LA ORACIÓN Y EL SABBAT

martes, 17 de junio de 2014

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Todo adulto (salvo las mujeres y los esclavos) estaban obligados a ponerse en oración por la mañana, antes de cualquier actividad, y por la tarde. Para esta ocasión se cubría con un manto  y fijaba las filacterias en su frente y en su mano izquierda. Se volvía en dirección a  Jerusalén, hacia el Templo. Recitaba en voz alta dos oraciones, una de bendición, el Sema Israel: “Escucha, Israel” (Dt 6,4-9; Ver 11,18-21; Num 15,37-41). A continuación recitaba una larga oración, llamada “Semone Esré” que eran las dieciocho bendiciones; las tres primeras y las últimas debieron de ser pronunciadas por Jesús y los Apóstoles.
El día séptimo de la semana, que empezaba el viernes con la puesta del sol, estaba enteramente consagrado al Señor. Se suprimía con rigor todo trabajo para orar y descansar, en memoria del descanso de Dios después de la creación del mundo, según la tradición conservada en Ex 20,8-11. El viernes, día de la preparación (Parasceve), se limpiaba la casa y se hacían las compras necesarias a fin de que las comidas del sabbat, consumidas frías, pudieran estar preparadas con cuidado. El Sabbat era un día de alegría para las familias, se debían poner vestidos de fiesta. A una hora determinada, los creyentes se congregaban en las sinagogas para orar y escuchar la lectura y la explicación de la Escritura, mientras se celebraba en el Templo una liturgia especial.
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