Los
destinatarios son los miembros de la comisión del sanedrín, que habían
interpelado a Jesús sobre su autoridad.
La parábola les cuadra perfectamente bien, y se puede considerar, junto con la anterior (Mt 21,28-32), como una prolongación de la discusión que allí se originó.
La parábola les cuadra perfectamente bien, y se puede considerar, junto con la anterior (Mt 21,28-32), como una prolongación de la discusión que allí se originó.
Varios
son los elementos alegóricos de esta parábola, donde lo más evidente es:
* El
dueño de la viña, es Dios.
* La
viña, es el pueblo de Israel, que Dios escogió como su pueblo y lo cuidó con
todo su amor.
* Los
arrendatarios como ya dije, son los representantes religiosos y políticos del
pueblo.
* El
hijo amado, es Jesús.
* El
hijo echado fuera y matado, es Jesús crucificado.
* El
castigo de los viñadores, es el rechazo del pueblo de Israel por parte de Dios.
* Los
“otros” que lo sustituyen, es el nuevo pueblo de Dios.
Sus
oyentes, sacerdotes y ancianos del pueblo, debieron entender bien, y no les
debió gustar nada la intención de Jesús, que aclara todavía más con la otra
comparación de la piedra fundamental del edificio: "la piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". La parábola parece
como un resumen nada optimista de la historia del pueblo judío. Jesús dirige a
sus oyentes una pregunta "pedagógica", para que contesten ellos
mismos: "¿qué hará con aquellos labradores?". Es una pregunta parecida
a la que Isaías intercala en la queja de Dios: "ahora, habitantes de Jerusalén,
sed jueces entre mí y mi viña".
Hoy,
podemos decir que la amonestación de Jesús también va para los dirigentes de la
comunidad eclesial, que pueden tener la tentación de sentirse dueños y
propietarios de la viña, de la comunidad, y en vez de ayudar a los demás a dar
los frutos que Dios espera de todos, la "explotan" en beneficio
propio. Pero también se nos aplica la lección a cada uno de los fieles. Dios ha
"invertido" en nosotros: nos ha dado la vida, el cuerpo, la salud,
talentos naturales, su Palabra, el evangelio, los sacramentos, la comunidad
eclesial, personas buenas que nos rodean y nos estimulan. ¿Qué cosecha puede
esperar de nosotros este año? ¿Se tendrá que quejar de nuestros pobres frutos
como lo hizo de la higuera seca al lado del camino? Lo cierto del caso, es que
la cosecha de todo cristiano es sembrar la Palabra de Dios en los corazones de
sus hermanos.