LA REVELACIÓN ES UN DIÁLOGO ENTRE AMIGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

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En el número dos de la Constitución conciliar Dei Verbum, se describe la revelación divina como un diálogo entre amigos. Dios, al revelarse, conoce al hombre como un ser con capacidad para escucharle, acogerle y responderle.
Por analogía con el dialogo humano, la revelación se realiza mediante la Palabra  que se convierte así en cauce de relación personal, soporte de testimonio y vehículo de comunión.
CATESISMO DE LA IGLESIA CATOLICA, Nº 52.
Dios, que habita una luz inaccesible (1 Tm 6,16), quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo Único, hijos adoptivos (Ef. 1,4 – 5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los  hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serian capaces con sus propias fuerzas”.

LA PALABRA CAUCE DE RELACIÓN PERSONAL
Las palabras son instrumentos que transmiten, desvelan, implican, transforman, y  comprometen. Mediante su utilización las personas se comunican y establecen diferentes tipos de relaciones. Entre todas ellas, la más profunda es la relación de amistad y de amor.
Por su propia naturaleza, el coloquio entre Dios y el hombre reviste unas peculiaridades que  le diferencian de cualquier otro. A través de la Revelación, Dios comunica al hombre la  intimidad de su ser, su vida, para darle la salvación.

La revelación es el dialogo entre amigos, es una  relación que toma como modelos la culminación de toda relación humana: el amor, la amistad.
En la relación amistosa, gestos y palabras se confirman mutuamente, desvelando su sentimiento  más profundo. Lo mismo ocurre en el dialogo de Dios con el hombre: gestos y palabras expresan la identidad única  de esta relación, que se renueva permanentemente.

LA PALABRA, SOPORTE DE TESTIMONIO.
Testigo de un acontecimiento es quien, habiéndolo visto y oído, reconoce haberlo presenciado. El testigo compromete su persona con lo que dice, y solicita de quienes le escuchan  su confianza: confianza en su persona, confianza en sus palabras.
A Dios nadie le ha visto; la Palabra es quien nos desvela su intimidad, su ser más profundo, su voluntad salvadora. Jesucristo es, al tiempo, palabra y Testigo. En su persona, el  Padre manifiesta su amor y cercanía a los hombres: “nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre;  y quien es el Padre, sino el Hijo y aquel  a quien el Hijo se lo revelar” (Lc 10,22).
En la cruz, Jesucristo manifiesta de forma suprema quien es Dios; por la Resurrección, el Padre proclama su identificación con el Hijo. De estos hechos  son constituidos testigos algunas personas que, mediante la palabra, van a ser enviados a congregar al nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia.

LA PALABRA, VEHICULO DE COMUNIÓN.
Cuando las palabras que proceden del corazón humano, son acogidas y correspondidas,  provocan la comunión entre las personas. La comunión de vida, pese a ser anhelada por  todo ser humano, habitualmente no es posible, apareciendo frecuentemente rebajada y frustrada en sucedáneos que la desvirtúan
La palabra posibilita la comunión  con quien es la fuente de la vida. Ignorada o rechazada, aguarda pacientemente ser escuchada (Rom 10 y 11), mientras que el ser humano debe de  otras fuentes que no llegan a  saciar su sed de eternidad.

LA REVELACIÓN ACONTECE EN LA HISTORIA
El gran descubriendo de Isrrael es que Dios se manifiesta en la Historia de los hombres. Otros pueblos y culturas han tratando  de llegar a comprender la voluntad y la esencia de Dios mediante la inteligencia  o las técnicas de ascetismo.
Israel, sin embargo, percibió a Dios actuando en la historia y hablando desde ella. Mediante la fe, Isrrael descubre en la historia la presencia escondida de Dios.

LA PALABRA Y LOS HECHOS
En la revelación cristiana, la palabra va unida a las intervenciones de Dios en la historia de la salvación. Estas actuaciones divinas hacen eficaz y constatable el mensaje que proclama la palabra, al tiempo que la palabra interpreta, esclarece y profundiza el sentido que  encierran los acontecimientos.
Cuando la palabra precede a los hechos, toma la forma de:
·         Profecía, que anuncia la salvación.
·         Mandato, que ordena una actuación.
·         Exhortación, que llama a la conversión.
Si son los acontecimientos los que preceden a la palabra, está.
·         Proclama el hecho, insertándolo en la Historia de la Salvación.
·         Narra el acontecimiento, recordándole e invitando a descubrir su actualidad permanente.
·         Explica lo ocurrido hasta convertirlo en enseñanza, y modelo de actuación.

