Vamos
a estudiar los profetas preexílicos, para luego analizar los del exilio y por
último los posteriores al exilio. De momento empezamos con los primeros en esta
entrega inicial.
Marco
Histórico: En los escritos proféticos encontramos reflejada no sólo la vida
político-religiosa de Israel y de Judá, sino también, incidentalmente, la de
los pueblos circunvecinos en la medida en que la historia de ellos se
interfería en la del pueblo escogido. Los profetas escritores se escalonan
cronológicamente desde el siglo VIII al V. Podemos distinguir tres series de
profetas conforme a la época en que vivieron: a) época asiría; b) época
babilónica; c) época persa.
a)
Época asiría. A mediados del siglo VIII antes de Cristo se rehace el imperio
asirio para emprender la era de su máxima expansión imperialista. Teglatfalasar
III (745-727) (llamado Pul en la Biblia, conforme a su nombre babilónico según
los recientes datos arqueológicos) irrumpe impetuoso en la zona costera
siro-fenicio-palestina, recibiendo homenaje de sumisión del rey de Israel,
Menajem (743). Poco antes predicaban en el reino del Norte Amos y Oseas, los
cuales anunciaron la invasión asiría como castigo de los abusos contra la justicia
cometidos por los plutócratas de Samaría. Jeroboam II (784-744) representó la
máxima expansión territorial de Israel. Hacia el 740 comenzó la predicación del
mayor de los profetas, Isaías, perteneciente a la aristocracia de Jerusalén. Su
ministerio se prolongó durante cuarenta años, que resultaron sumamente
accidentados, pues Judá se vio reiteradamente invadida por enemigos exteriores:
en 734, por la coalición siro-efraimita en tiempos de Acaz; en 721 tuvo lugar
la toma de Samaría por Sargón II (722-705). La catástrofe del reino hermano del
Norte produjo gran impresión en el reino de Judá. Este se sentía amenazado por
los terribles soldados asirios. Gracias a la intervención de Isaías, el rey
Ezequías no entró en coaliciones antiasirias durante el reinado de Sargón. Más
tarde, en 701, Judá se unió a los reyezuelos de la costa siro-fenicia-palestina
y se levantó contra el coloso asirio. Senaquerib (705-681) puso sitio a
Jerusalén, que tuvo que abandonar apresuradamente para responder al ataque
frontal del faraón de Egipto, Tirhaka. Isaías fue el inspirador de la reforma
emprendida por Ezequías contra los lugares de culto semi-idolátricos que
pululaban en su reino. Contemporáneo suyo es Miqueas, que puede ser considerado
como perteneciente al grupo fiel yahvista dirigido por Isaías. Al menos, su
profecía sobre la que "va a dar a luz" es muy similar al vaticinio
del "Emmanuel."
b)
Época babilónica. El imperio asirio terminó virtualmente al morir Asurbanipal
(669-625). Los ejércitos coligados de Media y de Babilonia, a las órdenes de
Ciaxares y de Nabopolasar respectivamente, tomaron Nínive en 612 antes de
Cristo y la suplantaron por Babilonia, que será la capital del nuevo gran
imperio. El coloso babilónico es Nabucodonosor, quien dirigió como generalísimo
de las tropas las campañas contra Egipto y después en 605 sucedió en el trono a
su padre Nabopolasar. En 609 muere Josías en la batalla de Meggiddo contra
Necao II de Egipto. Este hecho tuvo una trascendencia excepcional en el reino
cíe Judá, ya que Josías (641-609) fue el gran reformador religioso, continuador
de la obra de Ezequías. Durante su reinado, la figura profética estelar es
Jeremías, el cual predicó siempre la sumisión al nuevo imperio babilónico. Por
ello fue vilipendiado y considerado como traidor. Después de la toma de
Jerusalén fue llevado a Egipto por sus compatriotas, nacionalistas exaltados, y
allí parece que murió. Contemporáneos suyos en el ministerio profetice son
Nahúm, Habacuc y Sofonias.
