El
significado de “arrabon” tiene uno de los trasfondos más interesantes y humanos
de todas las palabras del NT. Únicamente Pablo la utiliza, y, al parecer, es
una de sus palabras favoritas porque la usa tres veces y siempre con relación a
lo mismo. En 2 Co 1,22, dice que Dios nos ha dado el “arrabon” del Espíritu Santo en nuestros
corazones. En 2Co 5,5; habla también del
“arrabon” del Espíritu Santo, y, en Ef 1,14, se refiere al Espíritu
Santo como el “arrabon” de nuestra
herencia. En los dos primeros casos la Biblia de Jerusalén los traduce como
"arras", mientras que en Efesios como “prenda”
En
el griego clásico, “arrabon” significa
regularmente la señal en dinero que un comerciante tenía que depositar por
anticipado cuando cerraba un trato, dinero que perdía si la operación no se
llevaba a cabo. Era la primera entrega o plazo que se pagaba en señal y, a la
vez, garantía de que el resto sería amortizado a su debido tiempo.
La
palabra es muy común en los papiros, relacionada con documentos comerciales y
contratos. Milligan cita algunos usos muy interesantes de ella. Cierta mujer
estaba vendiendo una vaca y recibió mil dracmas como arrabon de que el resto del precio sería
pagado. Determinadas bailarinas fueron contratadas para las fiestas de un
pueblo; se les adelantó una cierta cantidad en dracmas como arrabon y se estipuló que dicha cantidad
sería tenida en cuenta cuando, tras la representación, cobraran. En el griego
secular contemporáneo del NT, arrabon es
normalmente la parte de un pago que se da como seguridad y garantía de que el
resto se liquidará después; es una entrega o plazo, pagado por adelantado que
es prueba y señal de que la suma total será abonada a su debido tiempo.
Ahora
bien, Pablo siempre usa la palabra en conexión con el Espíritu Santo. Por
tanto, lo que Pablo está diciendo es que la donación que Dios nos hace del
Espíritu Santo, aquí y ahora, es un plazo o entrega, una garantía, un goce
anticipado de la vida que el cristiano vivirá, algún día, junto a él.
Las
palabras del Apóstol tenían un trasfondo judío. Para un judío, el Espíritu
Santo de Dios tenía dos grandes funciones. (a) Dios se dirigía al hombre a
través de su Espíritu Santo. El profeta habló porque el Espíritu Santo del
Señor estaba sobre él. Fue el Espíritu Santo de Dios quien reveló a Simeón que,
antes de morir, vería al Ungido del Señor (Lc 2,25). (b) Pero, también, era el
Espíritu Santo quien, morando en el corazón del hombre, capacitaba a éste para
reconocer la verdad de Dios cuando la oía. Los judíos creían que el Espíritu
Santo de Dios operaba desde fuera del
hombre, trayéndole la verdad, y,
desde dentro, capacitándolo para
reconocerla. El Espíritu Santo, para ellos, era a la vez revelador y piedra de
toque de la verdad.
Por
eso, cuando Pablo usa la palabra “arrabon”
respecto del Espíritu Santo, su pensamiento es que el conocimiento imperfecto
que los hombres poseen ahora es como el primer plazo de todo el conocimiento
que un día poseerán; que lo que Dios les ha dicho ahora es la señal y garantía
de que un día les dirá todo; que el gozo que viene al hombre ahora, en el
Espíritu, es la señal del perfecto gozo que habrá en los cielos. El Espíritu
Santo, para el Apóstol, es la garantía que Dios nos da de que, aunque ahora
veamos por espejo, oscuramente, algún día veremos cara a cara, y de que, aunque
ahora sólo conozcamos en parte, un día conoceremos como fuimos conocidos (1Co
13,12).
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