Por lo cual, habiéndote prometido hace
algunos años, carísimo amigo Romaniano, escribirte acerca de mi sentir sobre la
verdadera religión , he creído que ha llegado la hora oportuna, después de ver
la urgencia de tus apremiadoras preguntas, y, por el lazo de caridad que me une
contigo, no puedo sufrir por más tiempo que andes fluctuando sin rumbo seguro.
Repudiando, pues, a todos los que divorcian la filosofía de la religión y
renuncian a la luz de los misterios en la investigación filosófica, así como a
los que se desviaron de la regla de la Iglesia, ensoberbeciéndose con alguna
perversa opinión o rencilla; rechazados igualmente los que no quisieron abrazar
la luz de la divina revelación y la gracia del pueblo espiritual que se llama
Nuevo Testamento, a todos los cuales someramente he aludido, nosotros hemos de
abrazar la religión cristiana y la comunión de la Iglesia que se llama
católica, no sólo por los suyos, sino también por los enemigos. Pues, quiéranlo
o no, los mismos herejes y cismáticos, cuando hablan, no con sus sectarios,
sino con los extraños, católica no llaman sino a la Iglesia católica. Pues no
pueden hacerse entender si no se la discierne con ese nombre, con que todos la
reconocen en el mundo.
El fundamento para seguir esta
religión es la historia y la profecía, donde se descubre la dispensación
temporal de la divina Providencia en favor del género humano, para reformarlo y
restablecerla en la posesión de la vida eterna. Creído lo que ellas enseñan, la
mente se irá purificando con un método de vida ajustado a los preceptos divinos
y se habilitará para la percepción de las cosas espirituales, que ni son
pasadas ni futuras, sino permanentes en el mismo ser, inmunes de toda
contingencia temporal, conviene a saber: el mismo y único Dios Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo. Conocida esta Trinidad, según es posible en la presente
vida, ciertamente se ve que toda criatura intelectual, animada o corporal, de
la misma Trinidad creadora recibe el ser en cuanto es, y tiene su forma, y es
administrada con perfecto, orden; mas no por esto vaya a entenderse que una
porción de cada, criatura hizo Dios, y otra el Hijo, y otra el Espíritu Santo;
sino juntamente todas y cada una de las naturalezas las hizo el Padre por el
Hijo en el don del Espíritu Santo. Pues toda cosa, o substancia, o esencia, o
naturaleza, o llámese con otro nombre más adecuado, reúne al mismo tiempo estas
tres cosas: que es algo único, que difiere por su forma de las demás y que está
dentro del orden universal.
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