El
episodio de Zaqueo (Lc 19,1-10) es propio de Lucas y proviene por tanto de su
fuente “L”.
El
texto se inicia cuando Jesús entra en “Jericó cruzando la ciudad” (Lc
19,1). Jericó (gr Ierijô) era una ciudad
aduanera, punto importante de comunicación. Es llamada también la “ciudad de
las palmeras”, es reconstruida con magnificencia por Herodes el Grande. Enlaza con Jerusalén a través del desierto de
Judá por 37 km de camino donde era favorable al bandidaje (Dt 34,3; Mt 20,29).
En
la ciudad “había un hombre llamado Zaqueo
que era jefe de los publicanos y rico. Trataba de ver quien era Jesús, pero
como era bajo de estatura, no podía, pues la gente se lo impedía” (Lc
19,2-3). Zaqueo era jefe de los publicanos (gr. architelones), era un hombre
rico (gr. plousios) de muchas relaciones humanas y seguramente tenía
información sobre el profeta galileo. Tenía un ferviente deseo de ver a Jesús,
sabía que no iba a ser rechazado, quería verlo pero no podía debía a su baja
estatura y por la gran cantidad de personas que acompañaban a Jesús. Zaqueo era
un publicano odiado por sus compatriotas y tampoco al pedir permiso para ver a
Jesús no se iban a permitir.
Zaqueo
se “adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle pues iba a pasar por
allí” (Lc 19,4). El sicómoro (gr. sukomorea), era
un árbol que daba un fruto pobre que comían los pobres (Am 7,14). Era un árbol
de copa extendida con ramas bajas y fuertes, de manera que Zaqueo podía subirse
a él con facilidad. Zaqueo en su desesperación por ver a Jesús decidió
apresurarse a los demás y subirse al árbol.
Llegada
la hora de pasar Jesús por la ciudad “alzó
la vista y le dijo: Zaqueo, baja pronto conviene que yo me que quede hoy en tu
casa. Se apresuró a bajar y lo recibió con alegría” (Lc 19,5-6). Zaqueo
baja del árbol y conduce a Jesús a su casa y lo recibe con gran alegría (gr.
jará). El evangelista habla de la misma alegría cuando un Ángel del Señor se
les presentó a los pastores y les dijo que les “anunciaba una gran alegría” (Lc
2,10), cuando regresaron los setenta y dos discípulos luego de la misión de
evangelizar, lo hicieron muy contentos (Lc 10,17), en la parábola de oveja
perdida (Lc 15,7) cuando hay una gran alegría en cielo por un pecador
arrepentido. También conseguimos la
misma alegría en los siguientes textos (Jn 3,29; 15,11; 16,20,21,22,24; 17,13;
Hch 8,8; 12,14; 13,52; 15,3; Ro 14,17; 15,13,32; 2Co 1,24; 2,3; 7,4,13; 8,2;
Gál 5,22; Flp 1,4; 1,25; 2,2,29; 4,1; Col 1,11; 1Ts 1,6; 2,19,20; 3,9; 2Ti 1,4;
Flm 1,7; Hb 10,34; 12,2,11; 13,17; St 1,2; 4,9; 1Pe 1,8; 1Jn 1,4; 2Jn 1,12; 3Jn
1,4). La alegría que envolvió a Zaqueo era una “alegría de lo divino”, de saber
que se estaba con alguien muy superior y que vio en lo más intimo del corazón
de este hombre que necesitaba reconciliarse en su vida con Dios.
El
encuentro de Jesús y Zaqueo causó murmuración entre los presentes (Lc 19,7). El
texto no dice quienes eran los que murmuraban pero seguramente eran los
fariseos los primeros en hacerlos. Criticaban que se hospedara en casa de un
pecador. Los fariseos no habían entendido que la misión de Jesús era no
llamar a los justos sino a los pecadores
(Mt 9,13).
Se
supone que Jesús se quedó en la casa de zaqueo esa tarde y el día siguiente. De
seguro fue un tiempo bien empleado para la catequesis, no se dice de qué se
habló, pero esto se adivina por lo que Zaqueo le dice al Señor: “Voy a dar la mitad de mis bienes a los
pobres, y si en algo defraudé a alguien más, le devolveré cuatro veces más”
(Lc 19,8). Zaqueo promete más de lo que
la Ley pide. Sólo en un caso la Ley prevé una restitución quíntupla o
cuádrupla, cuando se trata respectivamente de un vacuno o un ovino robados,
pero que ya hayan sido degollados o vendidos (Ex 21,37), al contrario si se
encuentran vivos en posesión del que los robó, deberá pagar el doble (Ex 22,3),
por todo lo demás, en cualquier perjuicio al prójimo (robo, detención, etc), se
debe restituir el integro valor de la cosa, añadiendo un quinto del mismo (Lv
5,21-24; Nm 5,6-7). Este sería el caso de Zaqueo, lo que promete es aun mayor
de lo que se exige. El verbo utilizado por el evangelista “devolver” (gr.
apodidomi) también significa pagar, recompensar, dar, entregar, cumplir. Lucas
lo utiliza en (7,42; 9,42; 10,35; 12,59; 16,2; 20,25).
Luego
de la afirmación de Zaqueo de dar a los pobres la mitad de sus bienes y
restituir a los que ha defraudado, Jesús le dice: “La salvación hoy ha llegado a tu casa., porque también éste es hijo de
Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscarlo que estaba perdido”
(Lc 19, 9-10). En la casa, además de Zaqueo, estaban presentes otras personas,
eran los que estaban libres de prejuicios farisáicos. La salvación llegó ese mismo día, llegó para
todos, igualmente Jesús cuando estaba siendo crucificado, le dice al ladrón: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el
paraíso” (Lc 23,43). El
arrepentimiento sincero y con obras, no de puras palabras, fue lo que provocó
que Zaqueo fuera salvo.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deja tus comentarios