Luego
de seis días del primer anuncio de la Pasión y Resurrección por parte de Jesús
toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos “solos” (μόνους
gr.mónous), aparte, a un monte alto. Y se “transfiguró” (μετεμορφώθη gr.
metemorféthe. También transformar) delante de ellos, su ropa se volvió muy
resplandeciente, “muy blancas” (λευκὰ gr. leuka) que nadie en la “tierra” (γῆς gr.
ges) pueda blanquear. Jesús toma consigo
a los tres
discípulos más
representativos y que mayor
resistencia ofrecen al
mensaje , quiere mostrarles el
estado final del Hombre,
que, con su entrega,
ha superado la muerte (cf.
8,31.35). El monte alto es símbolo de una importante (altura)
manifestación divina; la precisión aparte alude, como en los contextos
anteriores (4,34; 7,33), a
la incomprensión de estos
discípulos. La escena anticipa lo que será la condición de resucitado.
Estando
en el monte, se les apareció Elías y Moisés conversando con Jesús, Pedro toma
la palabra Pedro y dice a Jesús: "Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a
hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Vamos a
hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías""
(Mc 9,5). La reacción de Pedro es característica: Rabbí (en Mc, sólo en boca de Pedro, 9,5; 11,21,
y de Judas, 14,45)
era el título honorífico de los
maestros de la Ley, fieles a la
tradición judía: muestra Pedro que la visión no ha cambiado su mentalidad,
sigue apegado a esa tradición. Ofrece Pedro la colaboración de los
tres (podríamos hacer)
y pretende poner en pie de
igualdad a Jesús, Moisés y Elías
(tres chozas), es decir,
integrar el mesianismo de Jesús en las categorías del AT: Moisés
(liberación de Israel con muerte de
los enemigos), Elías (celo
reformador y violento, 1 Re
18,40; 19,14ss; 2 Re 1,9-12; Eclo 48,1ss; cf. Me 1,29-31). No ve en la
gloria que se ha manifestado un estado final,
cree que pertenece a la vida
histórica de Jesús y desea que se ponga al servicio de la restauración de Israel.
Pedro
no sabía que responder porque estaban “temerosos” (ἔκφοβοι gr. ékfoboi. Esta
palabra solo se encuentra en Mc. Significa estar aterrado hasta los tuétanos,
espantados). Sobre ellos se formó una “nube” (νεφέλη gr.
neféle) que los cubrió con una “sombra”
(ἐπισκιάζουσα
gr. episkiazousa. También envolver con sombra resplandeciente) y de ella salió
una voz que decía: “Este es mi Hijo amado (ἀγαπητός gr. agapetós), escúchenlo (ἀκούετε
gr. akoúete. También entender, obedecer, oír hablar. Aparece 19 veces en el NT.
En Jn 8,47 dice que el que viene de Dios escucha las palabras de Dios)” (Mc
9,7). La nube es
símbolo de la
presencia divina (cf.
Ex 40,34-38). La voz
revela a los discípulos la identidad de Jesús
(cf. 1,11) y refrenda su enseñanza: es el único a quien
deben escuchar (cf. Dt 18,15.18).
De
repente los discípulos vieron a su alrededor y no vieron más que a Jesús, al
bajar la montaña les dijo que no se lo contaran a nadie hasta que el Hijo del
hombre “resucitara” (ἀναστῇ gr. anaste. Significa levantar, pararse) entre los
muertos, ellos cumplieron el encargo pero se preguntaban que significaría
resucitar de entre los muertos (Mc 9,9-10). El mandato de no contar a nadie
(secreto mesiánico) significa esperar la Resurrección de Jesús para poder
comprender la propuesta del Reino, ellos siguen esperando un triunfo
terrenal.
ACTUALIZACIÓN
El
camino de Jesús no es triunfalista, Él
tendrá que enfrentar las fuerzas que no aceptan el proyecto del Padre, que Él
vino a anunciar: libertad y vida para todos. Sin embargo la acción de Dios en
la historia no camina hacia el fracaso, sino hacia la victoria. Ese camino es
revelado a Pedro, Santiago y Juan, el signo de esa victoria es la Transfiguración que tiene lugar en una
montaña que nos recuerda el monte Sinaí, lugar de grandes revelaciones de Dios
en el AT.
Las
vestiduras de Jesús se pusieron resplandecientes, muy blancas y que simbolizan
la vida en plenitud.
Recuerdo
una vez cuando me preguntaron en una charla ¿Cuál cree usted que ha sido la
palabra de dios que más le ha impactado o llamado la atención? Inmediatamente
le respondí a ese joven que la última palabra de Dios en la escena de la Transfiguración
impacto mi vida y la de muchos. La voz de Dios se oyó desde una nube que cubría
a los tres discípulos diciendo: “Este es mi Hijo amado, escúchenle”. Ese “escúchenle”
que Dios le pide a los discípulos hoy, también nos lo pide a cada uno de
nosotros, si el ser humano hubiese sido fiel y obediente a los mandatos de Dios
el mundo sería otro, escuchamos de todo, pero de Dios poco, nuestros oídos se
encuentran saturados de toda clase de cosas que nos han contaminado. La
frescura del Evangelio se ha perdido en muchas parroquias y por ende en muchos
cristianos, debemos de recuperar esa frescura, debemos volver a Jesús.
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