El
Papa Benedicto XVI es, ha sido, y será uno de los grandes hombres de nuestra
Iglesia. Supo educarla cuando era necesario sentar las bases del Evangelio, también
fue muy dócil al Espíritu Santo al renunciar a su papado, por faltas de fuerzas
y agotamiento, y así ser elegido el gran Papa Francisco. Benedicto XVI en el
2006 pronuncio uno de sus discursos más claros y proféticos en la Universidad
de Ratisbona, allí hablo lo que la violencia en nombre Dios puede causar. Hoy
vemos las acciones terroríficas que el grupo ISIS ha realizado asesinando de
forma brutal y sin piedad a diferentes personas.
Las
grandes líneas del discurso del Papa Benedicto XVI el 12 de septiembre fueron:
"Recordé
todo esto recientemente cuando leí la parte editada por el profesor Theodore
Khoury (Münster) del diálogo que el docto emperador bizantino Manuel II
Paleólogo, tal vez en los cuarteles de invierno del año 1391 en Ankara, mantuvo
con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y sobre la verdad de
ambos. Probablemente fue el mismo emperador quien anotó, durante el asedio de
Constantinopla entre 1394 y 1402, ese diálogo. El emperador,
después de pronunciarse de un modo tan duro, explica luego minuciosamente las
razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo
irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la
naturaleza del alma. "Dios no se complace con la sangre —dice—; no actuar
según la razón (σὺν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto
del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe
necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir
a la violencia ni a las amenazas. (...) Para convencer a un alma razonable no
hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún
otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona".
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