En
la comunidad de Antioquía se incrementaba día a día el número de gentiles que
se convertían al cristianismo; entonces la comunidad de Jerusalén envió a
Bernabé para que inspeccionara la realidad de la comunidad antioquena. La
impresión de Bernabé no pudo ser mejor; «cuando llegó y vio la gracia de Dios
se alegró y exhortó a todos a permanecer con corazón firme» (Hch 11,23); la
presencia de Bernabé en Antioquía, «porque era un hombre bueno, lleno del Espíritu
Santo y de fe» (Hch 11,24), aumentó aún más el número de creyentes. Entonces
Bernabé fue a Tarso en busca de Pablo y lo rescató para la comunidad de
Antioquía, donde permanecieron juntos un año entero, adoctrinando a una gran
muchedumbre (Hch 11,26).
Después
de la visita de unos profetas venidos de Jerusalén, uno de los cuales se
llamaba Agabo, que anunciaron una gran hambre «sobre toda la tierra» (Hch
11,27-28), la comunidad antioquena designó a Bernabé y a Pablo para llevar a
los hermanos de Jerusalén un donativo recogido en una colecta para paliar los
efectos del hambre que, en efecto, se desató en tiempos del emperador Claudio
(cf. Hch 11,27-30). Al regresar de Jerusalén, Bernabé y Pablo trajeron consigo
a Juan Marcos.
La
comunidad de Antioquía, ante la buena acogida que los paganos prestaban al
evangelio, decidió enviar algunos hermanos en una misión, a fin de explorar las
posibilidades que se ofrecían al evangelio en el mundo de la gentilidad. Los
profetas de la comunidad de Antioquía, impulsados por el Espíritu Santo,
pronunciaron este oráculo : «separadme a Bernabé y Saulo para la obra a que los
he llamado» (Hch 13,2); eligieron a Bernabé y Pablo, «les impusieron las manos
y los enviaron» (Hch 13,3); les acompañó Juan Marcos (Hch 13,5).
En
torno al año 46, Bernabé, Pablo y Juan Marcos se embarcaron para Chipre, donde
encontraron una comunidad cristiana que había sido fundada por los cristianos
helenistas expulsados de Jerusalén con ocasión del martirio de Esteban.
Convirtieron al gobernador romano Sergio Paulo, en cuyo honor Saulo cambió su
nombre, Saulo, por el de Paulo. En Chipre, Bernabé, que era el jefe de la
expedición misionera, pasa a un segundo plano y Pablo se coloca al frente de la
misma.
Desde
Pafos regresaron al continente, desembarcando en Perge de Panfilia; Juan Marcos
no quiso proseguir el viaje y regresó a Antioquía. Bernabé y Pablo prosiguieron
su campaña misionera, recorriendo Pisidia, Iconio, Listra, Derbe, Licaonia, y
regresaron por el mismo camino hasta Atalía, donde se embarcaron para
Antioquía.
Esta
campaña misionera iba dirigida en primer lugar a los judíos de la diáspora, de
modo que, al llegar a una ciudad, se dirigían a la sinagoga, donde anunciaban
la buena nueva del reino a sus hermanos de raza; pero, ante su oposición sistemática
a abrazar la fe, se dedicaron a los gentiles, los cuales se mostraron muy bien
dispuestos para recibir el evangelio que les anunciaban (Hch 13,46).
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