Como en todo diálogo, palabra y hechos, palabras y gestos, se complementan y enriquecen, dinamizando la relación diagonal.
Es definitiva, la historia humana se transforma en historia de salvación cuando es interpretada a luz de la Palabra de Dios.

LA PALABRA DE DIOS, PALABRA ENCARNADA
La palabra de Dios no ha caído del cielo, ni es dictado del espíritu al oído de los autores sagrados. La Palabra de Dios es palabra  humana: Dios es el autentico autor, pero los escritores sagrados también  son verdaderos autores. Por eso, la Palabra está sujeta a los límites culturales del momento en que se escribió.
Sin embargo, al ser de Dios, en su interior lleva el germen de la Transcendencia: siendo de  un momento, para unos hombres concretos, está grávida de universalidad.

CRISTO JESÚS, “MEDIADOR Y PLENITUD DE TODA LA REVELACIÓN”
DIOS HA DICHO TODO EN SU VERBO
La Carta a los hebreos (Hb 1,1-2) dice:
“Después de hablar Dios muchas veces y de diversos modos antiguamente a nuestros mayores por medio de los profetas en estos días últimos nos ha hablado por medio del Hijo”.
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre, en el lo dice todo, no habrá otra palabra más que esta.


LA TRADICIÓN
La palabra “tradición”(traditio) designa, en general, la  acción de entregar o trasmitir algo  a alguien.
Cuando hablamos de tradición pensamos, normalmente, en costumbres de antaño que ve valoran por su antigüedad o se desechan por su anacronismo. Actualmente crece la convicción que sin conexión con la tradición se pierde la orientación en el presente y de cara al  futuro. Pero está claro que lo antiguo  no es bueno por el mero hecho de serlo. Existen costumbres que han quedado desfasadas con el paso del tiempo, igual que muchas cosas que  actualmente están de moda, no resistirán el paso de los años.
El mismo Jesús criticó “La tradición de los antiguos” (Mc 7,3,5), porque los judíos habían sustituido el mandamiento de Dios por la “tradición humana” (Mc 7,8). Pero en muchas cosas siguió la tradición de su pueblo, inspirándose abundantemente en el Antiguo Testamento,  aun cuando sustituyó la interpretación de los rabinos por la suya propia: Pero yo os digo (Mt 5,22 y otros).
Así, el apóstol Pablo trasmite lo que ha recibido de los cristianos y de las comunidades anteriores a él (Cf 1 Cor 15,3). El principio de esta cadena de tradición en Jesucristo: “Del Señor recibí la tradición que os he transmitido. (1 Cor 11,23). Para Pablo, Jesucristo es la única y definitiva autoridad por la que tienen  que medirse todas las otras cosas. En una perspectiva teológica,  la tradición es el mismo Jesucristo como Señor que está presente y activo en la Iglesia.

LA TRADICIÓN APOSTOLICA
Los propios apóstoles, junto a otros cristianos muy cercanos a ellos, pusieron por escrito esta Tradición. Desde la muerte de los apóstoles, sus sucesores tienen como encargo trasmitir fielmente lo que de ellos recibieron a sucesivas generaciones.

Para que este Evangelio se conservara siempre vivo  y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, dejando a su cargo el magisterio.
Llamamos Tradición Apostólica a todo aquello que los Apóstoles recibieron de  Jesucristo y aprendieron por la acción del Espíritu Santo y ellos, a sus vez, transmitieron mediante la predicación, el testimonio de su vida y diversas institucionales.
La tradición apostólica quedó constituida de este modo en origen y norma de toda la tradición  posterior de la Iglesia. Esta Tradición, que proviene de los Apóstoles, está integrada por:
·         Palabras orales y escritas.
·         Formas de vida comunitaria y lingüísticas.
·         Modelos y estilos de vida cristiana.
·         Instituciones y tradiciones eclesiales.






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