Muchas
veces cuando se nos presenta el pecado a nuestras puertas no sabemos que hacer,
se nos presenta apetecible para hacernos caer, y por lo general llega en el
momento en que nos encontramos débiles espiritualmente.
Cuando
vamos para una guerra hay que prepararse, así sucede en nuestra vida, debemos prepararnos constantemente, el arma letal para alejar todo pecado es la Palabra de Dios,
por eso el Salmo 119,105 dice: “Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para
mi sendero”.
El
libro del Génesis 39,7-23 nos relata la historia de cómo José logra evadir un
gran pecado en su vida. Es importante señalar que el texto se apoya en un relato egipcio de la época del
faraón Ramsés II (la así llamada “historia de los dos hermanos”) que relata un
intento de seducción semejante al de la mujer de Putifar. La antigua literatura
egipcia presenta con frecuencia a las mujeres del país como frívolas e infieles
a sus compromisos matrimoniales.
José
que estaba al servicio personal de su amo Putifar gozaba del favor de Dios, era
guapo y de buena presencia (Gn 39,6), la mujer de Putifar tenía los ojos
puestos en José, el mal estaba acechando a su presa para hacerlo caer. Un día
le propuso a José: “acuéstate conmigo” (עִמִּֽי שִׁכְבָ֥ה heb. Shikvah imi. También significa hacer que otro se tienda en el suelo 2 Sa 8,2), José
se negó y no le hacía caso, sin embargo ella insistía día tras día, José
despachaba sus asuntos cuando ella entraba sin haber ningún empleado, lo agarro
por el traje y nuevamente le dijo: “acuéstate conmigo”, el se le soltó, dejó el
traje y salió corriendo. José sabía que ya la esposa de Putifar estaba
dispuesta a todo, pero lo que ella no sabía que él también estaba dispuesto a
todo por no ofender a Dios, por eso emprendió la carrera.
Muchas
veces, a nosotros también se nos presenta situaciones difíciles que nos tratan
de hacer caer para ofender a Dios, debemos tener claro que por ningún concepto
es viable caer ante la tentación, las consecuencias siempre son funestas, en
principio se vuelven apetecibles, pero en realidad son abominación ante los
ojos de Dios.
Como
José, no debemos darle cabida al pecado, lo más sensato es salir “corriendo”,
debemos voltear la mirada hacia el otro lado donde Dios está dispuesto a darnos
fuerzas para no acceder ante el mal. Siempre habrá situaciones en donde se nos
presente el mal con apariencia de bien y nos diga “acuéstate conmigo” “o “inclínate
conmigo”, el estar preparados es necesario para no caer, por eso hay que tener
los ojos de nuestro cuerpo y espíritu bien abiertos.
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