"NO ME ARROJES LEJOS DE TU PRESENCIA" SALMO 51

martes, 22 de julio de 2014

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Es un salmo de súplica individual. El salmista está viviendo un drama que consiste en la profunda toma de conciencia de la propia miseria y de los propios pecados; es plenamente consciente de la gravedad de su culpa, con la que ha roto la Alianza con Dios.

 Por eso suplica. Son muchas las peticiones que presenta, pero todas giran en torno a la primera de ellas: « ¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu amor!» (3a).

3 Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad, por tu gran corazón, borra mi falta. 4 Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame tú de mi pecado. 5 Pues mi falta yo bien la conozco y mi pecado está siempre ante mí; 6 contra ti, contra ti sólo pequé, lo que es malo a tus ojos yo lo hice. Por eso en tu sentencia tú eres justo, no hay reproche en el juicio de tus labios. 7 Tú ves que malo soy de nacimiento, pecador desde el seno de mi madre. 8 Mas tú quieres rectitud de corazón, y me enseñas en secreto lo que es sabio. 9 Rocíame con agua, y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. 10 Haz que sienta otra vez júbilo y gozo y que bailen los huesos que moliste. 11 Aparta tu semblante de mis faltas, borra en mí todo rastro de malicia. 12 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu. 13 No me rechaces lejos de tu rostro ni me retires tu espíritu santo. 14 Dame tu salvación que regocija, y que un espíritu noble me dé fuerza. 15 Mostraré tu camino a los que pecan, a ti se volverán los descarriados. 16 Líbrame, oh Dios, de la deuda de sangre, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia. 17 Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. 18 Un sacrificio no te gustaría, ni querrás si te ofrezco, un holocausto. 19 Mi espíritu  quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito. 20 Favorece a Sión en tu bondad: reedifica las murallas de Jerusalén; 21 entonces te gustarán los sacrificios, ofrendas y holocaustos que se te deben; entonces ofrecerán novillos en tu altar.

Este salmo es fruto de un conflicto o drama vivido por la persona que había pecado. Esta llega a lo más hondo de la miseria humana a causa de la culpa, toma conciencia de la gravedad de lo que ha hecho, rompiendo su compromiso con el DIOS de la Alianza (6) y, por ello, pide perdón. En las dos primeras partes, esboza dos retratos: el del pecador (3-11) y el del  DIOS misericordioso, capaz de volver a crear al ser humano desde el perdón (12-19). También aparece, en segundo plano, un conflicto a propósito de las ceremonias del templo. Sí se quiere ser riguroso, esta persona tenía que pedir perdón mediante el sacrificio de un animal. Sm embargo, descubre la profundidad de la gracia de DIOS, que no quiere sacrificios, sino que acepta un corazón contrito y humillado (19).


Este salmo es una súplica individual y se presta para ello. Conviene rezado cuando nos sentimos abrumados por nuestras culpas o «manchados» ante DIOS y la gente o «en deuda» con ellos; cuando queremos que el perdón divino nos cree de nuevo, ilumine nuestra conciencia y nos dé nuevas fuerzas para el camino...
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