Entre
los desterrados de Babilonia ejerce su ministerio Ezequiel, quien es el
modelador del alma religiosa israelita en el exilio. En el marco del exilio es
colocado también el protagonista del libro de Daniel,redactado en el siglo II
a.C.
c)
Período persa. La cautividad duró desde el 586 al 538, en que Babilonia fue
tomada por las tropas de Ciro el Grande (559-529). El conquistador dio la más
generosa libertad a los exilados judíos y los ayudó a reconstruir su nación. La
repatriación trajo como consecuencia grandes problemas de índole económica,
religiosa y social. Los profetas de esta época de la restauración son Ageo
(520-18) yZacarías (518), los cuales exhortaron a sus compatriotas a trabajar
en la reconstrucción del templo y a ser fieles a la Ley de Dios. En el siglo V
surge el último de los profetas, Maluquios, el cual reprochó a los sacerdotes
sus puntos de vista mezquinos y anunció un nuevo orden de cosas en los tiempos
mesiánicos, de forma que "desde el oriente hasta el occidente" se
ofrecería una ofrenda pura a Dios por todos los pueblos.
De
época incierta son Joel y Abdías. El libro de Jonás es considerado por muchos
autores modernos como un libro didáctico de la época sapiencial. Los sabios
serán los teólogos que sustituirán a los profetas con sus lucubraciones,
sacando de la meditación de la Ley y de la tradición israelita las enseñanzas
para las nuevas generaciones. El profeta era el hombre del oráculo, el
transmisor de un mensaje recibido directamente de Dios; los sabios, en cambio,
darán el "consejo," fruto de la meditación cíe la historia y de la
literatura religiosa israelita anterior.
Amos:
Según
indicación del título de los escritos de Amos, éste ejerció su ministerio
profético en tiempo de Jeroboam II de Israel (783-743) y de Ozías o Azarías de
Judá (789-738), dos años después del terremoto (Am 1,1). Bajo el reinado de
Jeroboam II, el reino de Israel había llegado a su esplendor económico y a la
máxima expansión geográfica. A fines del siglo IX, los sirios hicieron
incursiones en el reino de Israel, anexionándose las regiones transjordánicas de
Basan y Galaad (Cf. 2 Re 10,325; 2 Re 13,7.25). Pero, al expansionarse Asiría
hacia el occidente en tiempos de Adadnirari III (805-782), se debilitó el reino
de Siria, y, en consecuencia, el reino de Israel pudo rehacerse y llegar a su
apogeo. Podemos, pues, suponer que el profeta empezó su predicación oracular en
los últimos años de Jeroboam II, hacia el 760 a.C., poco antes de la iniciación
del ministerio profético de Oseas. El ambiente histórico, pues, es semejante en
ambos profetas. La indicación cronológica de dos años antes del terremoto
resultaba muy precisa para los lectores contemporáneos, pero no para nosotros,
pues no sabemos nada de esta conmoción sísmica que habría impresionado tanto a
los moradores del reino del norte (Zac
14,5).
Por
el contenido de la predicación de Amos vemos que la situación económica era
próspera, y las clases altas se movían con excesiva desenvoltura y desenfreno,
esperando confiados el día de Yahvé como día de triunfo pleno material (Cf. Am
4,1). El profeta saldrá al paso de estas falsas suposiciones anunciando una
serie de castigos devastadores, e incluso la ruina total del reino y la
cautividad de sus ciudadanos.
Mensaje
doctrinal: La teología del libro de Amos es muy rica de contenido, ya que
encontramos en él afirmaciones netas sobre la omnipotencia divina y su
providencia sobre los pueblos, aun paganos; sobre la elección de Israel y sobre
los deberes sociales con el prójimo.
a)
Monoteísmo estricto. — Yahvé es el Creador de todo cuanto existe en la
naturaleza, es el formador de las montañas y creador de los vientos como
fuerzas cósmicas. Hizo las constelaciones, y puede oscurecer el firmamento con
las nubes, regula el curso del día y de la noche; las olas del mar obedecen
puntuales a su mandato.
