelita anterior.

Amos:
Según indicación del título de los escritos de Amos, éste ejerció su ministerio profético en tiempo de Jeroboam II de Israel (783-743) y de Ozías o Azarías de Judá (789-738), dos años después del terremoto (Am 1,1). Bajo el reinado de Jeroboam II, el reino de Israel había llegado a su esplendor económico y a la máxima expansión geográfica. A fines del siglo IX, los sirios hicieron incursiones en el reino de Israel, anexionándose las regiones transjordánicas de Basan y Galaad (Cf. 2 Re 10,325; 2 Re 13,7.25). Pero, al expansionarse Asiría hacia el occidente en tiempos de Adadnirari III (805-782), se debilitó el reino de Siria, y, en consecuencia, el reino de Israel pudo rehacerse y llegar a su apogeo. Podemos, pues, suponer que el profeta empezó su predicación oracular en los últimos años de Jeroboam II, hacia el 760 a.C., poco antes de la iniciación del ministerio profético de Oseas. El ambiente histórico, pues, es semejante en ambos profetas. La indicación cronológica de dos años antes del terremoto resultaba muy precisa para los lectores contemporáneos, pero no para nosotros, pues no sabemos nada de esta conmoción sísmica que habría impresionado tanto a los moradores del reino del norte  (Zac 14,5).
Por el contenido de la predicación de Amos vemos que la situación económica era próspera, y las clases altas se movían con excesiva desenvoltura y desenfreno, esperando confiados el día de Yahvé como día de triunfo pleno material (Cf. Am 4,1). El profeta saldrá al paso de estas falsas suposiciones anunciando una serie de castigos devastadores, e incluso la ruina total del reino y la cautividad de sus ciudadanos.
Mensaje doctrinal: La teología del libro de Amos es muy rica de contenido, ya que encontramos en él afirmaciones netas sobre la omnipotencia divina y su providencia sobre los pueblos, aun paganos; sobre la elección de Israel y sobre los deberes sociales con el prójimo.
a) Monoteísmo estricto. — Yahvé es el Creador de todo cuanto existe en la naturaleza, es el formador de las montañas y creador de los vientos como fuerzas cósmicas. Hizo las constelaciones, y puede oscurecer el firmamento con las nubes, regula el curso del día y de la noche; las olas del mar obedecen puntuales a su mandato.
Por otra parte, es Señor y arbitro de todos los pueblos y naciones. Trajo a los filisteos de Caftor y a los árameos de Quir (Am 9,7); y, en consecuencia, es el director verdadero de los hilos de la historia humana. Por eso es el Juez de todas las naciones, a las que castiga por sus crímenes "contra naturam". Estos postulados éticos elementales son algo sagrado, por los que Yahvé mira como cosa intangible. No se puede conculcar impunemente las leyes del corazón humano impresas por Dios. A las naciones paganas no las castigará Yahvé por transgresiones de leyes positivas que no conocen, sino por infracciones contra el derecho natural.
b) Elección de Israel. — A pesar de que Yahvé es el Señor y Juez de todos los pueblos, lo es de modo particular de Israel, porque gratuitamente lo ha elegido para vivir en comunicación íntima con El. Por eso hizo una alianza solemne con Israel después de haberle liberado de Egipto. Para que pudieran intimar con El, les dio un código de leyes y les envió profetas. Pero esto no debe cegar a los israelitas, como si Yahvé se viera obligado necesariamente a protegerles, pues en realidad la elección ha sido sin méritos por parte de ellos .
Si bien gobierna todos los pueblos y los somete a las leyes generales de su justicia, los israelitas, por ser un pueblo de elección, están obligados especialmente al cumplimiento de determinadas leyes positivas, estipuladas en la alianza como base de buenas relaciones entre ambas partes contratantes (Am 3,1-2). Por tanto, los crímenes de Judá y de Israel revisten una particular malicia de ingratitud y de rebelión; por eso Yahvé llama a las naciones paganas como testigos del castigo que va a infligir a Samaría.
