Jesús también necesitaba de soledad, descanso y quietud. Todos necesitamos de esos momentos, el trajín diario hace que olvidemos las cosas más importantes para nuestra vida, para nuestra salud y para nuestro espíritu.
Cada vez que Jesús está a solas con su Padre en oración, le da fuerzas para enfrentar cada día con sus afanes. Necesitamos de ese contacto con Dios para nutrirnos de su amor y para que nos indique el camino que debemos seguir. Hay tres tipos de personas que dedican a la oración, las que poco oran, las que solo hablan y no escuchan y las que solo escuchan en el interior de su corazón.
Para orar hay varias condicionantes para que nuestras palabras sean escuchadas por el Padre:
1. Pedir con fe: “Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán” (Mc 11,24)
2. Doblar nuestras rodillas en señal de respeto y adoración: “Dicho esto, Pablo se arrodilló con ellos y oró”. (Hch 20,36)
3. Debemos ser constante: “Tengan esperanza y sean alegres. Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar”. (Rom 12,12)
4. Pedir la salvación de todos nuestros hermanos, familiares, amigos y enemigos: “Hermanos, deseo de todo corazón y pido a Dios que los judíos se salven. Declaro en su favor que son fanáticos del servicio de Dios, pero en una forma equivocada” (Rom 10, 1-2)
5. Comprensión y respeto por el otro: “Y ustedes, maridos, sean a su vez comprensivos en la vida en común. Sabiendo que sus compañeras son seres más delicados, y que ambos comparten la gracia que lleva a la vida, eviten las amenazas. Este será un buen medio para que Dios escuche lo que ustedes le pidan” (1P 3,7).
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