Por
otra parte, es Señor y arbitro de todos los pueblos y naciones. Trajo a los
filisteos de Caftor y a los árameos de Quir (Am 9,7); y, en consecuencia, es el
director verdadero de los hilos de la historia humana. Por eso es el Juez de
todas las naciones, a las que castiga por sus crímenes "contra
naturam". Estos postulados éticos elementales son algo sagrado, por los
que Yahvé mira como cosa intangible. No se puede conculcar impunemente las
leyes del corazón humano impresas por Dios. A las naciones paganas no las castigará
Yahvé por transgresiones de leyes positivas que no conocen, sino por
infracciones contra el derecho natural.
b)
Elección de Israel. — A pesar de que Yahvé es el Señor y Juez de todos los
pueblos, lo es de modo particular de Israel, porque gratuitamente lo ha elegido
para vivir en comunicación íntima con El. Por eso hizo una alianza solemne con
Israel después de haberle liberado de Egipto. Para que pudieran intimar con El,
les dio un código de leyes y les envió profetas. Pero esto no debe cegar a los
israelitas, como si Yahvé se viera obligado necesariamente a protegerles, pues
en realidad la elección ha sido sin méritos por parte de ellos .
Si
bien gobierna todos los pueblos y los somete a las leyes generales de su
justicia, los israelitas, por ser un pueblo de elección, están obligados
especialmente al cumplimiento de determinadas leyes positivas, estipuladas en
la alianza como base de buenas relaciones entre ambas partes contratantes (Am
3,1-2). Por tanto, los crímenes de Judá y de Israel revisten una particular
malicia de ingratitud y de rebelión; por eso Yahvé llama a las naciones paganas
como testigos del castigo que va a infligir a Samaría.
c)
Cultos idolátricos. — En el reino del norte existía un culto sincretista
escandaloso, sobre todo en los santuarios locales de Betel, Guilgal y Dan.
Yahvé aparecía prácticamente tan desfigurado en el culto, que Amos consideraba
aquellos actos de culto como totalmente idolátricos. Las infiltraciones paganas
eran ya más que la herencia yahvista, anterior a la separación de las tribus.
Lo que había empezado por un simple culto cismático, había terminado por una
idolatría, sin faltar el becerro de oro, símbolo del Yahvé adorado por los del
reino del norte (Am 7,9). La justicia divina procede de Yahvé, que mora en Sión
(Am 1,5).
d)
Ritualismo externo religioso. — Amos, como todos los profetas del siglo VIII
que le siguen, se levanta contra la doblez de corazón, contra los actos de
cultos externos, vacíos de contenido espiritual interno. Las manifestaciones
religiosas en este plan le son odiosas, porque faltan las correspondientes
disposiciones morales, que son la base de una religiosidad digna y elevada.
e)
Justicia social. — Es característica de la predicación de Amos urgir el
cumplimiento de los deberes éticos para con el prójimo. Sus diatribas contra
las clases ricas destacan sus opresiones y exacciones sobre los pobres y
desheredados. El profeta les echa en cara a los ricos el que vivan en casas
labradas en piedra, con incrustaciones de marfil, y que se entreguen a la vida
de desenfreno, despreciando a los pobres.
Oseas:
La
época en que se desarrolló la vida del profeta fue tumultuosa en extremo.
Después de un reinado de esplendor, encarnado en Jeroboam II (783-743), el
cual, después de haber vencido a los sirios, logró una era de prosperidad
comercial para su país, éste entró en un período completo de descomposición
política como consecuencia de la invasión de Teglatfalasar III (745-727).
Después de la muerte de Jeroboam II se sucedieron vertiginosamente los reyes.