c) Cultos idolátricos. — En el reino del norte existía un culto sincretista escandaloso, sobre todo en los santuarios locales de Betel, Guilgal y Dan. Yahvé aparecía prácticamente tan desfigurado en el culto, que Amos consideraba aquellos actos de culto como totalmente idolátricos. Las infiltraciones paganas eran ya más que la herencia yahvista, anterior a la separación de las tribus. Lo que había empezado por un simple culto cismático, había terminado por una idolatría, sin faltar el becerro de oro, símbolo del Yahvé adorado por los del reino del norte (Am 7,9). La justicia divina procede de Yahvé, que mora en Sión (Am 1,5).
d) Ritualismo externo religioso. — Amos, como todos los profetas del siglo VIII que le siguen, se levanta contra la doblez de corazón, contra los actos de cultos externos, vacíos de contenido espiritual interno. Las manifestaciones religiosas en este plan le son odiosas, porque faltan las correspondientes disposiciones morales, que son la base de una religiosidad digna y elevada.
e) Justicia social. — Es característica de la predicación de Amos urgir el cumplimiento de los deberes éticos para con el prójimo. Sus diatribas contra las clases ricas destacan sus opresiones y exacciones sobre los pobres y desheredados. El profeta les echa en cara a los ricos el que vivan en casas labradas en piedra, con incrustaciones de marfil, y que se entreguen a la vida de desenfreno, despreciando a los pobres.

Oseas:
La época en que se desarrolló la vida del profeta fue tumultuosa en extremo. Después de un reinado de esplendor, encarnado en Jeroboam II (783-743), el cual, después de haber vencido a los sirios, logró una era de prosperidad comercial para su país, éste entró en un período completo de descomposición política como consecuencia de la invasión de Teglatfalasar III (745-727). Después de la muerte de Jeroboam II se sucedieron vertiginosamente los reyes. Su hijo Zacarías apenas reinó un año (743), pues fue asesinado por Sellum (743), el cual a su vez lo fue por Menajem (743-738). El hijo de éste, Pecaya, fue asesinado por Pecaj (737-732) . Este se alió con Rasín de Damasco contra Asiría, pero Teglatfalasar les venció, ocupando Damasco (732) y parte del reino israelita del norte, que fue anexionado como provincia tributaria a Asiría, deportando a sus habitantes. El reino del norte quedó reducido al territorio de Efraím, y oficialmente en estado de vasallo.
En la capital, Samaría, había una fuerte facción egiptófila, y parece que Pecaj la favorecía. Por ello fue asesinado por el asirófilo Oseas (732-724), que fue el último rey de Samaría, ocupada por los asirios en 722-21 a.C. Al principio Oseas entregaba sumisamente el tributo al rey de Asiría, Teglatfalasar; pero, al morir éste, con su sucesor, Salmanasar V (727-722), las relaciones se endurecieron; a causa de la afición del rey Oseas hacia Egipto, rehusó pagar el tributo acostumbrado. Oseas fue depuesto (725-24), y después de tres años de asedio, Samaría, capital del reino, cayó en manos de los asirios (722-21). En este ambiente de zozobra y de conspiraciones en la corte se desarrolló la vida profética de Oseas.
Con el bienestar conseguido en tiempo de Jeroboam II, las costumbres se relajaron y el culto cismático de Yahvé sufrió profundas infiltraciones idolátricas, con lo que surgió una religión sincretista, contra la que luchó denodadamente el profeta. El culto oficial del Estado se centraba en la adoración del "becerro de oro," representación sensible de Yahvé; lo que era un primer paso para la idolatría, a la que era tan propenso el pueblo hebreo. Desde los tiempos de Acab (s.IX), los cultos fenicios habían penetrado hondamente en la vida religiosa del reino septentrional. El profeta Oseas luchó contra estas infiltraciones paganas, pues prácticamente Yahvé había sido reducido a la categoría de un Dios principal en un panteón. Por otra parte, las manifestaciones culturales externas, como ofrendas de sacrificios, observancia del sábado y de las fiestas anuales, no tenían el contenido religioso interno de entrega a Dios y a sus preceptos. De ahí la religión hipócrita y formularía, que era en realidad una caricatura de la tradición religiosa de Israel.
Mensaje doctrinal: Oseas centra su predicación en torno a las relaciones de Yahvé con Israel como pueblo elegido: por eso no hay en sus oráculos anuncios relativos a las naciones paganas ni a Judá, a pesar de que debía de conocer los oráculos de Amos. Abiertamente declara el monoteísmo estricto. Yahvé es el Dios exclusivo de Israel (Os 3,5; 4,6-12), pero es también el único Dios, ya que los baales cananeos no son nada, sino obra del hombre (Os 8,4-6). El gran pecado de Israel es la idolatría, que en el fondo procede de la ignorancia (Os 4,6). Pero, ante todo, Yahvé es el Dios de Israel, porque le ha elegido entre todos los pueblos.
