LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE NO SERÁ CUALQUIER COSA

viernes, 30 de noviembre de 2012

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El texto de Lucas (21,25-28.34-36) nos  habla de las catástrofes cósmicas  de la manifestación de la venida del Hijo del Hombre y de la vigilancia que todo ser humano debe tener para la espera del gran momento.  Lucas separa claramente la parusía (segunda venia) de la caída de Jerusalén (Lc 21,20-24), y supone que el tiempo intermedio entre ésta y el fin del mundo ha de ser largo.

El texto nos dice que “Habrá señales en el sol, la luna y en las estrellas; en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y las olas. Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que abatirán al mundo, porque las fuerzas del cielo se tambalearán” (Lc 21,25-27). El evangelista no dice que señales habrán en el sol, la luna y las estrellas, mientras que Mateo especifica que: “El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas” (Mt 24,29). Marcos también describe lo mismo que Mateo. Las señales que describen los sinópticos son: el sol (aparece 30 veces en el Nuevo Testamento; 5 en Mateo, 4 en Marcos, 3 en Lucas, 4 en Hechos de los Apóstoles, 1 en 1 Corintios, 1 en Efesios, 1 en Santiago y 11 veces en Apocalipsis), la luna (aparece 11 veces en el Nuevo Testamento, siendo el Apocalipsis con 5 veces el libro al cual hace mayormente mención), y las estrellas (aparece 24 veces, de las cuales 7 veces aparece en apocalipsis).  Las señales presentadas por los sinópticos como hemos visto, son utilizadas mayormente para dar un sentido apocalíptico y para expresar que son astros creados por Dios.


La venida del Hijo del Hombre no será cualquier cosa, Lucas nos habla de las grandes señales que se presentarán, y con ello nos demuestra que nadie, absolutamente nadie, pondrá en duda la venida de nuestro Señor. Los astros le obedecerán y se producirán unas señales que todo ser humano al verlas quedará “sin aliento”. La venida será en “una nube con gran poder y gloria” (Lc 21,27).   En el Nuevo Testamento “la nube” (gr. neféle) aparece en el monte de la Transfiguración (Mt 17,5), al momento cuando el Señor abandonó esta tierra, y en la cual una nube celestial lo recibió (Hch 1,9). Cuando vuelva, lo hará como dice Lucas, desde el cielo descendiendo sobre las nubes, lo cual era entre los judíos una imagen o símbolo de poder divino y majestad. Por esta razón, el Jesús resucitado y glorificado es presentado como sentado ya sobre las nubes, indicación de su poder (Ap 14,14-16).
Al ver suceder todas estas cosas dice el evangelista: “cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación” (Lc 21,28). El presente versículo guarda relación directa con los v. 25-26 donde indica las cosas que sucederán.
La parte final de Lucas dice: “Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como lazo que vendrá  sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis  manteneros en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc 21,34-36). Hay una advertencia sobre tres cosas que pueden desviarnos de nuestro camino celestial: 1. El libertinaje 2. La embriaguez y 3. Las preocupaciones de la vida. También hay una acción que debemos mantener por siempre para esperar el día de la venida del Hijo del hombre: La oración y la vigilancia.
Debemos “velar” (gr. agrupnéo) porque no sabemos ni el día ni la hora (Mt 25,13), para no caer en la tentación (Mt 26,41), y porque seremos Bienaventurados (Ap 16,15). Debemos orar con fe para salvar al enfermo (St 5,15), para mantener la unidad (Hch 1,14), para obtener la bendición de Dios (Mt 21,22), y para prevalecer y hacernos más fuerte (gr. katisjúo) en los momentos difíciles.
Actualización:
El Señor Jesús viene, pero no dice cuando, así que lo mejor es estar preparado.
Durante el tiempo de espera la tentación amenaza siempre al creyente ante la dilación de la venida del Señor; la tentación de la comodidad, de dimitir la lucha, la tentación del placer, de la riqueza.
Jesús, al entrar en la Pasión, exhorta por última vez a los suyos a mantenerse alertas, vigilar y orar, porque nadie debe considerarse asegurado contra todo riego; sólo el que vigila, el que ora, el que no abandona el servicio, será salvado, porque la vida que una persona lleve ahora determinará cómo haya de comparecer ante el Hijo del Hombre.
Es necesario perseverar en el bien y en la práctica de la virtud.
Jesús nos exhorta a no dejarnos aturdir por las preocupaciones de la vida, no es raro ni difícil que esto suceda; la urgencia de los asuntos temporales, que por un lado no se pueden descuidar, sino que hay que atender con esmero y preocupación, puede incidir en el descuido de los asuntos espirituales y de apostolado.
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