Su hijo Zacarías apenas reinó un año (743), pues fue asesinado por Sellum
(743), el cual a su vez lo fue por Menajem (743-738). El hijo de éste, Pecaya,
fue asesinado por Pecaj (737-732) . Este se alió con Rasín de Damasco contra
Asiría, pero Teglatfalasar les venció, ocupando Damasco (732) y parte del reino
israelita del norte, que fue anexionado como provincia tributaria a Asiría,
deportando a sus habitantes. El reino del norte quedó reducido al territorio de
Efraím, y oficialmente en estado de vasallo.
En
la capital, Samaría, había una fuerte facción egiptófila, y parece que Pecaj la
favorecía. Por ello fue asesinado por el asirófilo Oseas (732-724), que fue el
último rey de Samaría, ocupada por los asirios en 722-21 a.C. Al principio
Oseas entregaba sumisamente el tributo al rey de Asiría, Teglatfalasar; pero,
al morir éste, con su sucesor, Salmanasar V (727-722), las relaciones se
endurecieron; a causa de la afición del rey Oseas hacia Egipto, rehusó pagar el
tributo acostumbrado. Oseas fue depuesto (725-24), y después de tres años de
asedio, Samaría, capital del reino, cayó en manos de los asirios (722-21). En
este ambiente de zozobra y de conspiraciones en la corte se desarrolló la vida
profética de Oseas.
Con
el bienestar conseguido en tiempo de Jeroboam II, las costumbres se relajaron y
el culto cismático de Yahvé sufrió profundas infiltraciones idolátricas, con lo
que surgió una religión sincretista, contra la que luchó denodadamente el
profeta. El culto oficial del Estado se centraba en la adoración del "becerro
de oro," representación sensible de Yahvé; lo que era un primer paso para
la idolatría, a la que era tan propenso el pueblo hebreo. Desde los tiempos de
Acab (s.IX), los cultos fenicios habían penetrado hondamente en la vida
religiosa del reino septentrional. El profeta Oseas luchó contra estas
infiltraciones paganas, pues prácticamente Yahvé había sido reducido a la
categoría de un Dios principal en un panteón. Por otra parte, las
manifestaciones culturales externas, como ofrendas de sacrificios, observancia
del sábado y de las fiestas anuales, no tenían el contenido religioso interno
de entrega a Dios y a sus preceptos. De ahí la religión hipócrita y formularía,
que era en realidad una caricatura de la tradición religiosa de Israel.
Mensaje
doctrinal: Oseas centra su predicación en torno a las relaciones de Yahvé con
Israel como pueblo elegido: por eso no hay en sus oráculos anuncios relativos a
las naciones paganas ni a Judá, a pesar de que debía de conocer los oráculos de
Amos. Abiertamente declara el monoteísmo estricto. Yahvé es el Dios exclusivo
de Israel (Os 3,5; 4,6-12), pero es también el único Dios, ya que los baales
cananeos no son nada, sino obra del hombre (Os 8,4-6). El gran pecado de Israel
es la idolatría, que en el fondo procede de la ignorancia (Os 4,6). Pero, ante
todo, Yahvé es el Dios de Israel, porque le ha elegido entre todos los pueblos.
Sus
relaciones son tan amorosas, que son comparables al amor íntimo de dos esposos.
Este símil del matrimonio para expresar las relaciones entre Yahvé e Israel es
expresado por primera vez por Oseas, pero queda después acuñado para reaparecer
en los oráculos de Isaías (Is 50,1), Jeremías (Jr 2,1-7), Ezequiel y en la
literatura sapiencial, sobre todo en el Cantar de los Cantares. Y aún el símil
penetra en los escritos del ΝT Oseas describe dramáticamente las tentativas
amorosas de Yahvé por atraerse a su pueblo, al que ama, pero que le es infiel.
A pesar de sus infidelidades, le busca una y otra vez hasta hacerle comprender por las privaciones y castigos que su bien
está sólo en acercarse a su Esposo, el de su juventud.