Sus relaciones son tan amorosas, que son comparables al amor íntimo de dos esposos. Este símil del matrimonio para expresar las relaciones entre Yahvé e Israel es expresado por primera vez por Oseas, pero queda después acuñado para reaparecer en los oráculos de Isaías (Is 50,1), Jeremías (Jr 2,1-7), Ezequiel y en la literatura sapiencial, sobre todo en el Cantar de los Cantares. Y aún el símil penetra en los escritos del ΝT Oseas describe dramáticamente las tentativas amorosas de Yahvé por atraerse a su pueblo, al que ama, pero que le es infiel. A pesar de sus infidelidades, le busca una y otra vez hasta hacerle comprender  por las privaciones y castigos que su bien está sólo en acercarse a su Esposo, el de su juventud.

Isaías:
Cuando Isaías inicia su labor profética, Judá se halla en un gran momento de prosperidad nacional, pues el rey Azarías (768-740) había vencido a los edomitas, moabitas y filisteos, con lo que se aseguró el comercio exterior en el Mediterráneo, y el oriental de Arabia, como consecuencia de haber conquistado el puerto de Elán, en el actual golfo de Akaba. Pero esta prosperidad es efímera, ya que por el norte se barrunta ya la llegada del rey asirio Teglatfalasar III (745-727), que ha de caer como un ciclón sobre los pequeños estados de la costa siro-fenicio-palestina. El profeta es el primero en dar la voz de alarma. Acaz pretende adelantarse a los acontecimientos buscando la alianza del coloso asirio, e incluso influye para que los cultos idolátricos asirios tengan acceso al templo de Jerusalén. En 734 antes de Cristo, una coalición militar siro-efraimita pone sitio a Jerusalén con la pretensión de sustituir a Acaz por otro (llamado en Is 7,6 "hijo de Tabeel") que se plegara a sus exigencias de entrar en una liga antiasiria. Con ocasión en que Acaz inspeccionaba los servicios del abastecimiento del agua, Isaías le salió al paso, prometiéndole la ayuda de Dios y un signo portentoso en prueba de la promesa. El rey, hipócritamente, rechaza la oferta, porque secretamente había solicitado ayuda del rey asirio,  y es entonces cuando Isaías profirió su famoso vaticinio del “Emmanuel”. El profeta, airado, anunció la invasión de los asirios, que Acaz secretamente había llamado como aliados, despreciando el auxilio de Yahvé. En efecto, las tropas de Teglatfalasar III conquistaron Damasco en el 731 antes de Cristo y se anexionaron la parte septentrional del reino de Israel. En 721 cayó Samaría en manos de Sargón (721-705), sucesor de Salmanasar V (727-721). Al subir al trono Ezequías, hijo de Acaz, en 727, las perspectivas religiosas de Judá cambiaron totalmente, ya que el joven rey emprendió una profunda reforma religiosa, en la que tuvo mucha influencia el propio Isaías. Del piadoso rey hace el texto sagrado el mejor elogio: "Obró la rectitud a los ojos de Yahvé, como lo había obrado David..., y después de él no hubo igual entre los reyes de Judá, ni entre los anteriores a él” (2 Re 18, 3-5) .
Composición: Hasta el siglo XVIII, la tradición judaico-cristiana con excepción de Aben Esra, del siglo XII  mantuvo como tesis recibida la autenticidad isaiana de todos los capítulos del libro que en el canon se adscriben a Isaías. Doderlein, en 1775, defendió que los capítulos 40-66 del libro de Isaías no pertenecían a éste como autor, sino que se debían a un autor anónimo de la época final del exilio babilónico (J. G. Doderlein, Esaias (Altorfi 1795) p.165). Después de él, Eichhorn y la generalidad de los críticos sostienen que esos capítulos se deben a la pluma de un homónimo de Isaías al que llaman Deutero-Isaías ( . G. Eichhorn, Einleitung n.43 IV (1824) 82-137). A fines del siglo XIX, B. Duhm distinguió en estos últimos capítulos del libro isaiano dos autores: el Deutero-Isaías, al que se le adjudica la paternidad de los capítulos 40-55, y el Trito-Isaías, al que se le atribuyen los capítulos 56-66. Más recientemente, otros autores hacen una nueva subdivisión dentro de estas secciones (Entre ellos, J. Marty, P. Volz, A. Weiser). Aun entre los autores católicos no faltan quienes hayan admitido la pluralidad de autores en el libro de Isaías, y el número de sostenedores de esta tesis aumenta cada día. Los argumentos que favorecen esta tesis son de diversa índole: histórica, literaria y doctrinal.
