Jesús
les propone a sus discípulos una parábola (Lc 18,1-8), para inculcarles la
importancia de la oración, cuya finalidad serian las siguientes:
Ø Debe ser perseverante;
No debe desfallecer, siempre y en todo momento se debe orar.
Ø Debe ser confiada;
Se debe tener la certeza de lo que se pide por la perseverancia será escuchado
y concedido.
Ø Debe ser humilde;
La oración debe brotar de un corazón humilde no engreído, tal y como lo enseña
la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14).
La
parábola que muchos llaman “El juez inicuo y la viuda importuna” es gemela de
la del amigo importuno (Lc 11,5-8) y
que, en su origen estaban unidas. Se trata sin lugar a dudas de un paralelismo
parabólico, como otros que se consiguen en los evangelios. La razón por la cual
Lucas la habrá separado de su gemela y trasladado al sitio actual se encuentra
probablemente en su contexto anterior, que es el sermón escatológico (Lc
17,20-37).
El
cuadro de la parábola es sencillo, compuesto por dos únicos protagonistas, por
un lado está el juez inicuo que es un personaje que ni teme a Dios, ni toma en
cuenta a los hombres (v.2), permanece indiferente ante lo que pueda pensar de
él Dios o la gente, su principal característica es la venalidad, acepta el
soborno de la gente rica por el cual muchas veces permite declarar culpable al
inocente y viceversa. Frente a este personaje nos encontramos también con la
viuda, que es una mujer pobre e indefensa, ella está persuadida que tiene la
razón, pero el juez no se la quiere dar, sin embargo por la insistencia que
causa molestias al juez le dará la razón (v.5).
Al
final de la parábola Jesús dice que “Dios
hará justicia a sus elegidos que claman justicia de día y de noche” (Lc
18,7). Sin lugar a dudas que la enseñanza que el evangelista quiere poner de
manifiesto en la parábola es la perseverancia y la seguridad de que Dios
escucha toda oración, el evangelista también ha tratado suficientemente el tema
en Lc 11,1-14.
La
oración del pobre según Alois Stoger (El Evangelio de San Lucas p.119), “traspasa las nubes y no descansa hasta
llegar a Dios, ni se retira hasta que el Altísimo fija en ella su mirada, y el
justo juez le hace justicia» (Eclo 35,20s). La oración perseverante de los
elegidos oprimidos no deja de ser escuchada. Dios les hace justicia
prontamente, sin dilación; por los elegidos abrevia Dios los días difíciles (Mc
13,20-23). No se demora en prestar ayuda a sus elegidos. Llega la acción
salvadora de Dios, la cual consiste en la nueva presencia de Jesús. No carece
de sentido el que la Iglesia ore infinitas veces y sin desfallecer: Venga a
nosotros tu reino”.
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