Isaías:
Cuando
Isaías inicia su labor profética, Judá se halla en un gran momento de
prosperidad nacional, pues el rey Azarías (768-740) había vencido a los
edomitas, moabitas y filisteos, con lo que se aseguró el comercio exterior en
el Mediterráneo, y el oriental de Arabia, como consecuencia de haber
conquistado el puerto de Elán, en el actual golfo de Akaba. Pero esta
prosperidad es efímera, ya que por el norte se barrunta ya la llegada del rey
asirio Teglatfalasar III (745-727), que ha de caer como un ciclón sobre los
pequeños estados de la costa siro-fenicio-palestina. El profeta es el primero
en dar la voz de alarma. Acaz pretende adelantarse a los acontecimientos
buscando la alianza del coloso asirio, e incluso influye para que los cultos
idolátricos asirios tengan acceso al templo de Jerusalén. En 734 antes de
Cristo, una coalición militar siro-efraimita pone sitio a Jerusalén con la
pretensión de sustituir a Acaz por otro (llamado en Is 7,6 "hijo de
Tabeel") que se plegara a sus exigencias de entrar en una liga antiasiria.
Con ocasión en que Acaz inspeccionaba los servicios del abastecimiento del
agua, Isaías le salió al paso, prometiéndole la ayuda de Dios y un signo portentoso
en prueba de la promesa. El rey, hipócritamente, rechaza la oferta, porque
secretamente había solicitado ayuda del rey asirio, y es entonces cuando Isaías profirió su
famoso vaticinio del “Emmanuel”. El profeta, airado, anunció la invasión de los
asirios, que Acaz secretamente había llamado como aliados, despreciando el
auxilio de Yahvé. En efecto, las tropas de Teglatfalasar III conquistaron
Damasco en el 731 antes de Cristo y se anexionaron la parte septentrional del
reino de Israel. En 721 cayó Samaría en manos de Sargón (721-705), sucesor de
Salmanasar V (727-721). Al subir al trono Ezequías, hijo de Acaz, en 727, las
perspectivas religiosas de Judá cambiaron totalmente, ya que el joven rey
emprendió una profunda reforma religiosa, en la que tuvo mucha influencia el
propio Isaías. Del piadoso rey hace el texto sagrado el mejor elogio:
"Obró la rectitud a los ojos de Yahvé, como lo había obrado David..., y
después de él no hubo igual entre los reyes de Judá, ni entre los anteriores a
él” (2 Re 18, 3-5) .
Composición:
Hasta el siglo XVIII, la tradición judaico-cristiana con excepción de Aben
Esra, del siglo XII mantuvo como tesis
recibida la autenticidad isaiana de todos los capítulos del libro que en el
canon se adscriben a Isaías. Doderlein, en 1775, defendió que los capítulos
40-66 del libro de Isaías no pertenecían a éste como autor, sino que se debían
a un autor anónimo de la época final del exilio babilónico (J. G. Doderlein,
Esaias (Altorfi 1795) p.165). Después de él, Eichhorn y la generalidad de los críticos
sostienen que esos capítulos se deben a la pluma de un homónimo de Isaías al
que llaman Deutero-Isaías ( . G. Eichhorn, Einleitung n.43 IV (1824) 82-137). A
fines del siglo XIX, B. Duhm distinguió en estos últimos capítulos del libro
isaiano dos autores: el Deutero-Isaías, al que se le adjudica la paternidad de
los capítulos 40-55, y el Trito-Isaías, al que se le atribuyen los capítulos
56-66. Más recientemente, otros autores hacen una nueva subdivisión dentro de
estas secciones (Entre ellos, J. Marty, P. Volz, A. Weiser). Aun entre los
autores católicos no faltan quienes hayan admitido la pluralidad de autores en
el libro de Isaías, y el número de sostenedores de esta tesis aumenta cada día.
