En
esta breve pericopa (Mt 5,13-16) no hay relación lógica con las
bienaventuranzas y tampoco constituye, por sí misma, una unidad originaria. Con esto queda dicho que
Mateo ha sido quien la ha reunido en esta forma e introducido en este lugar. En
Lucas, los v. se encuentran separados en pasajes diferentes (Lc 11,33.35; 12,3;
14,34), y también sin estrecha relación lógica con su contexto.
“Vosotros sois la sal
de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve
para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres” (Mt 5,13).
Jesús utiliza dos características que deben proveer los discípulos al
mundo. En primer lugar deben ser “sal”. Es cosa común en
Siria y Palestina ver sal dispersada en montones en el suelo debido a que ha
perdido su sabor, «se desvirtúa», la cosa más indigna imaginable. Jesús puede
haber empleado aquí un proverbio entonces corriente.
La
sal (gr. halas) sirve al hombre para condimentar los manjares. Los alimentos
desprovistos de sal son insípidos y desabríos. La sal es como una fuerza
interna y condimento de toda la nutrición que tomamos. Como el manjar necesita
sal, así también la tierra, es decir toda la humanidad. Aguarda que la
vigoricen y sazonen. Ésta es la vocación de los discípulos. Si hacen todo lo
que antes se ha dicho, es decir, si son pobres y misericordiosos, mansos y
limpios de corazón, si son pacíficos, y se regocijan en todas las persecuciones,
entonces son la fuerza de la humanidad desvaída. Esta existencia pura que vive
del reino de Dios y confía en él, es el vigor interno de la humanidad.
La segunda característica a la que se refiere Jesús, es acerca de ser
“luz” (gr. “fós”; hb. “ôr”), por ello les dice: “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada
en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla
debajo del celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que
están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16).
Juan Mateos nos describe el significado de la luz en el AT y NT, al respecto dice:
·
En el AT se presenta
a menudo la luz como una especie de atributo de Dios: luz es su vestidura (Sal
104,2: «Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto»). La
cercanía y presencia de Dios están indicadas por luz (Éx 13, 21s: la columna de
fuego; Dn 2,22: «la luz habita en él»; Hab 3,4: «su esplendor era como la luz»;
Is 60,19s: «Será el Señor tu luz perpetua»). En particular, la actitud
favorable de Dios se compara a la luz del rostro, imagen de la sonrisa y
símbolo del favor divino (Sal 4,7: «¿Quién podrá darnos la dicha, si la luz de
tu rostro ha huido de nosotros?»; 44,3: «No fue su espada la que ocupó la
tierra, ... sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro»; 89,16: «Dichoso
el pueblo que sabe aclamarte: caminará, Señor, a la luz de tu rostro»). Es un
rasgo de la manifestación divina más que del ser de Dios… En Isaías, la
salvación se describe a menudo con la metáfora de la luz. Así, Is 2,4s: «[Dios]
será el arbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas
forjarán arados, de las lanzas, podaderas... Casa de Jacob, ven, caminemos a la
luz del Señor»; 42,16: «Conduciré a los ciegos por el camino que no conocen ...
Ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano»; 60,2s: «Mira:
las tinieblas cubren la tierra; la oscuridad, los pueblos; pero sobre ti
[Jerusalén] amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti, y caminarán los
pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora»; 60,19s: «Ya no será el
sol tu luz en el día, ni te alumbrará la claridad de la luna; será el Señor tu
luz perpetua y tu Dios será tu esplendor ... y se habrán cumplido los días de
tu luto.»
En
los evangelios, el simbolismo de la luz continúa el del AT. Así, la nube
luminosa que aparece en la transfiguración (Mt 17,5: «Una nube luminosa los
cubrió con su sombra») delata la presencia de Dios. También Jesús aparece
radiante, señal de su condición divina (Mt 17,2: «Su rostro brillaba como el
sol, y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz»; Me 9,3: «sus
vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador»; Lc 9,29: «sus vestidos
refulgían de blancos»). La luz acompaña también la presencia de personajes que llegan
de la esfera divina (Lc 9,30s: «Se presentaron dos hombres que conversaban con
él: eran Moisés y Elías, que se habían aparecido esplendentes»; 24,4 [en el
sepulcro]: «Se les presentaron dos hombres con vestiduras refulgentes»; cf. Hch
1,9: «Dos hombres vestidos de blanco») o de ángeles mensajeros (Mt 28,3: «Tenía
aspecto de relámpago y su vestido era blanco como la nieve»)…. Resumiendo:
En los evangelios, siguiendo la línea del AT, la luz es símbolo de la presencia
y manifestación divina, especialmente en Jesús, y acompaña a los que pertenecen
a la esfera de Dios. En oposición a la tiniebla significa liberación, vida v
salvación, seguridad y alegría, verdad y generosidad. (Mateos, Juan, Evangelio,
Figuras y Símbolo, Almendro, pág. 76-80).
Esta
breve parábola nos indica como dije anteriormente las características de las
que deben impregnar al mundo los discípulos, no pueden ser unos seguidores sin
alegría, sin testimonio. Por eso san Pablo en la carta a los Efesios dice: “Sed, pues, imitadores de Dios” (Ef
5,1), y luego les dice que ellos ya no
son tinieblas sino “luz en el Señor,
vivid como hijos de la luz, pues el fruto de la luz consiste en todo tipo de
bondad, justicia y verdad” (Ef 5, 8-9).
ACTUALIZACIÓN
Sin
lugar a dudas que nuestra sociedad necesita de más cristianos que le den sabor
a la vida de otros, por lo tanto que sean sal, pero también se necesita el
testimonio, es decir que sean luz, que irradien el amor de Cristo a cada
creatura.
En
la primera carta del apóstol San Juan nos dice que debemos caminar en la luz (1
Jn 1,5), en Dios no hay tinieblas. Cuantos hermanos hoy día andan en tinieblas,
se han sumergido en el mundo de las drogas, el alcohol, la prostitución y el
robo, y no consiguen el camino de vuelta
a la luz, es por ello que la Palabra de Dios como dijo San Pablo hay que
esparcirla, decirla a “tiempo y destiempo”, nunca está de más que un hermano
drogadicto escuche la Palabra, ya que ella será su única vía de regreso a la
vida, en algún momento lo confrontará, pues se ha metido “hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y medulas, y
discierne sentimientos y pensamientos de corazón” (Hb 4,12).
En
nuestro caminar predicando la Palabra de Dios he podido observar para su gloria
grandes testimonios, Dios ha hecho cosas maravillosas de las que a veces no
comprendo, por supuesto “mis pensamientos no son tus pensamientos”, el tiene su
tiempo aunque a veces nos parece que tarda, que se agota la existencia, sin
embargo muchas veces no comprendemos que Él es el dueño del oro y la plata, el
tiempo y la vida.
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