XXXIII DOMINGO DEL T.O
El
texto presentado por Marcos (13,24-32) lo podemos dividir en dos partes:
1. La
venida gloriosa del Hijo del Hombre (Parusía) (13,24-27; cf. Mt 24,29-31; Lc
21,25-27).
2. Parábola
sobre el discernimiento (Higuera) (13,28-32; cf. Mt 24,32-36; Lc 21,29-33).
La
predicción de Jesús enlaza la primera parte (13,24-37) con los
profetas del AT, acercándose también en las descripciones al estilo de la
apocalíptica judía. Veamos desglosado el texto:
“Mas por esos días, después
de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su brillo”
(Is 13,10).
“Las estrellas irán cayendo de cielo, y las fuerzas que
están en los cielos serán sacudidas” (Is 34,4).
“Y entonces verán al Hijo
del Hombre que viene entre nubes de gran poder” (Dn
7,13).
“Entonces enviará a los
ángeles y reunirá de los cuatro vientos
a sus elegidos” (Zc 2,6-10).
“Desde el extremo de la
tierra hasta el extremo del cielo” (Dt 30,4).
La
venida del Hijo del Hombre constituye el corazón del discurso escatológico y
muestra el sentido final de la historia, que vuelve a ser conducida bajo el
señorío de Dios en el Hijo del Hombre,
Jesús.
En
el texto de Marcos se distinguen dos
sucesos: un oscurecimiento, que afecta el sol y a la luna, y una caída y
conmoción, que afecta a las estrellas y a las fuerzas que están en el cielo. No
señala calamidades que dañen a la tierra ni sujetos que experimenten terror
ante el eclipse de los astros. La catástrofe atañe exclusivamente al universo
celeste, no amenaza al mundo humano, deshace un sistema cósmico. Por otra
parte, los astros, aparecen en el AT como objeto de culto idolátrico.
Precisamente dar culto a Yahvé o a estos dioses ancestrales establecía la
distinción entre Israel y los paganos (Dt 4,19s; 17,3; 2 Re 17,16; 21,3; 23,5;
Jr 8,2; Ez 8,16). En los profetas, el oscurecimiento de los astros está siempre
relacionado con algo que sucede en la
tierra: invasión, desastre derrota, es el reflejo a nivel cósmico de una gran
desgracia humana.
Al
final del texto de Marcos en su primera parte (13,27) viene la gran noticia,
donde el Hijo del Hombre enviará a sus
ángeles y reunirá a sus elegidos que vendrán de todos lados (cf. Dt 4,32; 13,8;
30,4). El lugar de las doce tribus de Israel ha pasado a ocuparlo el nuevo
Israel espiritual de los files de Cristo y el lugar de salvación no es ya el
monte Sión.
Luego
de la parte apocalíptica el discurso escatológico termina con dichos y
parábolas (13,28-32). Se admite que la
parábola no está en su sitio original.
En efecto no cuadra bien del todo ni con
el contexto anterior (a pesar de que lo parezca) ni con el que sigue. De
acuerdo al texto la parábola parece estar dirigida a los cuatro discípulos (13,3) donde Jesús les dice: “Aprended de la higuera: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan
las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis
que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas” (Mc 13,28-29).
Jesús presenta la parábola de la higuera (gr. sykè) que es un árbol de la familia de las moráceas,
originaria de Asia occidental. Cuando es joven, sólo lleva fruto si está en un
suelo rico (Lc 13,6-9). Al envejecer degenera rápidamente, descuidada no
produce fruto (Prov 27,18). En primavera, la higuera da sus frutos tempranos
antes de cubrirse de hojas, sobre las ramas crecidas el año anterior, y reciben
el nombre de “higos verdes” (Cnt 2,13). En el AT es mencionada muchas veces (Nm
13,23; 20,5; Dt 8,8; Sal 105,33; Jer 5,17).
La
parte final (Mc 13,30-32), es la perícopa más problemática del discurso
escatológico y quizás de todos los evangelios. Si el primer versículo donde dice: “Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto
suceda” se interpreta como el fin del mundo, resultaría que Jesús lo ha
considerado como próximo y que, por lo tanto se ha equivocado abiertamente en
sus predicciones ya que los dos versículos finales, sobre todo el ultimo v.32
dice que nadie sabe la hora, ni los ángeles ni el Hijo. Parecería haber una
contradicción entre los versículos 30 y 31-32. Discusiones sin fin han existido
desde la antigüedad sobre los versículos señalados. Algunos afirman que la
perícopa mencionada por Marcos se refiere a la destrucción del Templo. Por su
parte el Catecismo de la Iglesia Católica nos puede aclarar un poco las dudas
con respecto a estos últimos versículos y nos dice en el Nº 474: “Debido a su unión con la Sabiduría divina
en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en
plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar (cf.
Mc 8,31 MC 9,31 MC 10,33-34 MC
14,18-20 MC 14,26-30). Lo que reconoce ignorar en este campo (cf. Mc 13,32), declara en otro lugar no
tener misión de revelarlo (cf. Ac 1,7).
Actualización:
La
llegada final del Mesías se construye con rasgos proféticos y apocalípticos; es
un lenguaje sumamente figurativo, que se utiliza para comunicar la verdad de
que el juicio lo ha de llevar a cabo el Hijo del Hombre en nombre de Dios.
Jesús
nos indica que para formar parte de sus elegidos es necesario hacer la voluntad
del Padre. No basta la simple fe para ser salvo, la misma tiene que ir
acompañada de obras.
Muchos
de nosotros vivimos como si nuestra existencia en este mundo no se fuera acabar
nunca, no creemos en la hora final, pensamos simplemente en el disfrute, en el
vivir cada día como si fuese el primero y no el último.
Aquellos
que se consideran poderosos serán sorprendidos por el día de la hora final, en
donde ningún dinero, bienes e influencias harán que el Hijo de Dios les pida
cuentas por tanto derroche, maltrato y humillación a los pobres.
Lo
importante es estar preparado, “porque el
Hijo del Hombre llegará cuando menos lo esperemos” (Mt 24,44).
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