La
fiesta de Todos los Santos se celebra el 1 de noviembre en la Iglesia Universal
desde el año 840. Antes de esta fecha, había un día para recordar y celebrar a
todos los mártires, hasta que el Papa Bonifacio IV, transformó un templo griego
dedicado a todos los dioses (Partenón), en un templo cristiano, dedicándolo a
"Todos los Santos".
Desde
entonces la fiesta se fue extendiendo, primero en Europa y luego en todo el
mundo.
El
sentido de rezar por las almas que ya han muerto está basada en la certeza que
tenemos los cristianos de que la Iglesia es un solo cuerpo, el Cuerpo de
Cristo. En el Cuerpo de Cristo fluye un mismo espíritu: el Espíritu Santo;
Jesucristo es la Cabeza de ese cuerpo y todos los bautizados, somos sus
miembros. La unión de los miembros de la Iglesia no se interrumpe con la
muerte, más aun, la Iglesia nos enseña que se refuerza con la comunicación de
los bienes espirituales.
Es
por ello que en el Credo decimos
"Creo en la Comunión de los Santos”, con ello se quiere indicar que existe una unión, una comunicación entre
las almas en las que el Espíritu Santo tiene su morada. Entre todos los
miembros de la Iglesia, que está dividida en tres estados:
a)
La Iglesia Peregrina: los vivos, que aun peregrinan en la tierra;
b)
La Iglesia Purgante: los ya difuntos, que se purifican;
c)
La Iglesia Triunfante: los que están ya glorificados, en el cielo, contemplando
a Dios.
La
fiesta de todos los santos nos ayuda a comprender que en nuestra vida cristiana
podemos alcanzar tal estado si seguimos el ejemplo de Cristo.
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