Kénosis
es una palabra griega que denota el acto de despojarse del propio vestido. Está
tomado del pasaje que dice que Jesucristo “se vació a sí mismo”, sumiendo la
forma de vida humana que es propia de los demás hombres y haciéndose obediente al
Padre hasta la muerte en la cruz (Flp 2,7). Este “vaciamiento” de sí que
realizó el Hijo de Dios al hacerse hombre y experimentar la muerte de cruz está
sugerido en otros pasajes del NT (Jn 17,5; 2 Co 8,9).
La
Kénosis de Cristo significa que el Hijo de Dios preexistente ha entrado al
mundo y ha asumido la naturaleza humana renunciando a vivir en ella en la condición
de gloria y de esplendor que habría de esperarse del Hijo divino y que de hecho
se le dio en la Resurrección. El Hijo eterno de Dios al hacerse hombre y vivir
en todo semejante a sus congéneres, acepta las limitaciones, sufrimientos y
muerte de la condición humana. La Kénosis de Cristo no consiste en la Encarnación
en sí misma, sino en su Encarnación en la debilidad.
De
la Kénosis de Cristo debemos aprender, hoy necesitamos despojarnos de tanta
maldad que hay en nuestros corazones, de tanto egoísmo, de tanta violencia, y
de tanta falta de fraternidad entre los hermanos. Debemos despojarnos de todo
lo que nos hace daño y llenarnos del amor de Cristo que inunda nuestra vida y
la hace más placentera.
La
meta de todo cristiano es ir haciendo que el mundo se valla vaciando de todo lo
que no es “saludable” para irla llenando del amor, la misericordia y el perdón de
Dios.
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