Publicamos las palabras del papa
Benedicto XVI en el Ángelus de este domingo 26 de agosto:
"¡Queridos hermanos y hermanas!
En el domingo pasado, hemos meditado
el discurso sobre el "pan de vida" que Jesús pronunció en la sinagoga
de Cafarnaúm después de alimentar a miles de personas con cinco panes y dos
peces. Hoy, el evangelio nos presenta la reacción de los discípulos a ese
discurso, una reacción que fue el mismo Cristo, de manera consciente, quien lo
provocó.
provocó.
En primer lugar, el evangelista Juan
--que estaba presente junto con los demás apóstoles--, refiere que "desde
entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con
él" (Jn 6,66). ¿Por qué? Debido a que no creyeron en las palabras de Jesús
cuando dijo: Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que come mi carne y bebe
mi sangre vivirá para siempre (cf. Jn 6,51.54); ciertamente que eran palabras difíciles
de aceptar en ese momento. Esta revelación fue incomprensible para ellos,
porque la entendían en sentido material, cuando en esas palabras se
preanunciaba el misterio pascual de Jesús, mediante el cual Él se entregaría
por la salvación del mundo: la nueva presencia en la Sagrada Eucaristía.
Al ver que muchos de sus discípulos se
iban, Jesús le dijo a los Apóstoles: "¿También ustedes quieren
marcharse?" (Jn. 6,67). Como en otros casos, es Pedro quien responde en
nombre de los Doce: "Señor, ¿a quién vamos a ir? --También nosotros
podemos reflexionar: ¿a quién iremos?-- Tú tienes palabras de vida eterna, y
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn. 6,68-69).
Sobre este pasaje tenemos un bellísimo
comentario de san Agustín, que dice: "¿Ven cómo Pedro, por la gracia de
Dios, por inspiración del Espíritu Santo, entendió? ¿Por qué sucedió? Debido a
que ha creído. Tú tienes palabras de vida eterna. Tú, que nos das la vida
eterna, ofreciéndonos tu cuerpo (resucitado) y tu sangre (a Tí mismo). Y nosotros
hemos creído y conocido. Él no dice: hemos conocido y después creído, sino,
hemos creído y después conocido.
Hemos creído para poder conocer; Si,
en efecto, hubiéramos querido conocer antes de creer, no hubiéramos sido
capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué cosa hemos creído y qué cosa hemos
conocido? Que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, por tanto, tú eres la misma
vida eterna, y en la carne y en la la sangre nos das de lo que tú mismo
eres" (Comentario al Evangelio de Juan, 27, 9). Así lo dijo san Agustín en
esta prédica a sus fieles.
Por último, Jesús sabía que incluso
entre los doce apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas pudo
haberse ido, como lo hicieron muchos discípulos; es más, tendría que haberse
ido si hubiese sido honesto. En cambio, se quedó con Jesús. Permaneció no por
fe, no por amor, sino con la secreta intención de vengarse del Maestro. ¿Por
qué? Debido a que Judas se sintió traicionado por Jesús, y decidió que a su vez
lo iba a traicionar. Judas era un zelote, y quería un Mesías triunfante, que
guiase una revuelta contra los romanos. Jesús había decepcionado las
expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su fallo más grave fue la
mentira, que es la marca del diablo. Por eso Jesús dijo a los Doce: "Uno de
ustedes es un diablo" (Jn. 6,70).
Pidamos a la Virgen María, que nos
ayude a creer en Jesús, como san Pedro, y a ser siempre honestos con Él y con
todos.
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