Para la gente que personaliza los fracasos los problemas son como un hueco que los está succionando permanentemente. Pero los que triunfan en la vida ven las cosas como algo temporal. Tomemos el ejemplo del presidente Harry Truman. En 1992 tenía treinta y ocho años, estaba lleno de deudas y no tenía trabajo. En 1945 era el líder más poderoso del mundo, ocupando la oficina más importante sobre la faz de la tierra. Si hubiese visto el fracaso como algo permanente, se habría quedado donde estaba y jamás habría podido mantenerse probando y creyendo en su potencial. Los que se aferran al pasado y no buscan la ayuda de nuestro Señor, seguramente quedarán escarbando en sus recuerdos.
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