Mensaje doctrinal: Las ideas teológicas que aparecen en el libro de Isaías son sustancialmente las mismas que encontramos en sus contemporáneos Amos, Oseas y Miqueas. Todos están poseídos de la grandeza y trascendencia de Dios y de sus exigencias respecto del pueblo elegido, Israel. Isaías se distingue en su predicación por su esquema orgánico teológico, desarrollado a base de pocos principios fundamentales, que pueden reducirse a tres: a) concepción trascendente de Dios como "santo"; b) sus relaciones históricas con Israel; c) concepciones escatológicas.

Miqueas:
Miqueas (en hebreo Mikah-abreviación de Mikayahu: "¿Quién como Yahvé?") es contemporáneo de Isaías. Su nombre entra dentro de la onomástica común judaica. Es originario de Moreset, a unos 45 kilómetros al sudoeste de Jerusalén. Como Isaías, profetizó en los tiempos de Joatam (739-735), Acaz (735-727) y Ezequías (727-693). Puesto que Miqueas anuncia el castigo de Samaría como futuro, comenzó su predicación antes del 722-21, fecha de la caída en poder de los asirios de la capital del reino septentrional. Jeremías alude a una de las profecías de Miqueas proferida en tiempo del rey Ezequías, relativa a la destrucción de Jerusalén.
No se sabe ninguna otra particularidad de su vida privada o profética, ni siquiera sobre sus posibles y verosímiles relaciones con su contemporáneo Isaías. Algunos autores han querido considerar a Miqueas como del grupo de discípulos de Isaías, pero no hay ningún dato concreto para suponerlo. Como Isaías, tuvo que vivir años de zozobra ante las inminentes y reiteradas invasiones de los ejércitos de Asiría; y, como enviado de Dios, tuvo que luchar contra todas las combinaciones políticas para conjurar las invasiones.
Mensaje doctrinal: Miqueas en su predicación repite los lugares comunes de los mensajes profetices anteriores de Amos y de Oseas. Pero, aunque no haya originalidad en el contenido sustancial de su mensaje, la hay en el vigor de su expresión. Habla después que se han cumplido muchos vaticinios de Amos relativos al castigo de Yahvé sobre su pueblo, y por eso su lenguaje es más lacerante e incisivo. A pesar de la predicación de Amos y de Oseas, Israel continuaba confiada en que Yahvé no permitiría el desastre nacional, porque habitaba en medio de ellos. El profeta sale al paso de esta falsa confianza, dando a entender que, si Israel ha sufrido mucho, todavía tendrá que sufrir más. Los contemporáneos de Miqueas creían que podrían mantener buenas relaciones con Yahvé a base de manifestaciones externas de culto, con sacrificios y ofrendas. Como Amos, Oseas e Isaías, el profeta Miqueas exige una religión ante todo del corazón, una entrega sincera a Dios, cumpliendo sus preceptos. Ante todo, justicia y misericordia. Los que más han conculcado estos derechos han sido las clases dirigentes, y, en consecuencia, son los primeros responsables de la catástrofe que se avecina. Por eso, Samaría y Jerusalén, donde éstos residen, serán totalmente destruidas.
Es el primer profeta que anuncia la total destrucción de Jerusalén. Esto parecía increíble para los ciudadanos de Jerusalén, ya que allí estaba el templo, la Casa de Yahvé. En esto, el profeta ha mostrado una independencia de carácter y una valentía que será seguida después por otros, como Jeremías. Nacido en un ambiente rural, Miqueas se alza contra las clases amaneradas y corrompidas de la capital, esperando la resurrección de la nación a base de las clases sanas del campo.
Su estilo literario es vivo y dramático, con cambios bruscos de persona. 
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