Los argumentos que favorecen esta tesis son de diversa índole: histórica,
literaria y doctrinal.
Mensaje
doctrinal: Las ideas teológicas que aparecen en el libro de Isaías son
sustancialmente las mismas que encontramos en sus contemporáneos Amos, Oseas y
Miqueas. Todos están poseídos de la grandeza y trascendencia de Dios y de sus
exigencias respecto del pueblo elegido, Israel. Isaías se distingue en su
predicación por su esquema orgánico teológico, desarrollado a base de pocos
principios fundamentales, que pueden reducirse a tres: a) concepción
trascendente de Dios como "santo"; b) sus relaciones históricas con
Israel; c) concepciones escatológicas.
Miqueas:
Miqueas
(en hebreo Mikah-abreviación de Mikayahu: "¿Quién como Yahvé?") es
contemporáneo de Isaías. Su nombre entra dentro de la onomástica común judaica.
Es originario de Moreset, a unos 45 kilómetros al sudoeste de Jerusalén. Como
Isaías, profetizó en los tiempos de Joatam (739-735), Acaz (735-727) y Ezequías
(727-693). Puesto que Miqueas anuncia el castigo de Samaría como futuro,
comenzó su predicación antes del 722-21, fecha de la caída en poder de los
asirios de la capital del reino septentrional. Jeremías alude a una de las
profecías de Miqueas proferida en tiempo del rey Ezequías, relativa a la
destrucción de Jerusalén.
No
se sabe ninguna otra particularidad de su vida privada o profética, ni siquiera
sobre sus posibles y verosímiles relaciones con su contemporáneo Isaías.
Algunos autores han querido considerar a Miqueas como del grupo de discípulos
de Isaías, pero no hay ningún dato concreto para suponerlo. Como Isaías, tuvo
que vivir años de zozobra ante las inminentes y reiteradas invasiones de los ejércitos
de Asiría; y, como enviado de Dios, tuvo que luchar contra todas las
combinaciones políticas para conjurar las invasiones.
Mensaje
doctrinal: Miqueas en su predicación repite los lugares comunes de los mensajes
profetices anteriores de Amos y de Oseas. Pero, aunque no haya originalidad en
el contenido sustancial de su mensaje, la hay en el vigor de su expresión.
Habla después que se han cumplido muchos vaticinios de Amos relativos al
castigo de Yahvé sobre su pueblo, y por eso su lenguaje es más lacerante e
incisivo. A pesar de la predicación de Amos y de Oseas, Israel continuaba
confiada en que Yahvé no permitiría el desastre nacional, porque habitaba en
medio de ellos. El profeta sale al paso de esta falsa confianza, dando a
entender que, si Israel ha sufrido mucho, todavía tendrá que sufrir más. Los
contemporáneos de Miqueas creían que podrían mantener buenas relaciones con
Yahvé a base de manifestaciones externas de culto, con sacrificios y ofrendas.
Como Amos, Oseas e Isaías, el profeta Miqueas exige una religión ante todo del
corazón, una entrega sincera a Dios, cumpliendo sus preceptos. Ante todo,
justicia y misericordia. Los que más han conculcado estos derechos han sido las
clases dirigentes, y, en consecuencia, son los primeros responsables de la
catástrofe que se avecina. Por eso, Samaría y Jerusalén, donde éstos residen,
serán totalmente destruidas.
Es
el primer profeta que anuncia la total destrucción de Jerusalén. Esto parecía
increíble para los ciudadanos de Jerusalén, ya que allí estaba el templo, la
Casa de Yahvé. En esto, el profeta ha mostrado una independencia de carácter y
una valentía que será seguida después por otros, como Jeremías. Nacido en un
ambiente rural, Miqueas se alza contra las clases amaneradas y corrompidas de
la capital, esperando la resurrección de la nación a base de las clases sanas
del campo.
Su
estilo literario es vivo y dramático, con cambios bruscos de persona.
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